miércoles, 28 de enero de 2009

Namasté I

Una se creía muy lista, pero al final resultó que se me habían escapado muchas cosas, y sólo tras este tercer visionado (gracias, Trasto!!) las he pillado (seguro que no todas, pero sí algunas). Hay detalles bastante banales, lo que parecen meros guiños, pero también cosas peliagudas en las que ni había caído. Consejo: casi toda esta entrada es un inmenso spoiler. Así que, aquellos que no hayan visto las dos primeras temporadas de Lost, absténganse.
Conexiones:

- El padre de Shannon muere al estrellarse contra Sarah, que tendrá una grave lesión de espalda que Jack curará, y terminará casado con ella.
- Shannon se da a la mala vida y termina liada con tíos chungos y estafando al tontorrón buenazo de Boone, que, cuando intenta denunciar un supuesto maltrato a su hermana en Sydney, coincide con Sawyer esposado y expulsado del país por una pelea.
- Sawyer estaba en Sydney para matar a quien creía culpable de su drama familiar, pero fue a su vez estafado por un socio y terminó matando a quien no era. Al enterarse, muy cabreado, se encaminó a un bareto para ahogar sus penas y casi le estampa la puerta del coche de Ana Lucía, que viajaba como guardaespaldas del padre de Jack.
- El padre de Jack iba a ver a su hija secreta, Claire, y discute con la madre de esta (otro fallo de continuidad en la vida de Claire?? Pero su madre no estaba en coma? No ocurre todo esto a las puertas del accidente aéreo?? Ya se vio un fallo en la historia de esta chica cuando, rubita ella, descubrió su embarazo y le comentó a su novio que su madre la desheredaría. Y el caso es que su madre no podía desheredarla de ninguna manera. Luego, morena y sin embarazar, la vimos sufrir el accidente que dejó a su madre en coma, más tarde asistimos al encuentro entre Claire y su padre y ella seguía morena y sin bombo, y luego por fin la vimos rubia y con barriga visitando a su madre inconsciente. No cuadra nada. Incluso si el accidente de la madre fue tras su pelea con el padre de Jack, el 815 de Oceanic despegó a los pocos días. Claire no tuvo tiempo de cambiarse el pelo y tener un bombo de ocho meses en unos días. Qué porras fue primero? Morena y accidente? Rubia y embarazo? Bronca de la madre con el padre? Tenemos un problema de tinte y otro de barriga. Sigue sin cuadrar o yo no lo pillo). Bueno, sigamos: el padre de Jack termina bebiendo con Sawyer en el bareto de marras y le cuenta su vida, lo que permite al rubito identificar más adelante a Jack como hijo de aquel borrachín. Sería en aquel mismo bar donde se produjo la trifulca que acabó con Sawyer expulsado de Australia?
- El padre de Jack muere y Ana Lucía se toma un copazo en el aeropuerto con un médico muy mono que está de luto por su viejo, sin tener ni idea de que el finado es el tío al que ella protegía en Australia.
- Antes de eso, en USA, Sawyer discute en una cafetería con uno de sus socios, porque se resiste a timar a Cassidy, la mujer de la que se ha enamorado. Quién atiende la mesa? La madre de Kate.
- Cassidy y Kate terminan conociéndose, y la primera ayuda a la segunda a ver a su madre sin que la cace la policía. Le habla del hombre al que ama y del que espera una hija. Curioso, no sabe que la tal Kate acabará liada con ese mismo hombre en una isla. Y Kate, claro, no lo sabe tampoco.
- Kate tiene un padrastro militar, pero siempre pensó que era su verdadero padre. Habla con él poco antes de su gran evasión. Dónde volvemos a ver a ese militar? En un furgón, en el golfo, con Said, y sabemos que es él porque lleva una foto de Kate.
- Quién más va en ese furgón? El que parece el jefe de la operación “convirtamos a Said en torturador”. Dónde volvemos a verle? En la estación El Cisne, como compañero de Desmond pulsando la puñetera tecla. Claro, muere antes del accidente, así que Said no se reencuentra con él. Pero Jack sí se reencuentra con Desmond, a quien conoció corriendo en un estadio.
- Ay, Desmond, Desmond. A mí este tío me da dolor de cabeza, porque ni él sabe bien por dónde anda. Se enamoró de una niña rica, Penélope Widmore, y cabreó al señor Widmore que hizo lo imposible por alejarles. (El señor Widmore, sí, ese que tiene un cuadro de un oso polar, bebe cierta marca de whisky y parece tener muchos tejemanejes con la isla en cuestión) Luego se puso bravo y se empeñó en dar la vuelta al mundo en barco, en una regata patrocinada por el señor rico, para impresionarle. Quién le regaló el barco? Libby. Cómo puñetas no me di cuenta antes????
- Libby dice que es psicóloga, y a Hugo le suena mucho, pero la vimos en el psiquiátrico y era una paciente, con bastante cara de loca. Luego se murió dejándonos con la intriga. En el psiquiátrico también empezó el follón de los números chungos, repetidos sin descanso por un enfermo que una vez oyó una transmisión rara y se quedó gagá. La mala suerte le persiguió, a él y a su compañero, y también a Hugo, que los jugó a la lotería, ganó un pastón y se volvió gafe. Los numeritos están en el bunker y hay que meterlos en el ordenador. Son cansinos!
- El pobre Locke no sabe si tiene fe o no, si manda u obedece. Su padre le robó un riñón y lo dejó en silla de ruedas. Bebía el mismo whisky que Widmore, y resultó ser el Sawyer primigenio que arruinara la vida del otro Sawyer. Alucina, vecina. Cómo llegó a la isla? A saber.
- Sólo una persona en el avión vio (y recordaba) a Locke en silla de ruedas. Fue Rose, la otra enferma. Los dos saben que la isla les ha curado, pero no dicen ni pío. Sólo entre ellos tienen una charla cómplice.
- El señor Eko tuvo una vida que más bien parecía una odisea. En la isla descubrió la avioneta en la que viajaba su hermano y la famosa droga que pone de los nervios a Charlie. Pero antes de eso, ya sacerdote, tuvo que investigar un caso de supuesto milagro en el que una chica “resucitaba”. Al tío le pareció una memez hasta que la chica apareció en el aeropuerto con un mensaje de su hermano. Eko empezó a dudar, aunque el padre de la chica le había dicho que aquello eran pamplinas de la beata de su mujer. Por qué? Para tocarle a él las narices, por hereje, blasfemo y estafador. Era vidente, y se confesaba de los falsos. Y, oh, albricias, era el vidente que le dio la brasa a Claire sobre su hijo y le puso en la mano el billete de avión que la estamparía en la isla!!!! Cómo se me escapó eso???? Si él se reconocía como timador… por qué la mandó a la isla? Qué sabía, y por quiénes?
- Desmond otra vez. En algún momento de su vida (no sé cuál, porque el tío no para quieto) conoce a una señora que le dice cosas rarísimas sobre el tiempo, el destino y la isla. Esa misma señora aparece en una foto que tiene sobre la mesa el abad del convento en el que ingresa Desmond (tampoco sé cuándo, porque me vuelvo loca, pero al parecer fue el principio del lío, porque al salir conoce a Penny) Desmond no ve la foto, claro, así que luego no recuerda a la señora. Esa señora termina siendo la madre de Faraday, y anda en el ajo, porque conoce a Ben.
- Y seguimos con Desmond (qué follón de hombre) Ve por la calle a Charlie cantando y ganándose unos duros con la guitarra.
- Hay más conexiones, claro. Casi todos se cruzan aquí y allá en el aeropuerto.
- Guiños frikis, desde luego. Si Walter consigue, leyendo un libro de pájaros, que un pájaro se estrelle contra la ventana, no es raro que pueda convocar a un oso polar leyendo en la isla un comic con un oso polar. Tampoco es raro que la niña coreana (la dueña del perrito que Jin le regala a Sun) a cuyo padre Jin entrega un mensaje del pérfido suegro mafioso, está viendo a Hugo en la tele. Y, claro, a nadie le puede extrañar que la prueba de embarazo que se hace Sun en la isla, sea de marca “Widmore”.

