domingo, 28 de octubre de 2007

Diario de a bordo

Una jornada caótica en el balneario que se solucionó con ingenio, voluntad y mucho humor. Es lo que nos queda, supongo.
Un día de visitas y buenas noticias. Queda menos, cada vez queda menos, Bicho. Sigue doliendo y esta noche será una hora más larga, pero cada vez estás más cerca. Por favor, no le cuentes a nadie que he pegado a un pobrecito tullido. Están todos encantados con esta nueva Lenka, con este erizo sin púas, con la pérfida serpiente que ha mudado la piel. No me arruines la reputación ahora que por fin es buena! Ya me arruinasteis la mala entre todos, pero lo había asumido por fin. Serás capaz de hundirme otra vez??
Una noche agridulce de sábado. Juan Antonio me habla de Wallace, de Van Gogh, de tantas cosas... Oír su voz es un regalo indescriptible. Es como un sueño. Ya no está, pero estará siempre. Con ellos y con nosotros. Ánimo a todos. Aquí seguimos, a la escucha.
Por cierto... felicidades, Emperador. Te quiero!

sábado, 27 de octubre de 2007

Un día menos

Una de cal y una de arena, Bicho. Subidas y bajadas. Diez días ya, y todo se te hace un mundo. Odio que estés pasando por esto. Haría cualquier cosa por quitarte el dolor. Odio no poder hacer nada. Sólo decirte palabras vacías que no te sirven, y, con un poco de suerte, arrancarte una sonrisa de vez en cuando.

Esto pasará. Sé que lo sabes y que no te consuela. Pero pasará.

Esta noche la luna está preciosa. Triste, pero preciosa. Aquí te la dejo. Besos.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Querido Alejandro

