Porque sé que me vigilas. Porque el pedazo de roca os quiere, aunque no diga nada, aunque salga corriendo soltando alaridos cada vez que intentáis agarrarla en plan melé achuchona. Porque no sé qué sería de mí sin mis rubias. Sin Guaja, Marechek, Menchín, Larón y La Princesa.
Habrá cuentos para todas, pero el tuyo es el primero. Porque sí. Porque sé que lo llorarás como se merece!! (Gracias, Jas, por enseñármelo)
EL FIN
De Rabindranath Tagore
Madre, ha llegado la hora de que me vaya. Me voy. Cuando la oscuridad palidezca y dé paso al alba solitaria, cuando desde tu lecho tenderás los brazos hacia tu hijo, yo te diré: ‘El niño ya no está’. Me voy, madre. Me convertiré en un leve soplo de aire y te acariciaré; cuando te bañes, seré las pequeñas ondas del agua y te cubriré incesantemente de besos. Cuando, en las noches de tormenta, la lluvia susurrará sobre las hojas, oirás mis murmullos desde tu lecho, y de pronto, con el relámpago, mi risa cruzará tu ventana y estallará en tu estancia. Si no puedes dormirte hasta muy tarde, pensando siempre en tu niño, te cantaré desde las estrellas: ‘Duerme, madre, duerme’. Me deslizaré a lo largo de los rayos de la luna hasta llegar a tu cama, y me echaré sobre tu pecho mientras duermas. Me convertiré en ensueño, y por la estrecha rendija de tus párpados descenderé hasta lo más profundo de tu reposo. Te despertarás sobresaltada y mientras mires a tu alrededor huiré en un momento, como una libélula. En la gran fiesta de Puja, cuando los niños de los vecinos vengan a jugar en nuestro jardín, yo me convertiré en la música de las flautas y palpitaré en tu corazón durante todo el día. Llegará mi tía, cargada de regalos, y te preguntará: ‘Hermana, ¿dónde está el niño?’ Y tú, madre, le contestarás dulcemente: ‘Está en las niñas de mis ojos, está en mi cuerpo, está en mi alma’.