Algunos de estos detalles ya los había pillado, pero otros me resultan totalmente nuevos. Y aún me falta volver a ver la tercera y la cuarta temporada (además de ir viendo la quinta, lo que me provocará un cacao mental digno de Desmond como mínimo)

- Y quedan montones de preguntas. El humo negro, Adán y Eva (la teoría de Juanra al respecto es sencillamente genial), saltos en el tiempo, una isla que se mueve, estatuas de pies con cuatro dedos, esqueletos de osos, que siempre sean las 8.15 en los momentos más interesantes, madre mía, qué estrés.
Por supuesto, los enigmas se acumulan a lo largo de la serie. En cuanto me haya zampado de nuevo la tercera y la cuarta, os diré si encuentro más cosas que se me hayan pasado. Fijo que las hay a montones.

lunes, 26 de enero de 2009

Octogenarios


Cuando era niña me consideraba tremendamente afortunada al pensar en mis abuelos. La mayoría de mis compañeras ya habían perdido a alguno de ellos. Había quien sólo tenía una abuela, o un abuelo. Había, incluso, quien no había conocido a uno, o a varios. A mí me resultaba difícil encajar la idea de no haber visto nunca a un abuelo, y tremenda la idea de perderlos. Y eso que, aunque siempre tuve con ellos una relación nutrida, estrecha, tampoco es que me criaran, como sí les pasó a muchos de mis amigos.

Además, cuando fui creciendo, se impuso ese carácter despegado mío, con lo que, aunque los adoro, reconozco que pueden pasar meses sin que se me ocurra llamarles o visitarles. Aunque eso ha ido cambiando. Quizá porque antes era consciente de mi suerte, pero, al mismo tiempo, lo asumía como algo natural que me acompañaría sin más. Ahora soy mucho más consciente de lo afortunada que soy, porque sé que, inevitablemente, se irán, como se van todos los abuelos. Así que les llamo, les visito, les tengo mucho más presentes y atesoro cada historia que me cuentan, cada recuerdo que aflora, cada anécdota y cada gesto o manía que me imprimieron en los genes.

Imagino que en parte es gracias a Ángel, a Rafa, a Luisa o a Sabina. Tíos abuelos míos que nos dejaron, que recuerdo con enorme cariño y que me hacen arrepentirme de no haber pasado más tiempo con ellos. Porque resulta que eran fascinantes y tuvieron vidas fascinantes. Sobrevivieron a guerras, exilios, hambrunas, enfermedades, pérdidas tremendas. Vivieron en primera persona ese tipo de existencias que hoy día, desde la comodidad del sofá y la taza de café caliente, leemos en biografías de seres que consideramos sublimes y nos dejan con la boca abierta. Y no hace falta perderse entre las páginas de un libro, ni pasmarse ante los fotogramas de una película épica para acercarse a los héroes. Muchas veces los tenemos en casa, en la sangre, y ni lo sabemos. Muchas veces nuestros ancestros no son conscientes de que fueron héroes, porque no descubrieron vacunas ni conquistaron pedazos de tierra. Ángel sacó adelante a su familia y trabajó como una bestia hasta el final. Rafa perdió las piernas, pero nunca la sonrisa. Luisa, con quince años, planchaba la ropa de los ricos de Vetusta rezando para que los suyos, que se habían quedado en el pueblo, estuvieran bien, lejos de las bombas y los tiros. Sabina desembarcó en Cuba en plena revolución para ir al encuentro de su familia. No hicieron grandes cosas, pero son héroes. Para mí, lo son. Ellos nunca lo creyeron así. Yo, en cambio, estoy convencida de ello. Por eso los recuerdo y rescato sus historias, que espero contar a mis hijos algún día. Por eso siento cada minuto que, por pereza o por pasotismo, no pasé con ellos.