A veces la vida es muy cruel y tú eres demasiado joven para según qué lecciones. Sólo tienes tres años, muy pocos para haber recibido ya una lección tan dolorosa. Es muy injusto, lo más injusto de esta historia. El domingo vertí muchas lágrimas y, aunque no te conozco, casi todas ellas eran por ti. Por la inmensa tristeza que me provoca pensar en lo que has perdido.
Tu padre era un hombre excepcional, inmenso, indescriptible. Era sabio y era bueno. Parecen sólo palabras bonitas, pero no las he escrito a la ligera. Están bien escogidas, puedes creerme. Son muchos los que poseen conocimientos, pero no todos son sabios. Tu padre lo era. Compartía todo aquello que sabía, y lo hacía bien, lo hacía por vocación. Nunca fue egoísta con sus saber. Por eso se le podía llamar "maestro". También son muchos los que obran correctamente, y no por eso merecen el calificativo de "buenos". Algunos se conducen de manera correcta porque no saben hacerlo de otro modo, otros por cobardía. Los primeros suelen ser considerados inocentes, ingenuos. No tienen malicia, no dan para más. O saben poco de la vida. No es que eso importe demasiado. Se puede ser bueno de corazón y tiene mérito en un mundo así. Pero tiene más mérito conocer la maldad del mundo y elegir el otro camino. Los otros, los cobardes, no son trigo limpio. Hacen lo que deben porque no osan ser de otro modo. Por dentro se reconcomen de envidia, de ira, de odio o de frustración. Casi todos somos así algunas veces. Pero si nadie mirara, ¿de qué seríamos capaces? Si no hubiera consecuencias, si valiera todo. Muchos nos asombraríamos de nuestra vileza. Siempre digo que el ser humano, según las situaciones, es capaz de las mayores grandezas y de las mayores miserias. Tu padre, no. Tu padre era sabio y era bueno, y valiente. Te preguntarás por qué lo sé. No sabría responderte. Quizá porque sólo le vi dos o tres veces en mi vida y aún así estoy segura de lo que digo. Quizá porque pocas veces he asistido a tales muestras de cariño, de admiración, de pesar por una pérdida. Sus amigos, su gente, están genuinamente tristes por su marcha. Y los demás, los que no le conocieron, esos para los que tu padre era sólo una voz en la noche, también. Tanto amor, tanto dolor, tiene que significar algo. Tu padre era un ser excepcional porque eso lograba transmitir. Nadie puede engañar tanto. Nadie. Quizá por eso estoy tan segura.
Venció pruebas muy duras. Era un ejemplo de coraje, de superación, de buen humor, de esa bravura inteligente que dista mucho de la resignación del débil. Siempre reía. Se reía de sí mismo, de los demás, de todo. Podía hacerlo porque sabía. Creaba personajes a partir de las personas, y siempre resultaba certero. No sé de nadie que se molestara con sus burlas. No te molestas cuando sabes que el burlón es sincero, cuando sabes que le mueve el afecto, que no existe ni un ápice de maldad. Todo el mundo quería a tu padre y eso no cambiará nunca. Tienes sobrados motivos para sentirte orgulloso de él, como padre, como profesional, como hombre, como amigo. Es fácil que un hijo sienta afecto y orgullo por su padre. Más aún cuando se trata de un mito, cuando el destino se atreve a arrebatártelo. Es humano idealizar a los que nos dejan. Pero tú no tendrás que hacerlo, Alejandro. No tendrás que otorgarle más luz de la que él tenía. Cuando crezcas y le sigas conociendo, cuando te sumerjas en sus libros, sus programas, su vida y sus ideas, te deslumbrará.
Tu padre te adoraba. Y esto tampoco es una frase hecha. Estoy convencida de que eras su motor, su energía, su bien más preciado, su mejor razón para vivir. No podía evitar hablar de ti, perderse en ensoñaciones sobre lo grande que serías. Jamás tuvo la más mínima duda de que serías inmenso. Que esto no te asuste. No te sientas a la sombra de lo que fue, no pienses ni por un momento que tienes algo que demostrar, un mito que superar. Todos los que le quisimos sabemos, igual que él lo sabía, que serás grande. Elijas el camino que elijas. Serás una persona excepcional porque eres hijo de Juan Antonio y de Silvia. Y necesito que me entiendas: serás grande tú, el propio Alejandro, por ti mismo. Pero también por ellos. Porque, lo quieras o no, y seguro que lo quieres, ellos son parte de ti. Llevas su sangre en las venas y sé que llevarás las semillas de ambos, su fuerza, su empeño, su valor, su bondad, su curiosidad, su sabiduría, su grandeza. Tu madre se encargará de que así sea y tu padre lo hará a su modo, desde donde quiera que esté, con los hermosos recuerdos que te haya dejado y con todos esos tesoros que nos dejó a todos, sobre todo a ti, y que siempre estarán con nosotros. Eso es, quizá, lo único que me consuela. Que tienes a Silvia, que tienes esos libros, esas grabaciones, esa memoria (corta aún, pero más fiel de lo que imaginas, seguro que lo descubres con los años) y, sobre todo, el inmenso amor que por él sintió tanta gente. Hay un montón de personas maravillosas a las que podrás llamar cuando sientas el deseo de hacerlo y que te contarán mil historias del que fue tu padre. De cómo fue. Sé que te encantará escucharles y sé que les encantará mostrarte cómo era el hombre que te engendró, cuánto nos enseñó, cómo nos cambió, cuántas veces nos emocionó, nos hizo reír, cuánto de sí mismo dejó en nosotros y en ti. Somos muchos los que nos sentimos inmensamente afortunados por haberle conocido, por haberle hecho parte importante de nuestras vidas. Cualquiera de nosotros, créeme, renunciaría a eso para regalarte a ti todo ese tiempo. Porque te lo mereces y porque él lo merecía. Merecía verte crecer, emocionarse con cada paso que dieras, encenderse de puro orgullo al ver la clase de hombre que vas a ser, sabiendo que ese hombre es su hijo.
Nos ha dejado huérfanos a todos, si me permites tal osadía. Debes disculparme, pero es así como nos sentimos. Quizá por eso sentimos que tú, Alejandro, eres también parte de nosotros, como lo fue él. De alguna manera, eres hijo de todos nosotros. La vida ha sido imperdonablemente cruel contigo al privarte de su compañía, de tantos momentos, de su apoyo. Pero tienes su amor para siempre, nadie puede quitarte eso. Lo llevas dentro. Y, aunque no sirva de nada, aunque no sea nada, nos tienes a todos nosotros. Crece, vive y sé tan feliz como puedas. Aprende, y ama, lucha y sé fuerte, y ríete todo el tiempo. Eso habría entusiasmado a tu padre. Pero, por encima de todo, sé como desees ser. No importa lo que te digamos. Sé Alejandro. Es lo único que él quería.
Fuerza y honor.

