sábado, 30 de agosto de 2008

Cuenta atrás

Parece que la lucha, el envío masivo de informes, las quejas, las reuniones con los altos mandos, los cabreos, las broncas y las denuncias van dando sus frutos.
Chiqui está en un centro semi cerrado (lo trasladaron dos días después de nuestro... desencuentro). Y lo más gracioso es que está feliz, muy agradecido por nuestros esfuerzos y encantado de tener al fin la oportunidad de dejar el disolvente (no le va a quedar otra viviendo en un centro en el que le cachearán cada vez que estornude). Cherokee nos largó un órdago (uno más) con su consabida frase de "pues me voy!!" Lo mismo pensaba que íbamos a llorar, o algo. Más bien al revés, le ayudamos a preparar el equipaje. Tampoco es que los chicos sufrieran mucho. De hecho, le montaron una fiesta de despedida, con bailes, canciones y gritos de "gracias, Dios mío". La aventura de Cherokee terminó en algún lugar de Castilla, donde alguien le reconoció como autor de un robo. Allí lo tienen, en un reformatorio. Alá es grande.
Así pues, sólo nos queda Bobo. Lo cual facilita mucho las cosas, no se puede negar. Pero tampoco podemos olvidar que Bobo, además de adicto al disolvente, es un auténtico psicótico. Eso implica que hoy te ama y mañana te odia. A mí me llevaba amando ya demasiados meses (lo que incluía que se sentara en mi regazo, me diera besos babosos por toda la cara y me propusiera en matrimonio) y el pasado lunes decidió que ya iba siendo hora de odiar un poco. La cosa pudo haber sido peor, sólo nos lanzó un altavoz a la cabeza que no nos dio por los pelos (qué bien traído!!!) Lástima, ya llevábamos una semana sin denunciar a nadie. Veremos cuántas más hacen falta para que alguien nos escuche y comprenda que nuestro centro no está preparado para ayudar a un chico así.
Y aquí estamos, a dos noches de Septiembre. No me importa si son las peores del año. Dos noches, Trasto. Y estaremos durmiendo juntos un mes.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Noe



El pasado día 25 fue el cumpleaños del Pater. Y, como buena hija que soy, le felicité para, de paso, recordárselo. Porque él nunca sabe en qué día vive y casi nunca se entera de que es un año más viejo.

Pero hoy no pretendo hablar del Pater, sino de una nueva vida que empezó esa misma madrugada. Había mucha gente esperando, todos ilusionados, hasta el punto de hacer una porra con la fecha del feliz día. Porra que, por más datos, quedó desierta (no tenemos precio como futurólogos por más que presumamos de aquelarre). El caso es que el día llegó, y la más preciosa de las mamis, nuestra Princesa-Xana pudo por fin abrazar a su hija. Poco más se puede decir. Que eres una brava y una Reina, porque lo de Princesa se te queda corto y, a fin de cuentas, ya tienes heredera al trono. Que lo has hecho de fábula, jabata, y lo seguirás haciendo así de bien a lo largo de esta senda que empiezas. Y que el Rey-Pescador estará a tu lado peleándolo, sin duda, porque dudo mucho que haya sido nunca tan feliz como desde que tiene con él a las dos mujeres de su vida.

Y a ti, Princesa nuestra, te voy a contar un secreto. Tienes una madre que es hermosa por fuera como pocas, y hermosa por dentro como ninguna. Porque es una belleza llena de dulzura y de detalles, regalando siempre ternura a los demás y, al mismo tiempo, un ejemplo de fortaleza y decisión como difícilmente volverás a ver. Porque es sabia, tu mami, y sensible, y terca, y valiente. Y no se resigna ni se conforma. Porque, además, es de las que no lo saben, de las que se creen de cristal. No es de cristal, Princesa. Tu madre es de las de diamante. No se quiebra y deja huella a cuantos roza. Aprenderás mucho de ella.

Enhorabuena, Lore y Gonza. Bienvenida al mundo, Noe.

domingo, 24 de agosto de 2008

Dos días con Paul


Ayer noche empezaste a currar, así que decidí serte infiel con Paul Newman. En nuestra... ejem... flamante televisión autonómica, tuvieron el detalle de emitir "El Golpe". La vi, por supuesto, por enésima vez. Es una de esas películas que se ven siempre, cada bendita vez que uno da con ellas zapeando. Son un regalo. Son obras maestras, clásicos, puro arte. El Golpe es, sin duda, una de mis favoritas. Y, además, tocó sesión doble. Esta tarde vuelvo a tropezármela en otro canal, y me la trago de nuevo.
Para empezar, me encantan los timadores. Siempre me han caído bien. Adoro las películas sobre pillos, ladrones de guante blanco y otros granujas ingeniosos. También me gustan los gangsters, los mafiosos, pero de otro modo. Estos son más violentos, más hipócritas, mucho menos diplomáticos, desde luego. El estafador es inteligente, ágil, versátil, huidizo. Mil caras, mil disfraces, mil papeles y siempre ideando un nuevo truco. Tiene mucho de ilusionista. Y, además, me encanta su lealtad, su compañerismo. Su juego en equipo. Todo eso se refleja a la perfección en El Golpe, una película en la que no falta nada. El guión es perfecto, el elenco soberbio, la música magistral, la ambientación magnífica. Desde el principio simpatizas con los villanos, que son en realidad los buenos, los honestos, los divertidos. Los que están dispuestos a vengar al compañero caído mofándose de la policía y del banquero corrupto. La trama del enredo no tiene un sólo fallo. Quieres que ganen ellos, porque lo merecen.

Es un clásico y es imprescindible. Y es una gozada disfrutar del tandem Newman-Redford, aunque, debo confesar, que ante la belleza insoportable de los ojos de Paul cualquier otro hombre se desvanece. Nadie puede eclipsar esa cara de ángel canalla, de golfo encantador. Fue el más guapo y siempre lo será. Me encantaría saber quién fue el cateto que le dijo (en sus primeros castings) que jamás triunfaría, que era feo. Imagino que sería el mismo cegato que le recomendó a Poitier conservar su puesto fregando platos, porque no tenía talento. Se sabe que, durante no poco tiempo, Newman nunca fue el elegido, ya que otro joven actor cuyo físico quizá encajaba más con los gustos de la época, se hacía con todos los papeles. Se llamaba James Dean. Existe la teoría de que la muerte de Dean fue lo que propició el ascenso de Paul. Quizá. Pero nadie osaría discutirle los méritos a estas alturas.