Y por eso, supongo, me siento tan afortunada hoy día, camino de los treinta y uno y conservando a mis cuatro abuelos. Doy gracias por haber conocido incluso a una bisabuela en mi niñez, y por haber llegado a la vida adulta con el tesoro inmenso de esos cuatro pilares, de mis raíces. Hace pocos días, el más joven de ellos cumplió los ochenta. En noviembre, si los dioses quieren, el mayor de ellos cumplirá los noventa. Poco a poco, todos han pasado ya una barrera más que respetable. Y, como era lógico, llegan los tiempos de los achaques. Y doy gracias, porque los cuatro llevan una vida magnífica, valiéndose por sí mismos, una vejez tranquila, acomodada, con los suyos, una vejez que aún pueden festejar como protagonistas. Y porque son héroes, y no lo saben. Lo son por las mil razones de sus vidas y porque aún hoy, octogenarios todos, Víctor salmodia en latín y nos cuenta chistes de curas, aunque el corazón se le vaya fatigando lentamente y la memoria le falle a veces (cosa que le cabrea mucho). Porque Mila, cansada por once partos y una tensión que le gasta malas pasadas, aún prepara dulces caseros y se ríe socarrona. Porque Samuel, con su hígado enfermo desde hace tantísimos años, sigue tallando cunas para los bisnietos que llegarán. Y Lola, con esa cabeza suya siempre en las nubes, mantiene su rosario diario, su jerga incomprensible y su inocencia de niña.

Mis cuatro columnas, mis cuatro raíces, mis cuatro eslabones fuertes de la cadena. Qué suerte haberos conocido, haber aprendido tanto, haber tenido la ocasión de conocer a aquellos que no conocí a través de vuestros recuerdos. Qué enorme suerte saber quién soy, de dónde vengo y hacia dónde quiero caminar.

viernes, 23 de enero de 2009

Batidoras asesinas


El Trasto tiene el turno de noche y yo, como siempre, me acoplo a sus horarios. Es decir, que llevo un par de jornadas quedándome en vela, leyendo, viendo pelis o peleándome con los Sims y preparando café a las seis de la mañana para desayunar con el afanado currante. El plan de esta noche iba a consistir en descargarme los esperadísimos dos primeros capítulos de la quinta temporada de Lost, hacer palomitas, verlos, flipar un rato y comentar la jugada. Pero mientras se bajaba el primero de ellos, me entró un antojo salvaje de tortitas de plátano, y pensé: "bueno, genial, así guardo masa para cuando llegue el chiquillo. Y nos pegamos la madre de todos los desayunos".

Total, que agarré un bol de buen tamaño, eché los ingredientes y me dispuse a batirlos. Y no me digáis por qué, pero cometí una serie de estupideces absurdas. Cogí la batidora (desmontada) y la enchufé... antes de montarla. Sujeté la parte inferior en la palma de mi mano izquierda. La encajé en el mango, que sostenía con la mano derecha. Y, accidentalmente, toqué con los dedos el botón de arranque, con lo que, literalmente, me batí la susodicha palma de la mano izquierda. Os podéis imaginar algo más estúpido???

Es curioso, ni siquiera sentí los cortes, sólo un golpe fuerte. Boquiabierta miré el desaguisado que acaba de liar. Sangre por todas partes y yo flipando en colores. Estaba claro que no bastaría con lavar la herida bajo el grifo y ponerme una tirita. Es cierto, algunos cortes son de lo más escandaloso y luego no es nada grave. Pero claro, cómo saber cuánto de grave era? El caso es que podía mover los dedos, así que estaba claro que la cosa no era como para asustarse demasiado. Agarré el rollo de papel de cocina, apreté un montón de pliegos cerrando bien el puño, cogí el bolso (metí el rollo de cocina dentro, por si necesitaba provisiones, jajaja) me embutí las botas como pude y salí corriendo, con los cordones desatados y la sudadera mugrienta de andar por casa (la que llevaba el Trasto el día de su accidente motero, esa que tiene un siete en el hombro y que yo no quise tirar porque es súper chula y abrigadita) Pensaba a toda velocidad, o eso creía yo. Tengo un centro de salud cruzando la calle. Tendrían servicio de urgencias? Vaya, pues no, todas las luces apagadas. Una vecina y su suegro me vieron cavilando junto al portal, sangrando como un gorrino, y antes de que me diera cuenta se habían movilizado para llevarme a otro centro.

Qué escozor, la madre que me parió!!! Ostras, mi madre. Tengo que llamarla. Tenía que llamarla, claro. No me apetecía nada pegarle un susto, pero tampoco era plan tener a mis vecinos esperando por mí. Uno nunca sabe cuántas horas echará en urgencias y aquella buena gente se negaba a dejarme sola, querían llevarme luego a casa y asegurarse de que estaba bien. Así que les dije que ni hablar, que bastante habían hecho ya, que yo llamaba a mi santa madre para que fuera a buscarme y listo. Agarro el móvil y una imagen aterradora me cruza la mente. Con las prisas me he dejado el horno encendido, precalentándose para recibir la pizza que pensaba cenar. Y mis pobres animalitos en casa. Horror. Total, que lanzada salió La Mamma a solucionarme el desastre (imaginaos si vuelvo a casa y me encuentro a los bomberos, menudo remate) para luego venir a recogerme. Pobrecita mía.

En el centro al que me llevaron no había nadie. Me atendieron tres mujeres encantadoras (una era clavada a la jefa de House!!) que se escojonaron vivas cuando les conté la odisea. "Eres alérgica a algo?" "Sí, a las batidoras". El resultado ha sido mucho escozor, la mano amoratada por el golpe y varios cortes feos pero sin demasiada importancia. Un punto, fijaos qué chorrada. Tendrían que haber puesto alguno más, pero me libré por la inminencia de un cardenal hermoso que me saldrá. La Mamma me llevó a casa, me obligó a tomar un analgésico asqueroso... y me fregó la cocina. Cómo no. Y aquí estoy, con la mano momificada. Pero... puedo teclear!! Y me muero de hambre, así que creo poder asegurar que estoy fuera de peligro. Eso sí, me temo que las tortitas se quedan para otro día. Voy a ver Lost para olvidarme del tremendo trauma psicológico sufrido, jejejejejeje. Pobre Trasto. A ver qué careto se le queda cuando me vea en unas horas. Lo mismo tengo suerte y me da de baja en la cocina!!!

jueves, 22 de enero de 2009

El arte de la provocación (y viceversa)


Hace menos de una semana escuchaba un debate radiofónico sobre el arte, su labor educativa, estética y propagandística a lo largo de la historia, su evolución, su influencia... los contertulios, todos ellos, llegaron a una conclusión no por significativamente compartida menos desoladora: el arte ha muerto. Pero vayamos por partes. La raíz de dicha tertulia fue la indignada reacción de Santiago Sierra (conocidísimo artista español del que servidora no tenía ni noticia, Jesús, qué incultura) cuando la prensa le preguntó, en alusión a su último trabajo, si pretendía ser provocativo. Aclaremos que dicho trabajo consiste en un vídeo de cuarenta y cinco minutos de duración en el que se exhiben múltiples combinaciones posibles de penetración anal entre hombres y mujeres, tanto blancos como negros. La obra en cuestión responde al título de "Los penetrados" (no se puede acusar al autor de publicidad engañosa) y, para llevarla a cabo, se realizó un casting entre numerosos candidatos que, además, recibieron una compensación económica de doscientos cincuenta euros por cabeza.