domingo, 21 de octubre de 2007

La Parca Maldita

No puedo creer que te hayas ido, que nos hayas dejado a nuestra suerte. Qué va a ser de nuestras madrugadas sin tu voz? Fuiste un hombre excepcional y nunca te rendiste. Ahora nos dejas huérfanos. A todos. A tu mujer, a tu niño, a tus compañeros de radio, a todos los que te escuchábamos y te leíamos, a los que tuvimos la inmensa suerte de conocerte y el privilegio de darte un abrazo. Gracias por tantos relatos, por tantas historias, por tantas noches de insomnio, por tu risa. Por ti vencí un miedo ancestral. Tú adoptaste mi primer cuento, el primero que vio la luz. Jamás olvidaré eso. Desde este mismo instante, Deseada es sólo tuya, toda tuya. Se me hace imposible que ya no estés, que no vayamos a escuchar de nuevo esa sintonía y tu saludo. Dejas a demasiada gente atrás y será difícil encontrar consuelo. Hemos perdido La Rosa de los Vientos. Espero que la guardes tú y que ella te lleve a un buen lugar. Hasta siempre, Cebri. Hoy la luna es más triste que nunca.

viernes, 19 de octubre de 2007

Seguimos

Me gustaría saber quién es el cabrón que nos hace vudú. O la cabrona. Y, sobre todo, por qué. La racha que llevamos este año no es ni medio normal. Pero no importa. En primer lugar, porque al final siempre libramos. Siempre termina todo bien. En segundo lugar, porque acabamos descubriendo que lo que parecía una tragedia era realmente un golpe de suerte. Y, para terminar, porque este tercio cada vez tiene más fuerza. Porque hay lazos que no se rompen así como así. Porque cuando nosotros queremos, lo hacemos a lo loco. Y no nos importa si queremos hace quince años o hace dos meses.
Así que, seas quien seas (persona, ente, cosmos, karma o milanesa de soja) sigue pinchando. Pero pincha fuerte, valiente. El Tercio Astur no tiene cosquillas.

jueves, 18 de octubre de 2007

Contando los minutos

Ha sido un día muy largo y promete ser una noche muy larga. Seguimos sin noticias, aunque estoy convencida de que todo ha ido bien. Todos lo estamos. Pero, como sucede siempre en estos casos, nos hace falta saberlo. Nos hace falta oír tu voz, ver tu carita de Bicho.


Mil gracias a las rubias, al Peque, a Sivli, Tato, a todos los que me habéis hecho reír hoy para olvidarme un rato del tema (impagable la charla guarra cenando en el chino!!!) Mil gracias a los Alatristes por sus mensajes y sus llamadas. Al viejo, que por una vez en la vida llegó justo a tiempo. Al Emperador, por estar tan cerca aunque esté tan lejos. Incluso al Cachorrito, por ofrecerme droga!!! Gracias a todos.

Joder. Quiero que sea mañana. Buenas noches, Machine. Descansa.

miércoles, 17 de octubre de 2007

El día que más me alegré de verte

Estás entero (o casi) y te ríes todo el tiempo. Te ríes incluso cuando te duele. Parece talmente que lo que más te jode es el mono de nicotina que llevas. Comimos bombones, nos reímos, jugamos a darle a la manivela de la cama, se nos rompieron los tímpanos con los berridos de tu compañero de habitación y miramos revistas de motos. Espero que caiga esa 1.000, Bicho. Estoy loca por verte encima de esa 1.000. Todo llegará. Ya lo verás. La 1.000, el TT y lo que te dé la gana. Te has dejado los huesos en el asunto (humor negro marca de la casa, se siente)
Mañana a las diez entras en boxes y espero que salgas hecho un pincel. Nuevecito de chapa y pintura, como recién salido de la Suzuki. Antes de que te des cuenta volverás a estar hecho un jabalí, un ñu, un Terminator. Una Machine. Vas a rugir más que en plena berrea. Como si lo viera.
Me encanta comprobar (ya me lo temía) que tu Tribu es una pasada. Lo son, desde luego. Y la otra Tribu, la de sangre, también. Tienes los ojos de buena gente de los tuyos.
Calculo que me espera otra noche de insomnio, pero da lo mismo. Ya habrá tiempo para dormir. Estoy tranquila porque te he visto, te he oído reír. Y nerviosa por lo de mañana. Pero saldrá bien. Sé que va a salir bien. Después de eso, paciencia. Y más bombones. Y a meterse a las enfermeras en el bote. Masajes por la cara y a echarle cuento. Como al Sha de Persia te vamos a tener, si nos dejas.
Estoy tranquila y nerviosa a la vez. Y pletórica. Y en deuda con los dioses, Bicho, porque no tuve que bajarme una parada antes.