Y es que, además, cae bien. Cómo no hacerlo? Siempre alejado del bullicio frívolo de Hollywood, siempre bordando sus trabajos, tímido y humilde. Un valiente que se traevió a dirigir, a expresarse por sí mismo más allá del papel fácil de galán. Un hombre que se retiró consciente de sus limitaciones, de no poder ya darse al máximo como le gustaría. Un militante por los derechos humanos, crecido ante el dolor de perder a un hijo, rendido enamorado de su mujer. Un osado incombustible que sigue pilotando coches de carreras, un abuelo entrañable preparando salsas para macarrones. Le echaremos de menos en la pantalla. Afortunadamente, nos quedan montones de pelis grandiosas en las que disfrutar de su talento, sus ojos imposibles y su sonrisa socarrona. Ojalá se anime a darnos algún personaje más.

Paul Newman es octogenario, y El Golpe es un peliculón. Me sorprende que Hollywood, tan escaso en ideas, no haya hecho ya un remake. Quizá se les ocurra cuando Paul nos deje. Casi lo estoy viendo. George Clooney como Henry Gondorff y Brad Pitt como Johnny Hooker. Y habrá muchos efectos especiales, persecuciones trepidantes, balas de esas que silban en dolby surround, chicas despampanantes... y, desde luego, no será lo mismo. Porque perderá, seguro, ese aire que logra mezclar inocencia y picardía. La honestidad de la original. El mérito de que una peli de los setenta pueda catalogarse como un clásico, junto a las más grandes. Habrá remake? Hagan sus apuestas! Yo me quedo con Newman. Sin duda.

viernes, 22 de agosto de 2008

Nudos en el estómago


Es tal la mezcla de sentimientos en este momento que ni siquiera sé cómo manejarlos. Dónde pongo lo hallado, que diría Silvio. Me encuentro con una ilusión que está recién nacida (apenas cuatro meses) y que, al mismo tiempo, me parece ya una vieja conocida, tan dentro la siento, tan cotidiano me resultas, como si siempre hubieras estado ahí. Me encuentro con nuevos planes, con proyectos que me tienen pletórica pero me hacen un nudo triple en el estómago. Vértigo y más vértigo. Me enloquece esta sensación absurda de velocidad a cámara lenta. Todo está pasando muy deprisa, y, a la vez, demasiado despacio. Me encojo de hombros y pienso "debe ser así, no hay duda, es él, soy yo, somos nosotros y es este momento, todo saldrá perfecto porque no hay otra opción, no hay nada que temer porque las cosas, sencillamente, están siguiendo su curso natural". Y de repente, el pánico.

Tengo miedo a este salto mortal que a ratos me parece tan seguro y tan obvio, tan emocionante. Estoy deseando que llegue el que será el paso más importante de mi vida hasta la fecha, pero sólo de pensarlo se me encoge el corazón y comienzan esos latidos de pájaro aterrado. Vivo con la certeza de que es esto lo que quiero, con el convencimiento de que así debe ser, con la seguridad inquebrantable de que es así y así debe ser, y me ahogo de angustia y de dudas. Así que me paro y respiro hondo. La vampira alza una ceja, cruzada de brazos, en ese gesto suyo tan cínico y familiar y me espeta: "a qué le tienes miedo? Por qué tantas dudas? Temes no haber acabado aún con el Dragón, pequeña??" Wendy (o lo que queda de ella) brinca como loca, haciendo castillos en el aire, soñando con colgar los cuadros, colocar el escritorio, pintar una pared de malva. La Hechicera sonríe y me asegura que no hay nada que temer, que me fíe de mi instinto, que me fíe de sus ojos. Afortunadamente ya estoy acostumbrada a mis propios desvaríos, a las broncas apocalípticas de estas tres taradas que anidan en lo más alto de mi Torreón. Acostumbrada a oír lo mejor y lo peor de cada una para, al final, no hacer caso de ninguna. O quizá hacer caso a las tres.

Y, para colmo, mis niñas ríen. Una me cuenta sueños premonitorios de felicidad, otra se ajusta las gafas rosas y palmotea encantada, otra me regala sonrisas emocionadas. Me llenan de fuerza y de alegría. Pero a ratos sigo con el cuerpo del revés, y echo de menos a mi Dalai Lama, que tanta paz me daría, y pienso en cuál será el pronóstico inapelable de nuestra Reina de las Brujas. Y, entre tanto, seguimos esperando el nacimiento de nuestra Princesa, y sigo contando los días que restan para Septiembre, y me canso, me agoto, y me muero de miedo y de felicidad. Sentirás tú lo mismo?

martes, 19 de agosto de 2008

TQM

Pase lo que pase, por suerte o por desgracia, a pesar de los miedos y las sombras, la única verdad es que te quiero demasiado.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Motines y Bofetadas