Bien. No he visto el vídeo pero puedo imaginármelo. La explicación que Sierra hace de su propuesta me resultó un tanto enrevesada, así que pido disculpas de antemano por los errores que seguramente contendrá mi versión del asunto. Era algo así como la fascinación por el porno, el miedo a la multiculturalidad, no sé qué del racismo y no sé cuántos de la política. Lo juro, no entendí nada y no logré retenerlo. Supongo que el mensaje original puede encontrarse fácilmente en la red de redes, pero lo cierto es que no interesa mucho para lo que pretendo comentar. De entrada me centraré en lo previsible. Obra de arte (digamos) con alto contenido sexual. Polémica. Preguntas, teorías, intenciones. Escándalo, provocación. Era ese su objetivo? Cabreo superlativo de Sierra que, indignado, aseguró estar harto de ser tildado de provocador, tras una trayectoria muy seria y profesional de veinte años. Y estaba harto, sobre todo, de que toda aquella expresión artística que no ensalzara las virtudes del poder fuera inmediatamente tachada de provocadora. En qué se basa este hombre para afirmar tal cosa, lo ignoro. Confieso que me he perdido.

Supongo que el debate es estéril. No sé si el arte ha muerto porque ni siquiera me veo capaz de definir el arte. No sé quién decide que una cosa es un manchurrón y otra parecida una obra única, parida por el genio de una mente privilegiada. No llego a tanto, ni lo pretendo. Quizá por eso no logro entender que un señor que llama arte a cuarenta y cinco minutos de sodomía, que pretendió una vez llenar de monóxido de carbono una sinagoga (según él, para condenar la barbarie del Holocausto y lograr que cualquier espectador pudiera empatizar con las víctimas sintiendo lo que ellos sintieron), o que construyó no sé cuántos módulos con heces humanas (el mensaje de esto último lo ignoro por completo), se agarre un cabreo de mil pares cuando le llaman provocador. De verdad pretende otra cosa que no sea provocar? El arte debe ser provocador, ir siempre contra lo establecido? Contra qué exactamente pretenderá ir el darse por el orto o los excrementos? Dónde quedó la estética del arte? Será por su ausencia clamorosa por lo que tantos dicen que ha muerto?

Mi conclusión es que, para más inri, los periodistas andaban de lo más desencaminados. Provocativo el sexo? A estas alturas? Hombre, por favor. Con la indigestión de cine porno, de publicidad explícita, de culto al cuerpo, de documentales, programas, artículos e investigaciones sobre el tema (increíble lo que da de sí la actividad más antigua y natural del ser humano), con la cantidad de debate que ha provocado, la de lecciones que nos siguen dando (queda alguien sobre la faz de la tierra que no sepa lo que son las bolas chinas?), el interés y el morbo que aún despierta (y eso que desde Calígula no hemos inventado nada, es más, corderitos somos al lado de aquellos lobos), cómo puede ser que aún se considere provocador? Y más en estos tiempos de libertades, lascivias, vicios confesos y exhibicionismo, ahora que todos somos tan modernos, tan chachis, tan erótico festivos! Provocador el sexo, con la que está cayendo, que nos lo meten hasta en la carta de ajuste? Qué va. Provocadora sería una muestra fotográfica de personas que, en medio de esta juerga, han decidido ser castos. Eso sí que es nadar contra corriente. Con un par. No se me ocurre nada más anti sistema. A mí, francamente, me dejaría con la boca abierta. Y puede que también se quedaran pasmados algunos artistas (esos que tanto se enfurruñan cuando se les acusa de polémicos) si, de repente, sus obras pasaran desapercibidas, sin provocar escándalo. Si se les aplaudiera unánimente. Os imagináis? Peor aún, si se les abucheara por aburridos!!! Quizá más de uno se indignaría de verdad entonces, dejando más que claras sus intenciones originales. Seré pérfida, pero lo que pagaría por verlo.


domingo, 18 de enero de 2009

Y contando...


Parece que por fin, tras muchos (demasiados) obstáculos, estamos a pocos días de conseguir otro Búho. Ni siquiera sabía que me hiciera falta éste en mi vida, pero ya ves, nunca se sabe. Tampoco tú creías necesitarlo. Conocernos y encontrar la magia nos hizo comprender lo importante que era. Es curioso, todo dependía de un par de firmas. Parecía sencillo. Costó más trabajo y más tiempo del esperado. Incluso llegaste a pensar que resultaría imposible. Te dije que lo lograrías. Ahora, mirando atrás, no parece que haya sido para tanto, verdad? En fin, crucemos los dedos para que no nos pille la huelga de jueces. Si todo va bien, un par de semanas más. Y serás libre.

miércoles, 14 de enero de 2009

Malleus Maleficarum


Hablemos de Brujas. Son unos personajes que siempre me han fascinado sobremanera. Y me refiero a aquellas mujeres del mundo antiguo, en tiempos de la Diosa Madre, que curaban, que vaticinaban, que aconsejaban a los suyos, que eran estandartes y herederas de una tradición y una sabiduría transmitida de madres a hijas durante generaciones. Más tarde llegó el monoteísmo, se impuso el Dios único, varón, y terminó el reinado de las mujeres sagradas. La mujer pasó a ser encarnación del mal y del pecado siempre que no se sometiera al dictado del hombre, su amo y señor. Cualquier pretensión de salirse del tiesto, del corsé de esposa sumisa, de madre atenta, de hija obediente, era señalado y castigado. O santas, o putas. La honra se situó entre las piernas femeninas y llegó a su fin (al menos durante mucho tiempo) el tiempo de la Hechicera, la sanadora, la guía espiritual, la portadora de las enseñanzas, que, por obra y gracia del nuevo orden, se convirtió en Bruja, en discípula del demonio, en súcubo, en perdición, en blasfema y hereje, en hacedora de maleficios, en pozo de maldad, mentira y manipulación, en asesina de niños y ganados, en chupasangres y monstruo.