martes, 16 de octubre de 2007

La noche que más me alegré de oírte

Suena el teléfono y te alegras, pensando que vas a charlar sin más. Pero a veces no. A veces son malas noticias. O buenas, según se mire. El Bicho está en el hospital, roto por cuatro sitios. Pero está. Está lo bastante como para coger el móvil y contármelo en primera persona. Y lo siento más de lo que puedo explicar. Me encantaría que esto no hubiera pasado. Tendrías que estar bien, listo para subirte en la burra y salir zumbando. Y quemar rodilla. Pero todo llegará.
El sábado, cuando corríamos todos por la carretera asustados por la caída de Halcón, me vino una pregunta a la cabeza. "Cuánto tiempo crees que pasará hasta que tengas que ir al hospital a verle a él?" Nunca me tocó con mi padre, ni con mi hermano. Tampoco con mi primo, ni con los amigos del viejo (aunque alguno se quedó en el camino) Vas a ser el primero. Toco madera por los demás, y la toco por ti, para que esto sea lo peor que te pase. Estoy deseando que el tiempo vuele, que todo salga bien, para que puedas montar otra vez.
Espero que pases buena noche. Te veo mañana. Besos.

sábado, 13 de octubre de 2007

Mis rubias

Mis rubias andan alteradas. Aunque... algunas más que otras. Tengo a una haciendo vida de recién casada y no le sienta mal. Cuando se escapa de noche sigue siendo la reina del baile, sólo que ahora los chicos suspiran cuando ven el anillo único. Tengo a otra que hará vida de recién casada en breve. La pregunta es... cómo se las arreglará el fotógrafo para pescarla entre mueca y mueca? Ese album será digno de verse. Eres la envidia del aquelarre, cariño. No todas tiene la suerte de enganchar al cantante de Cold Play. Luego está la de la sonrisa estúpida. Y lo bien que le sienta? No hace tanto se nos moría de desamor y varicela. Ahora está radiante y pletórica, jugando con dados falsos una partida que estaba convencida de no poder ganar. Ves lo divertido que resulta cuando aprendes a farolear? Disfruta del viaje. Ya no se te ve tan aburrida. La otra rubia se nos va lejos con su caballero andante, y no sabemos muy bien cómo vamos a sobrevivir sin ella. Quién infundirá cordura ahora en estas cabecitas huecas? Quién nos fumigará las mariposas, nos encenderá la luz, nos ayudará a pensar con la cabeza de arriba, nos hará respirar hondo y adoptar la postura del junco? Tendremos que acostumbrarnos a tener al Dalai Lama en la distancia. Lo conseguiremos. Es por una buena causa. Sólo espero que tantos años de sapiencia hayan dejado su semilla en nosotras. Porque, entre todas, tendremos que intentar ser tú. Y por último está la rubia que trata de recuperar las riendas de su vida y llevarla por sus propios caminos. A ser posible, sin hacer daño. Ella es así, lo ha sido siempre. Sé que sabrá cómo hacerlo a pesar de que el dolor de otros le pese más que el suyo. Sabrás hacerlo. Te levantarás y seguirás caminando por esas caleyas tuyas, tan tuyas y de nadie más, que tanto te gustan. Es el precio de ser honesta. No todo el mundo sabe qué zapatos ponerse para seguirte. Lo harás muy bien. Estoy segura.
Después estoy yo. Que no soy rubia, y nunca lo seré. Que las miro desde el Torreón, y las quiero, las adoro, y río y sufro con ellas. Y sólo espero estar a la altura en todas estas partidas de ajedrez que se me acumulan sobre la mesa.

martes, 9 de octubre de 2007

Te echo de menos


A ratos me pasa, quizá porque te siento más cerca de lo normal. Hace ya casi doce años que te fuiste (joder, mi amor, doce años ya) y a ratos vivo con la ilusión de que sigues ahí. Realmente creo que nunca dejaré de caminar por ese espejismo. Todavía no te he llorado en todo este tiempo, y supongo que eso significa algo. Seguramente que no lo acepto. Que no me he tomado la molestia de creerlo.