Hagamos un resumen. La noche del lunes terminó con dos educadoras y dos vigilantes de seguridad encerrados en un despacho, la luz del centro cortada, el marco de la puerta doblándose bajo las patadas de los monstruitos, el marco astillándose, los tornillos saltando, líquidos sospechosos colándose bajo la puerta (menudo susto, pensábamos que era disolvente y que iban a prenderle fuego, y nosotros en una ratonera, con rejas en las ventanas, pero no, sólo era agua con detergente) y los consiguientes insultos y amenazas. Cuando llegaron los catorce nacionales y los cuatro secretas (menudo despliegue!!!!) los dos graciosos estaban en la cama, en pijama y jurando que llevaban horas durmiendo. La policía está harta. Muy harta. Otra vez vosotros? Estamos hasta los cojones! Todas las noches lo mismo! A tí estoy hasta las pelotas de verte y de correr detrás de ti, sí, tú, mamón, no te hagas el loco, cuántos bolsos robaste el viernes, hijoputa? Tengo un crío de once años que llega todos los días llorando porque le han atracado los moros de este centro. Estamos hasta los huevos de vosotros, entendido? Hasta los huevos! Si nos vuelve a llamar la educadora volvemos con los toletes en la mano y aquí va a haber hostias pa tol mundo. Comportaos como hombres de una puta vez o largaos a vuestro puto país!
Tela. Eso sí, ni una mirada torcida, ni un Tapum Dima. Nada. Cuando se fue la madera, charleta. Mi nivel de tolerancia y buen rollo estaba bajo mínimos, así que me calenté pero bien. Nadie replicó, mi miraban con los ojos como platos. Les prometí que si querían guerra, la tendrían. Que les habíamos dado ocho meses de margen y se había acabado. Que a partir de ese momento me iban a llamar hija de puta por algo. Que les iba a amargar la vida. Que les iba a tratar como merecían, ni más ni menos. Con el mismo respeto que ellos a mí. Y, además, sembré la discordia. Sabía quiénes habían sido. Ellos lo negaron. Así que sonreí y les dije que no se preocuparan, que al día siguiente les denunciaría a todos (menos a Senegal, claro) y que se repartieran las penas como quisieran. Ya que eran tan machos y tan moros y tenían los cojones tan grandes y luego se arrugaban ante la pasma... Funcionó. Hubo reunión en los dormitorios, gritos y broncas. El culpable confesó. El otro cobarde, no. Les denunciamos a ambos, claro.
Esta noche, Chiqui (el eterno implicado) me recibió colocado y amenazante. Vas a tener problemas. Ah, sí??? Genial. Quieres problemas? Pues entérate, esta hija de puta es española y no le va a pasar nada. Tú tienes todas las de perder. Qué hicieron los demás? Irse a la cama, por favor, gracias, hasta mañana, buen rollo. Qué hizo Chiqui? Plantarse frente a mí con un calcetín en las narices, poniéndose ciego a disolvente. Empleé toda mi diplomacia educativa durante media hora. Sin resultados. Me harté. Me enzarcé con él, empeñada en que soltara el puto calcetín, por las buenas o por las malas. Se le salían los ojos de las órbitas al verme, empotrándolo contra la pared (apenas 45 kilos, nada que yo no pudiera manejar) y clavándole las uñas en la mano. Te duele? Qué pena. Suelta esa mierda y así no te dolerá. Agotado del forcejeo y viendo que la Tapum Dima no se rendía, le entregó el calcetín al vigilante, que ya le había ofrecido varias tortas. Luego se me vino encima con amenazas e insultos varios. Le devolví cada uno de ellos multiplicado. Es este tu idioma? Yo lo hablo mejor que tú. Soy más vieja y más zorra. Y entonces... ocurrió por fin! Me dio una bofetada. Y tendríais que haber visto su cara cuando se la devolví. Una mujer!!! Una mujer le había pegado!!! Gritos, indignación, los ojos llenos de lágrimas, de rabia y vergüenza. Los seguratas sujetándolo contra la pared. Tú no tienes derecho a tocarme!! Cierto, pero acabas de perder todos tus derechos al tocarme tú. Se escurrió como una anguila y me dio otra. La respuesta le ladeó la cara. Esa ya se la dí con todas mis ganas y mi mala leche. No se lo podía creer. Aquello no podía estar pasando. Ocho meses de insultos y amenazas, poniéndonos en nuestro sitio, y de pronto una educadora, una mujer, un agujero, una puta infiel le daba dos guantazos!!! Qué osadía!!
Llegó la policía y se encontraron a un angelito lloroso y balbuceante sentado en la cama, que les entregó todo el disolvente y no levantó la voz. Y los otros?? Ni salieron de sus cuartos. Se acabó la solidaridad. Los vigilantes fueron tajantes conmigo: lamentablemente no hemos visto los dos tortazos que le diste. Estábamos distraídos. Sólo hemos visto las dos bofetadas que te dio él. Bien. Por la mañana llamé a mi jefa y le conté todo, al detalle. Esperaba una reprimenda. Me quedo de piedra al oír a mi jefa aplaudirme. Ya está bien, carajo. Bastante hemos tardado. Tienes toda la razón, sus derechos se acaban donde empiezan los tuyos. Que le jodan. Que las leyes son muy bonitas, pero ningún juez tiene que aguantar esto día tras día durante ocho meses. Venga ya. Vete a denunciarle ahora mismo y ni menciones que le pegaste. Eso no ha pasado.
En parte me sentí culpable, pero, sinceramente, no podía hacer otra cosa. Consejería ha prometido sacar a Chiqui del centro (tiene ya tantas denuncias y ha cometido tantos delitos que es impensable que siga en un centro abierto), pero vaya usted a saber. Y si tenemos que soportarle varios meses más? Era absolutamente necesario. Hemos tragado insultos, amenazas, destrozos, consumos y magreos. Y ya basta. Si me quedo con mis dos guantazos, habría sido mi fin. El tipejo me hubiera comido viva. Es lamentable, pero es su maldito idioma y no entienden otra ley que la fuerza. Sembrar la discordia funcionó y espero que esto funcione también. Advertencia: si un menor me toca, le rompo la cara. Y, encima, le denuncio. Y, qué cosas, ningún educador ni segurata lo verá. Queréis por las malas? Será un placer. Lo habéis elegido así. Hemos agotado todos los recursos. Y es muy simple, colegas. No se insulta, ni se amenaza, ni se rompen las cosas, ni se pega a la gente. Ni aquí, ni en Marruecos ni en la China. Si os gusta, perfecto. Si no, es la guerra. Y tenéis las de perder. Es una vida dura, verdad? Pues es lo que hay. Siempre podéis volver a Tánger y descubrir qué pasa si llamáis Tapum Dima a un madero de allí, o entráis en casa dando patadas y chillando a vuestros viejos. Sabéis lo que pasa de sobra. Que os muelen a palos. No sé quién os ha dicho que en España podéis actuar como animales, pero lo lamento, no es así. Y no me importa partiros a todos la cara para demostrarlo.
La parte bonita? La noche del lunes, pese a la movida y a las nubes, el cielo me regaló una estrella fugaz. Una de las Perseidas, sólo para mí. La vi caer, enorme y luminosa, mientras fumaba un cigarro en el porche y trataba de relajarme. Que si le pedí un deseo? Pues sí. Que me diera fuerzas para seguir en esto, por los chicos que lo merecen.

lunes, 11 de agosto de 2008

Paternidad responsable


Lo he discutido mil veces, con montones de personas diferentes. Me refiero a los motivos para tener hijos. Obviamente antes se tenían y punto, los que vinieran, sin más. Pero la contracepción, revolución de revoluciones, puso un cierto orden en todo eso. O debería, aún estamos en ello. No pretendo entrar en profundidades insondables, cuestiones de fe, la miseria en el tercer mundo y demás temas espinosos. Centrémonos en Occidente, en los países con acceso a la paternidad buscada y elegida, planeada al detalle y calculada.