Así fue como la Hechicera buena se convirtió en Bruja malvada. Su poder y su conocimiento ya no provenían de la Diosa, ni de la Tierra, ni del Bien, sino de Satanás, lo oscuro, las tinieblas. Esa asociación con el Maligno, orquestada por los grandes pensadores de la época, provocó un triste cambio en el destino de las mujeres, y, de paso, un genocidio aterrador. Pero esta historia la he contado ya tantas veces que temo recibir abucheos y tomatazos varios. La pesada esta, todo el día dando la coña con lo mismo.

A lo que iba. Hechicera o Bruja, ya no importa demasiado, porque el concepto se ha mezclado con el tiempo. La Bruja ya no tiene tratos con Lucifer (necesariamente). Ahora puede ser moderna, estupenda, divina, mera aficionada o aceptar mastercard. La Bruja es un icono de lo más actual. No sólo se ha impuesto la moda de los niños magos, también la de los adultos magos. Que, ojo, hombres también hay. Aunque yo, sinceramente, he conocido a muchas más féminas en este mundillo. Quizá la cosa se ha visto alimentada por todas esas series de brujas chachis, mediums chachis, vampiros chachis y demás parafernalias ocultistas chachis. Comics, posters, hay todo un mercado alucinante sobre el tema. Vuelven los aquelarres, las pócimas, los conjuros, el mal de ojo, el tarot y los hierbajos. Todo revestido de glamour y en fascículos coleccionables. Hoy día, cualquiera puede comprarse una baraja, leer cosas sobre la Wicca en internet, ponerse un amuleto y jugar a hechicerías. Como divertimento, no está mal. No los hay que se tiran puente abajo?

Cuando mi madre se separó, conoció a una de las brujas clásicas, esas que sobreviven a modas y series de la tele. Se hicieron amigas y, como atravesaban situaciones parecidas, se ayudaron mutuamente. Pero, poco a poco, aparecieron más. Y todo adquirió un cariz cómico-siniestro. Yo era una niña de nueve o diez años, pero recuerdo perfectamente cómo eran aquellas mujeres. He conocido a muchas como ellas a lo largo de mi vida. Todas cuentan la misma historia. Casualmente, todas son herederas de una ilustre estirpe de brujas poderorísimas. Todas ellas son hijas, nietas, bisnietas y tataranietas de brujas. Sus antepasadas fueron famosas en sus pueblos, porque tenían poderes extraordinarios. Ellas mismas, desde pequeñas, dieron muestras de haber recibido el don. De repente, sin saber de qué hablaban, criaturas inocentes, anunciaban la muerte de alguien y todo el mundo se pasmaba. Ooooh, la niña lo ha heredado. Veían a los espíritus, a los que jamás tuvieron miedo. Todas ellas sufrieron mofas y escarnio en el colegio hasta que un día se hartaron (esta parte me chifla!) y se encararon con el más cruel de los niños, diciéndole: "pues tú, que lo sepas, te vas a caer y te vas a romper una pierna!!!"

Adivináis?? Síiiii, naturalmente! Dos días más tarde, el niño abusón aparecía enyesado. Y todos los otros chiquillos decían: "ooooooh, es una bruja!" Con esta típica, tópica y requetemasticada historieta, toda bruja pretende dejarte claro un concepto elemental. Soy muy buena, y sólo hago magia blanca, pero cuidado, bonita, porque como me cabrees te echo un mal de ojo que te dejo pelona. Piénsatelo bien antes de despreciar mi amistad, hacerme un feo o poner en duda mis poderes. Al lorito. Después, para que la cosa no sonara demasiado amenazante, te hablaban de sus maravillas y curaciones, de sus profecías asombrosas, del agotador trabajo que supone tener un don divino para ayudar a las personas, de sus costosos y laboriosos rituales, ay, y todo por amor a la humanidad. Y sí, claro, yo cobro. Tengo que comer. Ojalá en este mundo no existiera el vil metal, ay, pero existe, y hay que pagar facturas. Pero que conste que yo hago las cosas de corazón, que hay mucha lagarta suelta y mucha interesada. Ya las castigará Dios, ya. Yo, que de buena que soy, soy tonta, apenas cobro lo justo para vivir. Que si yo quisiera, maja, si yo quisiera, andaría publicando libros y viviendo como una reina. Que tú no sabes quién vino una vez a consultarme, rica. Que me conocen los famosos, pero yo paso de esas cosas, no se comercia con los dones. Que yo, aquí donde me ves, hice una vez un curso y coincidí, no te lo vas a creer, con Diego de Araciel en persona!

Claro!!! Todas, todas ellas eran íntimas amigas de Diego de Araciel, aquel aristócrata excéntrico y encantador al que le dio por echar las cartas para pasar el rato. No tengo la menor idea de si ese hombre vive aún (ya era mayor cuando yo era una enana), pero viva o no, calculo que ni se imagina el macho cabrío de todo un aquelarre de brujildas de medio pelo que siempre sacan a relucir su íntima amistad con él. Lo siguiente en la lista era, impepinablemente, poner a caldo a todas las Brujas del mundo, las de la propia pandilla y las otras, las famosas. Todas eran falsas, impostoras, peseteras, malísimas y golfas. Para continuar, te profetizaban una vida apasionante, dinero, lujo, amantes, un señor rico de Albacete, negocios prósperos, viajes y esmeraldas como puños. Y mi madre, que siempre ha sido una bendita, oía tal sarta de estupideces y sonreía, impasible. Como guinda final, la Bruja se te quedaba mirando, muy fijamente, y soltaba aquello de: "sabes que tú también tienes el don? Eres bruja, querida, y de las potentes, no te creas. No te funciona porque no te lo crees. Y tu hija... buf, tu hija lo ha heredado de ti, que lo sepas". Y ya estaba. Ya te habían hecho miembro (miembra) del selecto club de iluminadas. Y no podías rebelarte, porque era tu naturaleza. Quién iría contra los suyos, contra sí mismo?