Y, sin embargo, lo sé. Sé que te has ido, que no vas a volver. Y lo llevo bien. Me acuerdo de ti, me río, me siguen emocionando tus cartas, sigo suspirando con aquellas canciones. A veces me asalta la melancolía, pero nunca me vence. Por qué no me vence, mi niño, si tú fuiste lo más grande, lo mejor que me pasó en la vida? No resulta extraño que con mi carácter, con mi mal genio, mi rabia, no te llore hasta volverme loca? Quizá es porque asumí que te vería de nuevo. Y lo asumí como una verdad inmutable, como asumo que debo respirar. Ya no se trata de mis bromas sobre el karma, el cosmos y todas esas pequeñas magias que practico sin creerlas, sólo porque son bonitas. La certeza de volver a encontrarte es otra. Es una fe que no se puede comparar con nada. Yo dudo de todo, pero no de eso. Mi fe en nuestra historia es más grande que cualquier otra cosa que jamás haya existido. Nadie cree en Dios como yo creo en ti. Nadie.


Algunas veces, ya ves que no te miento, casi te olvido. No del todo, claro. Sigues ahí, como la piel. No pienso en ella, pero está. Otras veces me asaltas de repente. Estos días alguien me pidió permiso para bucear en mi pasado, y se lo dí. No pasa nada. Buceamos un poco juntos y tuvo su gracia. Pero en el pasado estabas tú, siempre estás tú. Y te recordé otra vez. Y no me duele, no me afecta, pero... no sé cómo explicarlo. Es como cuando crees que has perdido algo y de pronto abres un cajón y ahí está. Estaba ahí todo el tiempo. Supongo que esa es la razón por la que te estoy sintiendo tanto estos días...


Ha cambiado la luz. Todo es más ténue y un poco más frío. Lo noto dentro. Me muevo a trompicones, me despierto en mitad de la noche convencida de que he oído tu voz. Hasta puedo olerte a veces. Te siento jugar por aquí. Tarareo una canción y se cierra una puerta de golpe. Y me echo a reír. Sé que me miras mientras duermo, sé que quieres saber que estoy bien. Estoy bien, niño. Hacía tiempo que no estaba tan bien. Y no siento culpa, ya sabes que no. No de esa clase, quédate tranquilo. Pero sí, siento miedo, y eso sí lo sabes. Siento miedo de estar dejando caer las defensas. No me asusta sufrir, ya me conoces. Pero me asusta que, otra vez, te quedes para consolarme. Supongo que no hay modo de evitarlo. Nunca hubo forma de convencerte de que no hicieras lo que te apetecía. Y mucho menos, lo que pensabas que debías hacer.


Las viejas historias de fantasmas hablan de cómo los vivos se aferran a los muertos, empeñados en no dejarles ir, negándose a aceptar su marcha. Yo no soy así. Sólo los retengo en mi memoria. Esas leyendas también hablan de los que no quieren irse. De los que tienen asuntos pendientes. Es un clásico. No quiero ser un asunto pendiente. Aunque tampoco quiero que te vayas. Pero puedes irte, debes irte. De todas formas te llevo dentro, no pasa nada, no me dejas sola. Sé que no vas a hacerme caso, pero tenía que intentarlo. Cuando vivías aquí abajo me llamabas "Ángel". "Eres mi Ángel", decías siempre. Supongo que tengo que aceptar que ahora tú eres mi Ángel. Y que siempre estarás conmigo.