Por qué se tienen hijos? Qué razones llevan a la gente a plantearse, nada más y nada menos, el crear una vida nueva? Una vida que dependerá de su progenitores durante no poco tiempo y a la que se sentirán emocionalmente atados el resto de su vida. Supongo que hay montones de motivos. Y no me refiero a los más básicos, a los "animales", a la mera procreación. La paternidad se entiende como realización, como culminación del amor entre dos personas, como progresión de uno mismo. La soñada inmortalidad. Pero así, a pie de calle y sin filosofadas. Por qué la gente tiene hijos?

He visto y oído de todo. Se tienen hijos porque la familia insiste. Se tienen porque toca, porque ya han pasado dos años desde la boda. Se tienen hijos porque se está en edad de ello. Porque todo el mundo los tiene. Porque es lo normal, para eso se casa uno. Porque es hora de sentar la cabeza. Porque apetece. Porque mi hermana ya va por el segundo. Porque somos los únicos que aún no se han animado. Porque siempre tuve claro que iba a tener dos, el primero a los 29 y el segundo a los 33. Porque se me pasa el arroz. Porque es muy triste hacerse viejo sin descendencia. Porque nos hemos estancado en la pareja y algo hay que hacer. Muchas veces se tienen hijos porque sí.

Cuando una pareja se plantea lo de "irse a vivir juntos", o pasar del alquiler a la hipoteca, los muebles, el coche nuevo, la boda, o incluso el destino de vacaciones, en ocasiones se montan debates dignos del congreso de los diputados. Es que este corre más. Pero gasta mucho. Es que sólo tiene dos puertas. Pero es tan bonito. Pero no tiene maletero. Es que es carísimo. Y del seguro ni hablemos. Y no tenemos plaza de garaje. Pero es precioso. Y uno de segunda mano? Menuda patata. Discuten tanto las parejas a la hora de reproducirse? Tienen claro el jardín en el que se meten, que un niño no se devuelve, como un coche que sale rana, que es una responsabilidad para toda la vida? Están preparadas las parejas para asumir que un niño puede nacer enfermo, o puede ser mal estudiante, o no resultar exactamente como habíamos soñado? Planean las parejas pautas educativas para sus futuros hijos? Se comenta la convenencia o inconveniencia del cachete, si se prefiere la escuela pública o la privada, si es mejor que el niño crezca con libertades o disciplina, deporte o música, religión o laicismo, tolerancia o "porque lo digo yo"? Como le preguntaron Mafalda y Guille a sus padres: "ustedes tienen nuestra educación planificada, o la van improvisando?"

Son conscientes las parejas del cambio absoluto y radical que supone un hijo en sus vidas? Son conscientes de la cantidad de cosas a las que tendrán que renunciar? Sólo vemos lo que ganaremos a cambio? Ocurre como en el enamoramiento, que se nos pone una venda ante los ojos y no vemos más allá de las manitas pequeñas, el primer balbuceo, el primer pasito, y de quién habrá sacado esa barbilla tan mona? Se es consciente ante la llegada de un hijo de que requiere dedicación a tiempo completo, dejar de pensar en dos para pensar en tres, más gastos, menos tiempo, menos sueño, menos ocio, más preocupaciones? De verdad las parejas asumen que se trata de una vida, y no de un capricho, o de un juguete?

Pregunto. Y pregunto porque, el pasado viernes, celebrábamos un cumpleaños y vimos algo muy desagradable. Vimos a un niño de no más de siete años jugando solo en un parque, a las cuatro de la mañana, mientras sus padres bailaban y bebían cacharros en un pub. Vimos a un niño aburrido, dándole patadas a una lata de refresco, y al tipejo indeseable que cometió el innegable error de plantar esa semilla regañándole por dar el coñazo, y pidiéndole que se fuera a jugar más lejos. Y nos preguntamos qué puñetas hacía una pareja a esas horas de la noche, con el niño aparcado en la calle, sin vigilancia, solo, cuando debería estar durmiendo. Qué hacían borrachos, dando saltos en un bar con un crío pequeño esperando a la puerta. Nos preguntamos por qué no le habían dejado con un familiar, con un cuidador al menos, por qué cuernos no se habían quedado con él en casa. Tanto cuesta renunciar a una noche de copas por un hijo? No es un hijo lo más importante que uno tiene? Nos hicimos muchas preguntas, hasta llegar a la principal. Por qué cojones lo han tenido?

Al no obtener respuesta, decidimos llamar a emergencias, para que un par de agentes les preguntaran en nuestro lugar. Quizá ante dos uniformes se les ocurriera la respuesta. Seguramente no sirvió de nada, es más que probable que esos padres no vieran la luz, ni ante uniformes ni ante la virgen de Lourdes. Hay gente que es desalmada y egoísta, sin más. Y, como en el caso de los conductores, nadie admite hacerlo mal. Todos somos los mejores en la carretera. Y todos somos los mejores padres. Nos hicimos más preguntas. Qué hubiera pasado si el crío hubiera salido a la calzada y alguien le hubiera atropellado? Si un tarado se lo hubiera llevado con engaños? Si se hubiera perdido? Podéis imaginar las lágrimas, los suspiros, los aspavientos, los gritos de esos padres modélicos, furiosos contra la maldad del mundo que les había arrebatado a su tesoro?