Le pregunté una vez a mi madre por qué aguantaba a aquellas tipas. Y ella, la eterna samaritana, me sorprendió con su respuesta: "no ves que la pobre no tiene nada? Es por ayudarla un poco. La infeliz vive en su mundo". Mi madre, una ong con patas, con sus juguetes para los niños pobres, su ropa para los inmigrantes, sus tuppers para los vecinos en apuros, mi madre, que no tiene un duro y se gana fregando cada jornal, haciendo de misionera para la Hermandad de las Brujas sin Escoba. La vi cocinar para ellas, coser para sus chiquillos desatendidos, limpiarles la casa, y todo por nada, a cambio de nada. Teniedo que soportar, además, su cháchara vacía y sus aires de grandeza. Todas las que conocí eran manirrotas, vagas, sucias, mentirosas, incultas, envidiosas y pagadas de sí mismas, enfadadas con el mundo, abandonadas por hombres hartos de tanto humo, adictas al teléfono, ludópatas, neuróticas, taradas... Al final, ni las mejores intenciones de la Mamma pudieron con tanto hechizo y abandonamos para siempre el selecto club brujeril.

Y, el caso es que las recuerdo con cierto cariño. Supongo que eran infelices, enfrascadas en su papel de elegidas, pero incapaces de salvarse a sí mismas, de encarrilar sus propias vidas. Detrás de tanto ademán y charlatanería de feriante no había más que mujeres solas. Mujeres tristes. De aquellas tardes extrañas me queda una baraja vieja, el supuesto don de leerla y la convicción de que ciertos dones pueden ser una maldición. Al menos para la estabilidad mental. Me encantan los temas ocultos y misteriosos, interpretar los naipes y mis pequeños ritos inventados. Puros juegos para entretenerse con las amigas, sin creerse jamás ni una sola palabra. Me encantan las historias de fantasmas, los hechos inexplicables, el enfrentarse a un misterio y despachurrarlo. Me encanta que tantas cosas tengan respuesta lógica, por más que haya quienes se emperran en no verla, hombre, me va a decir usted que yo tengo anemia, lo que tengo es mal de ojo, y mi cuñada no está sufriendo una crisis nerviosa, no, está poseída! Una anemia es una cosa vulgar que tiene cualquiera, lo mío es más chungo y más guay (jamás entenderé que algunas personas prefieran aferrarse a eso, dios mío, con lo tranquilizador que es saber que hay más posibilidades de padecer una carencia vitamínica que un maleficio!!! Que lo uno se arregla en la farmacia, cuernos, y lo otro... dónde encuentro yo un exorcista de guardia???) Y me encanta, por supuesto, que haya tantas cosas que no tienen respuesta. Porque eso nos permite imaginar, investigar, seguir siendo espirituales, tomar conciencia de que no lo sabemos todo, de que somos pequeños ante la inmensidad del universo, y no perder nunca las ganas de aprender, de encontrar explicaciones.
He conocido a personas con talentos extraordinarios que, de momento, escapan a la lógica. Os preguntaréis por qué a ellos sí les creo. Porque sólo tienen preguntas para lo que les ocurre, no respuestas. Porque son personas normales, con vidas normales. No se sienten albaceas de ningún don. Muchos, al contrario, aborrecen vivir experiencias ajenas al resto de los mortales y no se rinden jamás a la hora de encontrar la gran explicación. No lo cuentan, ni lo pregonan, y sólo tras la confianza que da la amistad de años se atreven a confesarse. Y se muestran temerosos ante la idea de estar como cabras, en lugar de orgullosos por tener "poderes". A veces pienso en lo que sería tener una capacidad "sobrenatural", como algunos de estos seres que conozco y, literalmente, me muero de miedo. Comprendo su desazón, su terror a haber perdido la chaveta. Luego comprendo que es más triste lo otro. Haberla perdido de verdad y no ser consciente de ello.

lunes, 12 de enero de 2009

Caótica Lenka


Haciendo mil cosas y sin hacer ninguna. Peleando con la administración, por ejemplo, que es algo que todos adoramos hacer. Parece ser que en el Inem ya se han enterado de cuál es mi número de cuenta, así que al fin voy cobrando mi subsidio. Poca cosa, desde luego, y son sólo tres meses, pero ayuda con la cuesta de Enero (que, para algunos, dura todo el año!) Los de la agencia inmobiliaria también se han decidido a devolverme la fianza de mi última cueva, con un significativo recorte. Siempre hay recibos pendientes, claro. Uno se pregunta cómo ha podido gastar tanta luz sin vivir ya en el susodicho piso, pero supongo que forma parte de los misterios de la vida.

El ayuntamiento de mi ciudad, siempre pionero y chachi, oferta plazas de empleo. Es una forma de quedar muy bien con los votantes y elaborar luego informes estupendos. Naturalmente se trata de empleo temporal, nos ha jodido, para el que, con todo y con eso, hay que hacer oposiciones. La buena noticia es que alguien ha debido darse cuenta de que no puedes exigirle a nadie que estudie lo mismo para un puesto de por vida que para uno por obra y servicio. Así que este año, al fin, la cantidad de materia resulta proporcional a la meta a perseguir. Compruebo bases y requisitos. Albricias. Necesitan cubrir puestos de Educador Social. Tres años de trabajo. Oiga, no está mal, tal y como va el patio. Algo me escama. Será posible que, por una vez, nos vayan a reconocer la categoría? Ya existimos? No, claro. Ya decía yo. "Licenciados en Pedagogía". Óigame, con todos los respetos, un licenciado en pedagogía es un pedagogo, no un educador social. Qué le cuesta llamar a las cosas por su nombre, en lugar de crearme falsas esperanzas? Veamos qué otras cosas piden... titulados FP en Integración Social o Animación Sociocultural. Y yo me voy a bajar el santoral completo a coces. Que alguien me explique esa manía de sacarse titulaciones de la manga. Unas son idénticas a las otras, luego las hay que son sólo partes y remiendos de otras y, al final, lo único que conseguimos es montar un cristo de intrusismos, convalidaciones y desconvalidaciones, profesiones condenadas al ostracismo... sobre todo, la mía, que se queda siempre castigada en medio de una licenciatura y varios módulos. Nos dan, como se suele decir, por arriba y por abajo.