lunes, 8 de octubre de 2007

El primer suicida

Quién sería? Pero sobre todo, por qué? Cuál sería el motivo? Recuerdo una entrada en la que hablaba del amor, de cómo lo que entendemos por amor ha ido cambiando a lo largo de la historia, a través del tiempo, adaptándose a las necesidades, los usos, las costumbres de cada momento, de cada cultura. Desde la mera supervivencia y procreación en las cavernas hasta la corte de Leonor de Aquitania (que, como digo yo siempre, fue la que le dio glamour a la cosa, la visionaria que se atrevió a ponerle reglas y promocionarlo) y de ahí a nuestros días, añadiendo cada vez más elementos: obligaciones, contratos, moral, reglas, roles... Y mucho después, gracias a (o por culpa de) la literatura y el cine, nuevas necesidades. Encontar a la media naranja, llenar vacíos, maripositas, regalos en San Valentín, tiempo para nosotros, tenemos que hablar, esto no es lo que yo esperaba, me falta algo... Cada vez más opciones, cada vez más complicación. En fin, no quiero liarme. Os remito a la entrada en cuestión, que anda por ahí a saber con qué fecha.
El caso es que yo pretendía hablar del suicidio. Porque todo, como el amor, ha cambiado con los tiempos. La muerte tampoco es la misma. No morimos igual. Mantenemos algunos rituales desde hace siglos, el miedo atávico a la muerte es algo que probablemente ni la ciencia más avanzada (incluso si termina por darnos LA RESPUESTA) podrá vencer. Algunas cosas nunca cambian. Pero el envoltorio, como en el amor, repito, es otro. Vivimos más. Y mejor, en teoría. Y nos morimos y nos matamos de otras cosas. Y, aunque lo lloramos como sin duda lo lloraban, tampoco eso es exactamente lo mismo. Hoy todo va deprisa, todo es aséptico y frío. Tiene sus ventajas, naturalmente, y habrá quienes lo encuentren preferible. La gran mayoría, supongo. Pero yo, la verdad, lo encuentro desconcertante, extraño, mecánico. Menos humano. Llamadme morbosa si queréis, pero echo de menos las muertes de mi infancia. En casa, con tu gente. Cuando no era un tabú, cuando los niños no éramos tan delicados y propensos al trauma. Cuando podías y debías verlo. Cuando te dejaban besar a tus muertos. Lo mismo es una animalada, qué sé yo. Sólo sé que lo viví y que quizá por eso la muerte no me desola, los muertos no me asustan. Y menos cuando son los míos.
Pero vuelvo a perder el hilo. Intento hablar del suicidio. Cuándo y por qué se quitó la vida el primer hombre? Si pensamos con lógica, el suicidio debería ser un "invento" de los nuevos tiempos. De la deshumanización, la prisa, la soledad, las necesidades satisfechas y la aparición inmediata de otras nuevas, primero frívolas y después consideradas vitales para el equilibrio emocional. Ya sabéis, cosas como el ocio, que hace dos generaciones no existía y ahora, si te falta, puede provocarte una depresión nerviosa. Claro, ahora habría que decidir en qué momento los tiempos se volvieron terribles. No ahora, desde luego. Mucho antes. En la Revolución Industrial? Barrios marginales, seres humanos hacinados, Oliver Twist, miseria... qué va, antes de eso. Hasta dónde podríamos retroceder? La tuberculosis del romanticismo, que se empeñaba en arrebatarte a tu amada a los 19 años? La oscura Edad Media, con su penalidad, su terror, sus dogmas, su enfermedad, sus guerras... (cómo una época tan repulsiva puede resultarme tan fascinante? Misterio) Y atrás, y mucho más atrás? Todos conocemos a Sócrates, verdad?
Quién fue el primero? Cuándo? Por qué lo haría? Por miedo, por desamor, por aburrimiento? De niña me fascinaba la idea de la muerte. Supongo que no os asustáis, ya sabéis lo rarita que he sido siempre. Eso sí, la idea me fascinaba porque tenía el cerebro derretido con tanto libro y tanta película. Cuando empecé a considerarlo realmente, cuando la vida se puso muy gris, entendí que no tenía nada de bonito. Nada. Y, por si me quedaba alguna duda, la gente empezó a morir. La gente de verdad, con nombre y apellidos. Gente de mi vida. Por enfermedad, por vejez, por accidente. Y entonces pensé que no era una opción. No cuando tantos otros (todos, en realidad) morían sin poder elegirlo. Y por eso, sólo por eso, por mi empeño exagerado en las cosas de la justicia, no ha vuelto a ser una opción. No para mí. Ya no por el karma, ni por la culpa que me provoca pensar en el dolor de los que se quedan. Ni si quiera por algo tan noble como eso. Simplemente porque ÉL no pudo elegir. Y se perdió muchas cosas. Muchos besos, muchas estrellas, muchas horas, y canciones, miradas, libros, lágrimas, lugares, sabores, películas, secretos... Se perdió a Malaussène, y a Alatriste, y cumplir los 24, y las últimas (demasiadas) de U2, y tener hijos, y a veces no puedo creerlo. Así que tengo que elegir por él y si algún día soy tan estúpida como para no encontrar otra razón, me quedará esa.
La nostalgia, la oscuridad y la muerte son hermosas para la gente como yo. Pero en los libros, en las películas. Y, de todas formas, no habría oscuridad sin luz. Siempre nos sobran los motivos.

jueves, 4 de octubre de 2007

Desde que no sé quién soy


Y esto sí que es una sorpresa, Momo. Porque, hasta ahora, yo siempre había sabido quién era en cada momento. O, lo que es lo mismo, en cada historia. Había sido Cenicienta, Lolita, La Bella Durmiente, aprendiz de Julieta, la Bruja del Bosque, la ninfa lánguida, Mina, Lucy, la otra, el postre, Miss Robinson, incluso fui Mesalina en una misteriosa y oscura época de mi vida. Y Beatriz. Últimamente estaba siendo Beatriz y cada hombre era Benedicto. Y Lenka, claro. También he sido Lenka. Pero ahora...