Como digo siempre, te hacen mil pruebas si quieres adoptar. Seguimos discutiendo si los gays son dignos de considerarse aptos para la paternidad. Pero si cuentas con un ovario medio sano y un espermatozoide no del todo gilipollas, nadie pregunta nada. Se da por hecho que eres capaz. Cualquier imbécil, cualquier descerebrada, obtendrá mil bendiciones. Yo lo llamo derecho uterino. Por suerte, o por desgracia, hace falta mucho más que eso.

jueves, 7 de agosto de 2008

Sandra


Lo prometido es deuda. Hablemos de Sandra. Y démosle, además, un lugar entre las Mujeres Malas, junto a otras tantas ilustres. Se lo ha ganado. Ella y el resto del gremio. Sandra (no es su verdadero nombre, sino el de guerra, pero qué más da) es brasileña, flaquísima, morena, divertida, mordaz, con carita de niña traviesa, simpática, certera, lesbiana y puta. No sé por dónde andará ahora, hace un par de años curraba en uno de los clubs más grandes de mi ciudad, junto con un buen montón más de chicas sudamericanas, de Europa del Este y, las menos, africanas. Sandra era la líder indiscutible del grupo, la que daba voz a las tímidas, la que aconsejaba a las novatas, la que mediaba en los conflictos entre los tres bandos, las tres culturas. Su posición se advertía nada más traspasar el umbral y conocer aquel hábitat que las lumis compartían con un par de camareras guapas (también sudamericanas) y un encargado encantador, simpatiquísimo, atento, cariñoso, detallista y homosexual, probablemente el único hombre con el que se sentían totalmente relajadas.
Cada jueves tocaba "irse de putas", y allí nos plantábamos puntualmente, con nuestras identificaciones en la solapa, un médico, una psicóloga y yo misma. Llegábamos temprano, cuando aún no habían aparecido los clientes y las chicas se estaban maqueando. Siempre tuvimos claro que aquello era un negocio y que no debíamos interferir en él. El dueño, como los de todos los clubs de la zona, nos abría las puertas encantado, sin la menor cortapisa, y colaboraba en todo aquello que fuera en interés de sus currantas. A cambio, nosotros ahuecábamos el ala ante la llegada de cualquier "huésped", para no incomodar a ninguno. Salíamos discretamente, vista al suelo, para evitar situaciones embarazosas. Recuerdo que siempre pensaba: "ay, dios, que no me encuentre a ningún conocido, a ningún vecino, a ningún amigo... a ningún pariente!!! Por favor, que me da un siroco, y a él le darán dos!!!" Siempre había algún vejete socarrón que se nos acercaba. "Tú eres la nueva?? Estás muy rica, pero qué tapadita vas!!!" Cuando ya nos conocían, nos ponían por las nubes. "Cuánto hacéis por estas chicas... pobrecitas, son unas santas!! Pero claro, la mala vida... para mí son como hijas, eh? No te confundas. Que yo sólo miro y charlo, no vayas a pensar. Que yo a mi señora la tengo en un pedestal!!!"

El encargado nos ofrecía refrescos, quitaba la música, reunía a las trabajadoras como si fueran gallinitas: "niñas, al salón, venga, so vagas, que está aquí esta gente, so groseras, no hagáis esperar, os, os, venga, venga". Empezaba el consultorio de salud, los consejos legales, las fotos de venéreas (que contemplaban con asco supino, interés científico y complicidad de expertas, según el caso), las dudas, los miedos, las confidencias, las risas, las técnicas amatorio-salubres (impagable ver a treinta pilinguis, dos camareras y un encargado con pajarita aplaudirnos y hacer la ola cuando agarrábamos el falo sintético, alias "Braulio", y le poníamos un condón con la boca), el reparto de folletos, preservas, lubricante, teléfonos de abogados y ginecólogos de esos que atienden por amor al arte, sin pedir papeles y a los que les basta que en la ficha pongas que te llamas Sharon Stone.

Pasamos buenos ratos con ellas, y también ratos de secretos, de confesiones a media voz, de recuerdos envenenados, de rabia, de miedo, de ilusiones hacia el futuro. Tras cada rostro pintarrajeado, tras cada minifalda, cada escote, cada tacón de aguja, había una historia humana, que podía ser pavorosa, insólita, típica, o incluso todo a la vez. Quizá la más demoledora era la de Sandra. Sandra contaba su vida con frialdad de cirujano, aparentemente libre de culpas y rencores, pero también de victimismo. Al menos eso era lo que demostraba. Sandra nació en algún lugar de Brasil y tuvo hermanos, una madre y un padrastro. El padrastro tenía vicios y deudas que no podía pagar, y en algún momento de su vida decidió que su hijastra adolescente podía ser perfectamente usada como moneda de curso legal. Por qué no? Al fin y al cabo, él mismo había estrenado la mercancía, podía dar fe de su calidad. Sandra puso tierra de por medio en cuanto tuvo edad y dinero. Tanto en su país natal como en España ejerció, palabras textuales, "el oficio que mi padrastro me enseñó tan amablemente". No se andaba con muchos dramas. "Se gana mucho. Cualquiera de nosotras podría fregar o cuidar viejos, pero aquí se gana mucho. Mientras te aguante el estómago y no se te caigan las tetas, aquí sigues".

Tenía sus planes. "Ya tengo mucho ahorrado. Estoy estudiando en una academia. Me busco un curro y hago vida normal, con mi chica. Y no quiero volver a ver una polla en lo que me quede de vida!" Porque, como os he dicho, era lesbiana. Literalmente se moría de asco con cada servicio. Pero lo llevaba con cierto humor. "También da asco curar llagas y cambiar pañales a los viejitos, pero alguien tiene que hacerlo". Adoraba a sus compañeras, pero era implacable con ellas, y consigo misma. "Somos unas avariciosas, todas. Y la mayoría no tienen cabeza. Lo gastan todo en ropa, en joyas, en tonterías. No piensan en el futuro. Cuando sean viejas, qué?" Despreciaba la prostitución de alcurnia. "Son lo mismo que yo, o que la yonki de la calle. O peores. Ellas hablan idiomas, muchas son niñas bien, de buena familia, con estudios. Podrían hacer otras cosas. Cenan con un señor, hablan de arte y de política y luego se desnudan en un hotel de lujo. Yo hago lo mismo, pero en barato. Si entendiera de arte no sería puta. Qué desperdicio de estudios!"