Sigo leyendo... oivá!! Pero si en este otro apartado piden específicamente Diplomados en Educación Social!!!! Dónde estará la trampa??? Ahhhhh, claro, que estos sólo van a currar un año. Los licenciados y los modulares, tres. Los diplomados, uno. Ole. Fiesta. Somos o no somos los últimos monos??? Ah, ya, que es que los de tres años van a ejercer de profes de varias remesas de los de uno. Es decir, que el licenciado y el modular van a ser mis jefes. Y todos ejerceremos de Educadores Sociales. Pero la única que lo es, soy yo. Eso sí, me van a dar clases de cómo ser lo que ya soy. Qué divertido. Pero oiga, un año de curro es un año de curro, qué puñetas. Habrá que apuntarse y repasar los antiguos apuntes. Y confiar en que, como sucede tantas veces, las plazas no tengan ya nombre y apellidos. Lo conseguiré? Tengo serias dudas, pero hay que intentarlo. Y, de todos modos, seamos positivos. Es un temario ridículo. Si no sale bien, al menos no me habré matado por lograrlo, no tendré la sensación de haber perdido el tiempo ni las energías. Debo ser muy vaga, la verdad, porque reconozco que nada me cabrea más que tener la sensación de haberme esforzado para nada. Supongo que se debe a mi primer intento opositor, que terminó en fraude total, escándalo periodístico y dimisión del tribunal examinador. No consigo olvidar aquella sensación de tomadura de pelo. Tantas personas sacrificándose durante un año entero de sus vidas, en balde.

Y mientras? Ejerciendo de ama de casa (nefasta, por más datos), de paseante de perro (nuestra Fújur sigue siendo el terror del barrio) y de escritora vocacional, aporreando teclados tontada tras tontada, sin poder remediarlo, pero sin la menor perspectiva de éxito. Hay toda una legión de gente encantadora que me anima a echar el resto y entrar en la lucha por el reconocimiento. Adoro sus buenas intenciones y su empeño, la enorme confianza que ponen en mi talento, o supuesto talento. No es falsa modestia, os lo aseguro. Es miedo. Pero miedo a qué? Quizá a que me confirmen que no valgo para esto. Mientras nadie lo haga, queda la ilusión. Qué cobardía más miserable!!!! Puro miedo al fracaso? Sí y no. Porque el caso es que, muchas veces, he pensado que el éxito me asusta mucho más. Estoy convencida de ello. Tengo que meditar más sobre este tema...

viernes, 9 de enero de 2009

Princesas


Tienes razón, Menchín, como siempre. Me has hecho reír a carcajadas con esta imagen. Y es que es muy cierta. Si fuéramos princesas, saldríamos así en la foto. No hay duda. Hasta creo que se nos puede reconocer a la perfección. Ahí estamos, puro glamour y elegancia, como viene siendo habitual en nosotras. Pero... y lo bien que lo pasamos??

Montones de besos para ti, Dalai, y, por supuesto, a la Guaja, la Princesa-Xana, la Rubia, la Chini, Naska-Trasgu, Larón, la Violinista y la Argentina. A todas las tías que son princesas y a las que jamás quisieron serlo. Mirad el pajarito.

lunes, 5 de enero de 2009

Con-tu-mismo


Siguiendo el consejo de Juan, voy a plagiarme a mí misma hablando de un tema que me tiene fascinada hace tiempo. A nadie se le escapa que vivimos en un mundo ferozmente consumista. Se trata de un engranaje perfecto de puro simple, aunque parezca complejo. Deseamos lo que vemos, que diría Lecter, así que resulta sencillo meternos cosas por los ojos, máxime si nos lo envuelven con colorines, musiquillas pegadizas y si es un ídolo el que nos lo ofrece. Pero vayamos por partes.

Hace tiempo que suplimos nuestras necesidades básicas (alimento, refugio, calor, vestido) y, como dijo el señor aquel de la pirámide, tenían que aparecer necesidades nuevas. Nuestros ancestros no se aburrían porque no tenían tiempo. Les bastaba con sobrevivir. Hoy día, que no nos acechan depredadores al salir de la cueva, ni vienen los del clan vecino a meternos un estacazo, nos encontramos con que nos sobran horas que hay que llenar. Y, desde que empezó ese proceso, estamos inmersos en la espiral. Avanzamos. Una vez explorado el planeta, por qué no la luna? Una vez conocida la tierra firme, por qué no el fondo del mar? Una vez conocidas las bacterias, por qué no descifrar el genoma humano? Una vez inventado el teléfono, qué tal internet? Es innegable que la mente humana es inquieta, queremos más, vamos a más, y eso nos proporciona comodidades impensables medio siglo antes (o menos, porque cada vez es todo más rápido) pero resulta que también nos esclaviza de mil maneras.

Alguien se ha preguntado por qué aquella primera nevera que se compraron los abuelos con enorme esfuerzo sigue funcionando eones después en la casa del pueblo, mientras que la nuestra, último modelo, flamante y maravillosa, con función no frost y la madre del cordero, ya empieza a perder agua y se le caen los cajones del congelador? Alguien sabe por qué nuestos vaqueros del insti siguen enteros (aunque ya no cabemos en ellos) y los que nos compramos el año pasado están hechos unos zorros? Por qué, si tenían todo el material desde el principio, sacaron cuatrocientas versiones y packs limitadísimos de El Señor de los Anillos, y cada nueva entrega tenía algo que la anterior no tenía? Porque, como cuenta el documental aquel que alguien nos enseñó (fue Kaken??) no interesa la perdurabilidad de las cosas, todo es finito, todo tiene que romperse, escacharrarse y quedarse obsoleto, hay que modernizarse cada mes y estar al día, y gastar, gastar, consumir, y formar parte de la rueda.

Y, por qué? Para ser alguien. Juan se pasma de que, en plena era de la tecnología, la comunicación y la ciencia, estemos cada vez más solos, más aislados. Resulta pasmoso también que en una época tan aparentemente aséptica, segura y avanzada, cada vez tengamos más miedo, seamos más paranoicos. Hemos curado la gripe y podemos vivir con el corazón de otro, pero andamos cargados de stress, ansiedad, neuras, fobias, histerias y síndromes. Hemos, prácticamente, asegurado nuestra vejez, pero nos aterra la idea de llegar a ella, de arrugarnos, de estropearnos. Ya no tenemos lepra, pero tenemos algo casi peor, horror, tragedia: celulitis y estrías, patas de pollo, flaccidez y descolgamiento!!!