Decidí, sencillamente, dejarme llevar por la marea sin preguntarme cuándo bajaría. Subirme a la más alta torre y observar. Oírlo todo, verlo todo, memorizarlo y seguir reuniendo las piezas. Esperando, Momo, que es lo único que no sé hacer. O al menos, no sabía. No me lo propuse en realidad, pero, de alguna manera, tomé la firme decisión de no permitir que me venciera la impaciencia. Encerré a la vampira en una mazmorra porque no estaba dispuesta a que su avidez lo estropeara todo. No quiero beberte, no quiero consumirte. No quiero desangrar esta historia, como ya hice con tantas otras. Nunca había sido tan paciente, tan impasible. Y lo más curioso de todo es que esté reaccionando así cuando, por primera vez, ni siquiera sé exactamente qué es lo que estoy esperando. Qué quiero. Quizá sea esa la diferencia, Momo. Quizá antes todo se desmoronaba porque yo perseguía mi deseo con insistencia montaraz, hasta desfallecer. No tenía ni idea de lo cómodo que resulta esperar en la torre, contemplando desde lo alto esta partida de ajedrez. Pero quién soy ahora? Siempre había jugado como peón. Algunas veces, las menos, como alfil. Sí, una vez me eligieron reina, pero a mi rey le dieron jaque mate al tercer movimiento, ya sabes. Qué pieza soy ahora?


Es divertido y a la vez desquiciante. La vampira golpea en la puerta y yo temo dejarla salir. Pero ella insiste. La oigo moverse ahí dentro, está hambrienta. No lucho contra ti, sino contra ella, contra mí misma. Algo empieza a movérseme dentro y tendré que dominarlo como sea. Aún no. Todavía no. Lo estás haciendo bien por una vez. Aguanta. Espera. Sujeta bien las riendas, ahora que parece que las tienes. Ten cuidado. No des un paso en falso. Resiste mientras puedas. No importa lo que él te diga, ni cómo te lo diga, no importa cómo te mire, nada importa. Sólo recíbelo y guárdalo. Pero no acaricies cada palabra. No te recrees, pobrecita yonki. No te atrevas a dar un solo paso hasta que la niebla no desaparezca, hasta que sepas a ciencia cierta qué es eso que crees ver en sus ojos. No permitas, otra vez, que todo se vuelva ceniza.


Sigo en la torre y no dejo de mirarle, Momo. Quizá es que yo misma me he convertido en un búho.

La noche más loca


Ya os he contado alguno de mis vicios. Tengo muchos. Cada vez más. Lo bueno de los vicios es que los vas descubriendo poco a poco. Cuando eres friki, la cosa resulta muy fácil. Ya escribí una vez que el frikismo no nace ni se destruye, se transforma, se ramifica, da lugar a nuevos frikismos. Es absolutamente cierto.


Uno de mis vicios predilectos se llama Ralph König. Es el padre de dos pequeños vicios llamados Konrad y Paul. Y, quiénes son esos? Pues son dos treintañeros de Colonia que forman una insólita pareja. El tierno y sensible Konrad Niseinmut, profesor de piano, suspirando siempre por sus púberes alumnos, y el salvaje Paul Noalmejen, aficionado al cuero, los tíos peludos y el sexo guarro en lavabos públicos. Ambos personajes son los pilares de una pandilla surrealista. Lutger, Charlotta, Norbert, Frank, Walter (Waltrina para los amigos), Heinz, Cataclismo, los macizos holandeses, las leatheronas, los heteros indecisos, las hermanas con novios potentes, los camellos turcos, los obreros españoles, los vecinos italianos... Vacaciones en Mykonos, carrozas del orgullo gay, noches locas, pelis porno, las pruebas de VIH, broncas, cuernos, bodas gays, situaciones absurdas y diálogos para partirse de risa.