Decía que la mayoría de los hombres quieren charlar y tomarse copas. "Esos son educados, pero tontos. Con lo que cuesta aquí una copa tendrían para toda la noche en cualquier bar. Total, nunca piden servicio. Para mirar mujeres en minifalda también tienen cualquier bar!" Luego están los de los servicios. "Ahí ya hay de todo. Enfermos totales, gente muy sola, gente amable, gente que te trata como a basura. Casi todos casados o con pareja. Aburridos. Machistas. Están contigo en la cama y te cuentan que si ven a su Mari con otro, la matan. Acomplejados. Algunos son muy raritos. Y vienen muchos jóvenes. Se supone que no tendrían que pagar por sexo, pero se quejan de que las mujeres siguen siendo unas estrechas. Yo no entiendo nada". Te hablaba de filias extrañísimas, de fantasías surrealistas y también de los grandes topicazos. "Son cansinos con los tríos. Montas el teatro y salen encantados de sí mismos, muy machos, convencidos de que te han dado la mejor noche de tu vida. Son como niños". Le indignaban particularmente los mitos sobre lesbianas. "Creen que una lesbiana es una tía que folla con otra para que ellos miren y disfruten. Que nuestra meta es ponerles calientes. Como en el porno. Se han creído el porno. Pues menudo interés tengo yo en calentar a un tío. Interés monetario".

Lo más espeluznante fue la confirmación del poco sentido común de muchos clientes. Aún los hay que ofrecen más por prescindir de la protección. La mayoría, de nuevo, con pareja. Una pareja con la que tampoco usan protección. Semejante insensatez y falta de respeto por la curranta, por sí mismos y por sus parejas, es monstruoso. Incomprensible. Como incomprensible me resulta que estas chicas, la mayoría, sigan sintiendo un profundo respeto por los hombres, ejerciendo con ellos de madres, amantes, amigas y confidentes. Es una relación curiosa. Aman, sirven, callan, cumplen, escuchan. También odian y desprecian. Manejan, utilizan y manipulan cuanto pueden. A veces se enamoran, o se convencen de que se enamoran. Unas por necesidad de afecto. Otras, directamente y sin complejos, esperando que algún caprichoso las retire. Son maravillosas, codiciosas, astutas, sabias, liantas, mentirosas, honestas, divertidas, amargadas, profundamente coherentes y absolutamente paradójicas. Hijas, hermanas, esposas, parejas, madres, abusadas, maltratadas, consentidas, aterradas, valientes, avergonzadas, orgullosas, inocentes, cínicas, sumisas, rebeldes, entregadas, ingobernables, sumisas, irreverentes, frágiles, indómitas, simples y complejas. "Somos santeras, y católicas a muerte. Le rezamos a La Virgen y nos abrimos de piernas. No tiene sentido ninguno, guapa. Somos putas!"

lunes, 4 de agosto de 2008

Escote y prejuicio


Quién no tiene ningún prejuicio? Que levante la oreja. Todos los tenemos. Uno de esos psicólogos que dan charlas en los colegios (todavía hacen eso?) nos explicó una vez que todo el mundo tenía prejuicios. A mí, inocente criatura, me preocupó enormemente, y me hizo sentir culpable. Afortunadamente, el simpático señor (que años más tarde fue profesor mío en la universidad) nos aclaró a renglón seguido que el prejuicio era normal. Que el cerebro registraba información, correcta o errónea y se basaba en ella para dilemas futuros. Ejemplo sencillo para niñas de EGB: si un perro te muerde, es fácil que a partir de ese momento desconfíes de los perros. A pesar de que, seguramente, la mayoría de ellos no muerden.

Llegaba yo la otra noche a Vetusta, dispuesta a afrontar una jornada más de curro. La estación de autobuses estaba hasta la bandera de gente. Lo de siempre. Los de Vetusta pasan el día en Gigia, los de Gigia en Vetusta. El caso es llevar la contraria. Entre el gentío no pude dejar de distinguir a un par de tías de lo más llamativo. Especialmente una de ellas. Cuarentona, sudamericana, mulata y llena curvas como carretera Astur. Tenía un culazo de esos modelo plaza toros, enfundado en unos pantalones piratas ceñidos hasta lo imposible y, seguramente, dos tallas por debajo de las medidas reales de la muchacha. Aprovecho para introducir una cuestión: el empeño de algunas mujeres por embutirse en ropa raquítica... a qué obedece?? Qué finalidad tiene?? Dejando a un lado la innegable incomodidad que sin duda supone... es que estas señoritas no advierten que semejantes apreturas no hacen sino sacar las mollas, incluso las inexistentes, por encima o por debajo de los bordes de la ropa?? Se trata de un empeño vanidoso por asegurar que usan la 38 en lugar de la 40, la 40 en lugar de la 42??

En fin, sigo con la historieta. Si os parece que los pantalones de la dama eran de traca (y creedme que lo eran) no os podéis imaginar el resto del atuendo. Consistía la cosa en un top blanco, de esos minimalistas, que mi hermano definiría como un kleenex. La prenda dejaba toda la panza al aire y lucía un escote de esos de caerse dentro (con la nariz tapada y las aletas). El escote, además, servía de escaparate a unas, con perdón, pedazo de tetas des-co-mu-na-les. De esas de las que se puede afirmar "son suyas" por el pastizal que le habrán costado a la ínclita. Redondas, neumáticas y con la piel tan estirada que casi te dan ganas de apartarte por si alguna revienta. Otra duda existencial: cuando una posee una espetera de tal calibre, sea natural u ortopédica, no le basta con tenerla?? Quiero decir que unas glándulas mamarias de la 100, o la 120 se ven. Vaya que si se ven. Incluso en chandal. No pasan desapercibidas, no. No digo yo que haya que esconderlas, no, para nada. Ya que están... Pero es necesario exhibirlas de tal manera?? Claro, me diréis, por qué no? Y yo pienso lo mismo. Me queda, no obstante, la duda de si una se compra esos atributos para sí misma o para los demás. Quizá entendáis mis cuitas al conocer el final de la peripecia...

He mencionado ya los dos kilos de maquillaje, los tacones de aguja y los hilillos del tanga literalmente asfixiados entre las carnosas caderas de la divina?? Lástima que no estaba allí el anteriormente mencionado Godzilla. Se le habría acercado sigilosamente para espetarle un "ELEGANTE!!!" que la hubiera dejado o bien encantada consigo misma o bien con la mosca tras la oreja, por si el comentario iba con segundas. Y sí, iría. Pero me desvío otra vez. La cuestión es que la susodicha entraba en la estación taconeando furiosamente, con remango caribeño y un cabreo de dos pares de... melones. Iba soltando una retahíla de insultos a cual más expresivo. La amiga asentía vigorosamente, compartiendo la indignación de nuestra protagonista. Todavía las tenía yo a dos kilómetros y ya podía escuchar claramente la salmodia: "asqueroso, puerco, viejo verde..." Ya me deleitaba yo imaginando la escena, pero no fue necesario. Me la contaron ellas mismas, reviviéndola a voz en grito.

Resulta que estaban las dos damiselas esperando para cruzar la calle cuando un conductor de edad venerable se paró a su vera y les preguntó cuánto cobraban. Prejuicio, claro. Sudamericanas, despampanantes y enseñando cacho a más no poder. Ergo, pilinguis. Al vejete le debieron decir de todo menos guapo. Me lo imagino, rojo hasta las orejas y deshaciéndose en disculpas. Avergonzado por quedar de putero ante damas que no eran del gremio. Me lo imagino rascándose la calva y murmurando: "virgen santa, pero si es que van en pelota picá!! Yo habría jurado que eran mujeres de esas de vida alegre!! Si es que no hay quien las distinga ya!!"

Y no me queda más remedio que admitir que tendría razón el abuelo. Que, a este paso, habrá que ponerles distintivo. Volver a lo del farolillo rojo o la rama en la ventana. Aunque no, que de eso ya tenemos. En forma de neones. Pero a las de la calle, habrá que ponerles un broche, o algo. Que sí, que demos gracias a los dioses que hoy día todo el mundo se puede vestir como le salga del respetable. Hurra y bravo. Lo malo es que se crea confusión, por aquello de los pérfidos pero humanos prejuicios. Y es que, no puede negarse, las hay en la calle Montera y hasta en el Barrio Rojo de Amsterdam que van más discretas. Doy fe. Me viene a la cabeza aquella brasileña flaca y mordaz (su nombre de guerra era Sandra) que conocí colaborando con una asociación que pateaba clubs de alterne para dar charlas a las chicas sobre salud, derechos y demás. Era simpática, vivaz, curiosa y lesbiana, lo cual, como podréis comprender, le hacía un tanto cuesta arriba su oficio (ya os contaré su historia otro día, merece la pena). Sandra llegaba cada noche al club en chandal, pelo recogido y sin maquillar, como una chica cualquiera que va al tajo. Sólo tras los muros del santuario se maqueaba de lumi. Quería ir por la calle pasando desapercibida, sin cantar explicaciones que a nadie importaban. Tenía frases geniales. Una de ellas se refería a las mujeres que gustan de exhibirse en exceso. "Mira a esa. La que es puta como yo, se esconde, y las que no lo son presumen de que podrían serlo. No es gracioso?" Pues lo mismo sí, Sandrita. Qué cosas.

sábado, 2 de agosto de 2008

La Mamma

La Mamma está contenta, aliviada por no tener que pelear por lo que es suyo. Pero ojo, no tiene que pelear porque ha perdido el derecho, no porque le hayan concedido la gracia sin batallar. Así está la situación: Mamma seguirá fregando mientras sus huesos se lo permitan, sin derecho a nada, perdida en un limbo en el que figura como casada sin estarlo. Lo asombroso del asunto es que se ha quitado un peso de encima. Porque ya no tiene derecho a pedir (no tiene derecho legal, el derecho moral no se lo quita nadie) y así se evita el mal trago. Y me preguntaba yo de quién puñetas había heredado ese terror a pedir las cosas...

Está claro que fracasé estrepitosamente en mi empeño por demostrar que podían ser civilizados y llevarse bien, aunque fuera al menos por lo que fueron. Por los buenos tiempos. Por los hijos. Pero no. Tras los años del buen rollo todo se ha ido al garete por esa razón que a nadie le importa y menos que a nadie a mi Pater, tan robinsoniano él, tan antisistema, tan profundo y elevado, tan alejado de las miserias terrícolas: el vil metal. Siempre aseguró que lo dilapidaba porque no lo valora. Siempre prometió que nada le faltaría a la madre de sus niños, esgrimiendo una de las frases que le hizo famoso: "pa tí navego yo". En algún momento de la película, el argumento y la buena voluntad de la que presumía se vino abajo. Nada queda de esa obligación moral que él suele encontrar siempre, a pesar de lo que digan las leyes y los papeles. Lo curioso es que seguirán sin dirigirse la palabra, pero es él el ofendido. Ella, que ha perdido, vuelve a reír, a dormir y a comer, encantada con la idea de no tener que luchar. Ni siquiera por lo suyo.

Aprendes grandes lecciones de tus padres, de lo bueno y de lo malo. La Mamma, con sus complejos de inferioridad, con sus miedos, sus inseguridades, su cultura básica y simple de ama de casa, ha demostrado siempre ser una brava. Porque, muy convencida de valer poco, se acostumbró a escuchar y observar, a aprender de los otros con la boca abierta, a buscar respuestas en los libros, a tragarse documentales y películas de esas que enseñan cosas, a preguntar a sus hijos lo que no entendía (repitiendo siempre la cantinela de "menos mal que en la inteligencia salisteis a él"). La Mamma, tan sumisa, tan humilde, nunca necesitó a nadie. La recuerdo desmontando enchufes y asegurando: "no puede ser tan difícil". La recuerdo logrando siempre lo que emprendía, sola y autodidacta, razonando con simpleza: "no voy a esperar cuatro meses a que vuelva tu padre a arreglarlo!" La recuerdo peleando con obreros, haciendo quiebros entre el tráfico (siempre condujo mejor que cualquier tío), cocinando seis cosas a la vez, criando a sus monstruos, sola. La recuerdo siempre riendo, organizando fiestas para los amigos, siendo la madre de todo el mundo, cuidando enfermos, preparando los platos favoritos de la gente y distribuyéndolos por ahí, como un catering, arreglando la ropa de todo cristo. Incluso en los años malos, cuando todo había acabado, cuando perdió doce kilos y la oía llorar cada noche, impotente y rabiada, mascando su fracaso. Porque ese era el eje de su vida, ser esposa y madre, porque, a pesar de todo lo que sabe hacer, siempre pensó que no valía para nada, que si le quitaban el papel de esposa no sería nadie.