Os imagináis las obras de Shakespeare en versión gay? Un McBeth con mechas conspirando con un Iago que se muere de celos porque el despampanante moro Othello se ha enamorado de Romeo? Hay incluso películas sobre los comics de König. El condón asesino, El hombre deseado y Lisístrata. Bodrios infumables (la última es española y lamentable) hechos a partir de historietas geniales. Imaginaos a las mujeres de atenienses y espartanos hasta el gorro de tanta guerra, tomando la Acrópolis por el asalto y haciendo un encierro en actitud de protesta, asegurando que ningún hombre volverá a tener sexo hasta que firmen la paz. Y ahora imaginad a un gay avispado instruyendo a los musculosos soldados en las maravillas del sexo homosexual...


A König le debo algunos de los mayores ataques de risa de mi vida. Cuando se le ocurrió la idea de hacer que el pobre Konrad confundiera las galletas de hachís de Paul con galletas normales y se zampara ocho en un ataque de gula... os aseguro que NADIE había dibujado un colocón con tanta fidelidad (y no lo digo sólo yo, he sido testigo de cómo un observador imparcial se tiraba por el suelo de risa hasta las agujetas) Vestir a un bull-dog todo de cuero para promocionar un encuentro leather; juntar a toda la pandilla para aprender a hacer punto o ver Las Chicas de Oro; perseguir, cámara en mano, a los obreros de la construcción; presentarse en el Chains (bar de ambiente de la pandi) con un hetero tremendo y hacer correr la voz de que es tu nueva conquista; confundir una fiesta del orgullo con un encuentro neonazi y salir a escape en tacones de aguja; presentarse al entierro de un amigo vestidos de mujer y ser apedreados por todo el pueblo; asistir al parto de la mujer del hombre por el que suspiras; comprar muñecos hinchables con la forma de Stryker; regalarle a un amigo una noche salvaje con un cachas sado y que el cachas se confunda de piso y apalice a un vecino... en fin, cualquier situación absurda que os podáis imaginar.


Homófobos y aburridos, abstenerse. Por cierto, que ya es jueves otra vez! Y el jueves es nuestra noche gay. Chicas, me temo que habrá que ir pensando en otro día para los aquelarres.

lunes, 1 de octubre de 2007

De nuevo aquí


Libre. Por fin. Hasta nueva orden, al menos. Y, en el fondo, no ha estado tan mal. Me duele la espalda, y, sobre todo, las manos. He podido estrechar lazos con mis compañeros, algunos me han puesto de los nervios, otros me han matado de risa. He conocido a un montón de gente, algunos impresentables, otros indescriptibles. Me han felicitado, me han dado propinas y han suspirado por el buen hacer de mis manos (cosa que agradece mi tambaleante autoestima en este duro momento de crisis existencial y dudas vocacionales implantadas en mi maltrecha cabecita por un desaprensivo con cosquillas cuyo nombre prescindo de reproducir) Cuerpos bonitos. Mucho calor. Música de Enya. Siete hombres en un jacuzzi. Historias divertidas. Y ese condenado olor el último día (tenía que pasar, claro) Antes pensaba que la super jefa era una zorra cabrona. Ya no lo pienso. Ahora lo sé. (Lo que te ahorras en nuestros sueldos te lo estamos reventando a langostinos, pedazo de frígida) Pero, con todo y con eso, no ha estado mal. Qué le echan al buffet? Se nos disparan las hormonas y, lo que es peor, nos tiramos por el suelo de risa incluso cuando hay apagones, inundaciones y desastres de todo tipo. Es curioso.


La casa es un desastre. No importa. Es mía, sólo mía (mi tesoro)


Llueve, claro. No podía ser de otra manera. Días y más días radiantes encerrada en ese maldito zulo sin ventanas, y hoy, precisamente hoy, llueve. Y lloverá mañana, y pasado, y todo el mes. No importa, tampoco importa. Sólo quiero que ESE día no llueva. Por favor. Es mucho pedir? Me atrevo a pedirlo?


No ha estado mal el café, aunque haya sido visita de médico. Y, encima, he sido buena. No te quejes. Vale, lo sé, no puedo evitar mirarte "así", pero no he dicho las palabras mágicas. He sido un angelito. Así que me debes una mañana. O dos, o tres... y lo mejor es que lo tengo por escrito! Buenas noches, Bicho.


Y Guaja, Marechek, Rogorn, Eli, Cris, Gemelo, Doc, Alatesta, Lalaith, Lalelo, Blasfemadores y otros lectores habituales. Gracias a todos por vigilar la Torre. Ya estoy de vuelta. Si queréis, nos tomamos otro café mientras esperamos a los búhos.