Ese ha sido el drama. Ser hija de un padre dominante y una madre que se anuló a sí misma. Crecer convencida de que eso era lo normal, mientras, en alguna parte, algo se rebelaba y le demostraba que podía ser independiente. Que le gustaba serlo. Vivir entre la culpa, el fracaso y la vergüenza, como si un matrimonio fallido fuera un estigma. Convencerse a sí misma de que no valía nada, de que nadie podía amarla por lo que era, así que no quedaba más remedio que dar, darlo todo y sin medida, con la esperanza de que la amaran por eso mismo, por lo que podía entregar. Y sin pedir nada a cambio. Y no la amaron, ni por lo que era ni por lo que daba. No funcionó. Y durante años, desde niña, tuve que convencerla de que sí que era, era muchas cosas: valiente, luchadora, hábil, inteligente, sabia, generosa, honesta, curiosa, lúcida... Acaso no veía de qué era capaz? Por qué sentirse inferior a sus amigas con carrera, si muchas de ellas no sabían ir solas al banco o cambiar una bombilla? Cuándo había necesitado ella a nadie? Acaso no había educado a sus hijos, llevado la casa, viajado, montado tiendas de campaña, hecho rutas por el monte, cosido disfraces, cuidado a sus mayores, pintado la casa, comprado una finca, arreglado el coche, plantado árboles, colaborado en voluntariados, estirado su sueldo para mantener a varias familias? No es eso una Superwoman? Me ha costado años demostrarle todo eso. Y aunque se pasma y me mira boquiabierta y me dice: "ay, Dios, y nosotros pensando que os enseñamos tanto, cuando sois los hijos los que nos enseñáis", en realidad no termina de creérselo del todo. Pero seguimos en ello.

Tendría que haber sido más afortunada, porque lo merece. Ojalá hubiera encontrado a un hombre cariñoso, tranquilo, menos complicado que mi viejo. Un hombre normal y corriente, detallista y tierno. No me explico por qué duraron tanto. Cómo podía funcionar un matrimonio entre Nietzsche y Teresa de Calcuta?? Él quería anarquía, filosofadas, diálogos profundos entre humo de marihuana, motos, juerga, sin horarios, sin relojes, sin promesas. Ella quería su vida de detalles, de familia, de cenas con los amigos. Él se fascinó con la mujer todoterreno, pero aborrecía su lado tradicional. Supongo que a ella le faltaba sofisticación, teniendo claro lo que para él es sofisticado. Ella no tenía tiempo para el Anticristo ni los cigarritos de la risa, porque alguien tenía que poner lavadoras y cambiar pañales. Así que no funcionó y el Pater siempre quiso compensarla por ello, por las rosas que no hubo, por los aniversarios que nunca recordó. Siempre pensó que ella merecía esa compensación por sus esfuerzos, por quedarse con la parte más ingrata. No entiendo en qué momento todo eso cambió y ella dejó de merecer.

La Mamma tampoco lo entiende, pero vuelve a reír y a maquillarse. Ayer la vi corretear tras los pasos de la nieta de su hermana, con envidia sana de abuela frustrada, la vi preparar canapés y bebidas para la fiesta de los treinta años de su sobrina. La vi feliz, con los suyos, despreocupada, encogiéndose de hombros ante un futuro incierto de no llegar a fin de mes, encantada de no haber tenido que pelear. Liberada de su culpa absurda de pedir lo que le corresponde. Vuelve a ser ella. Tengo que perdonar a mi padre, porque es mi padre y mi salud mental no me permite renegar de mi sangre. Tengo que quererle con sus glorias y sus miserias. Igual que la perdoné a ella tras los años oscuros en los que el terror de fracasar también en su misión de madre la convirtió en una leona furiosa que, empeñada en protegernos con sus garras, nos llenó de arañazos. Tengo que recordarme que son mis padres, y son humanos, y se equivocan, y que incluso cuando lo hacen me enseñan cosas. Y los quiero por ello.

Y como os quiero, Mamma, puedo decir tranquilamente que el Pater es todo un personaje revertiano y maravilloso y miserable. Que es sabio y su cultura provoca pasmo. Que tiene mil doctorados en la vida, y es un corsario y un soldado viejo curtido en mil batallas. Y es fascinante y lo adoro. Y te digo también que es un insensato, un tarado, un loco egoísta y enfurruñado con la vida, que es un vendedor de humo, un cliché, un títere de sí mismo, un predicador en el desierto que no se cree lo que predica. Es un feriante y un iluminado. Y le quiero. Y tú, Mamma, eres fuerte, y brava, y coherente, y sincera. Eres La Chata, La Rizos, Tata, María de la Amparación, El Teniente Coronel. Eres el alma de la fiesta, la reina del carnaval, la diosa en la cocina, la misionera incansable, la contadora de chistes, el roto y el descosido, la memoria de los tuyos, la leona de cristal, tan frágil y tan poderosa. Eres la madre de todas las madres, y todos lo ven y lo saben. Y todos caen rendidos ante el hechizo y la labia del Pater, y todos le ríen las aventuras, pero a quien quieren, Mamma, con quien se les mueve el corazón es contigo. Porque él va y viene, como el ermitaño absurdo que es y nos deleita con sus cuentos. Pero tú estás siempre. Y lo sabemos todos. Porque, aunque se dejaría matar antes de admitirlo, incluso él sabe que la roca eres tú. Y que tú le enseñaste a andar.