Es una época individualista, competitiva y, en mi opinión, superficial. No importa lo que se es, importa lo que se parece. Hay que aparentar belleza y juventud eternas, clase y distinción, ser modernos, estar al día, poder con todo, verlo todo, saberlo todo. Somos lo que parecemos y lo que tenemos. Nos venden exclusividad por kilos, ser especial es ser como el resto en una paradoja descomunal. Si no tienes tal coche, no eres. Si no usas tal perfume, no eres. Los que son, lo tienen. No lo tienes? No eres. Hay que ser. Ser qué? Único, diferente, exclusivo. Como todos esos. Sólo serás tú misma si usas la laca de Penélope, que, obvio, la usan todas las demás para ser como Penélope. Cómo se puede ser exclusivo así, saltando de cabeza al montón? Cómo se puede ser uno mismo basándose en cosas, adornos, firmas, marcas, diseños, etiquetas, tribus?

No puedes ser George Clooney, pero puedes vestirte como él, perfumarte como él y beber el mismo café que él. Puedes parecerte a él, y entonces serás auténticamente tú. No sé a vosotros, a mí se me escapa el concepto. Supongo que siempre (o desde hace mucho) ha existido esta paranoia entre lo que somos realmente y lo que queremos ser, lo que deseamos mostrar a los demás, lo que creemos que se espera de nosotros. Imagino que nunca ha sido fácil equilibrar todo eso, pero es que ahora... hay que parecerse a tanta gente, tener tantas cosas, ser tan auténticamente... todo!! Tenemos tanto tiempo, tantos huecos que llenar... ropa de diseño, coches de diseño, uñas de diseño, pelo de diseño, pisos de diseño, muebles de diseño, relojes de diseño, comida de diseño, cuerpos de diseño, vacaciones de diseño, y deportes, y fiestas, y juegos, y taras y vidas de diseño.

Nada de veranear en Torremolinos, como los cutres. Hay que ir a Vietnam, como ellos, los del glamour y el status. Qué es eso de irse al campo con la tortilla y las palas? No, hagámonos socios del club de golf, como ellos. Aunque no juguemos en la vida. Hagamos puenting, y spatarring, y trompazing, que es más moderno. Para qué ser un feliz mediocre, cuando puedes ser antisocial y fóbico, como ellos, tomar prozac como ellos y hasta esnifar, como ellos?? Es mucho más cool. Hasta envidiamos las miserias de los otros, de ellos, de los dioses. Mi vecina es una zampabollos, Lady Di era bulímica, que todavía hay clases. Yo estoy como una cabra, la Jolie es excéntrica, ella. Qué mona.

Hagamos fen shui, y tai chi, y pilates, y seamos de la kábala y la cienciología, y comamos cardos borriqueros y bebamos agua fresca de manantial tibetano, porque lo hacen ellos. No tenemos ni la más remota idea de qué es, ni para qué sirve, pero lo hacen ellos (que tampoco tienen la menor idea de lo que es), y suena bien, y lo venden bonito, así que hagámoslo. Que es lo último. Tía. Que no te enteras.

Y, claro, como la publicidad es tan lista, sabe bien cuáles son nuestras limitaciones. Sabe que algunos nunca podremos tener los pedruscos de Nicole (si acaso en los riñones) ni el buga de James Bond. Así que nos ofrecen cosas a nuestro alcance, al alcance de todos esos que queremos ser una élite, ser únicos y exclusivos. Y se inventan un lenguaje propio y absurdo para hipnotizarnos. No me refiero a las cremas con ADN vegetal, ni al detergente oxi-action con sistema inteligence (dioooooos!), me refiero a lo que ya cantó Sabina cuando descubrió, seguramente horrorizado, que El Dodaro era un champú. Resulta que la revolución es un cepillo de dientes. Que se pueden reivindicar los rizos!!! Que las pestañas pueden ser extremas!!! Y la perfección, un afeitado!!! Un climatizador es arte!!! Y la magia de la Navidad... la tiene El Corte Inglés!!!

Vaya por delante que admiro enormemente la creatividad de algunos publicistas, capaces de contarnos cualquier historia en apenas unos minutos. Pero confieso que algunas estrategias de marketing me dejan muerta. Hay palabras que se han pervertido por completo, otras las han inventado sin sonrojo y otras nos las meten con calzador con cualquier excusa. A este paso hasta las plantillas para pies fétidos serán un símbolo de clase y glamour. Adquiera esta joya exclusiva, con certificado de autenticidad que vestirá su muñeca con elegancia y distinción, y páguela en cómodos plazos... me desternillo. Oiga, usted, es que la clase está reñida con las cuotas? Nooooo, ya no. Se puede ser distinguido a plazos y sin intereses. Es cómico, o al menos a mí me lo parece.

Y el remate final, el lema del siglo, la frase con mayúsculas y letra de imprenta: "no es lo que tengo, es lo que soy". Toma ya. La paradoja es que si no tengo, no soy. Por eso hay que tener y tener. Cada vez más. Para ser yo mismo, como Banderas y la Scarlett. Y de tanto consumir... nos estamos consumiendo!!!!

Advertencia: esta entrada es puramente cómica, seguramente exagerada y hasta banaliza cuestiones serias por puro afán incordión. Que nadie haga demasiado caso. Estaba un pelín ociosa y decidí tocar un rato las narices. Sin más. Porque yo lo valgo.

viernes, 2 de enero de 2009

Echando humo


Supongo que es lo típico al empezar el año. No es por atribuirme méritos que no tengo, pero esta odisea en la que me acabo de embarcar me tiene pasmada. Fumo desde los 17 años y hace ya demasiados que soy fumadora compulsiva. Fumo mucho, muchísimo, sin ton ni son, a lo bestia, de un modo enfermizo. Jamás, nunca he intentado dejarlo. Porque, para más inri, no quiero. Me gusta fumar, me encanta fumar, soy tan rematadamente gilipollas que lo encuentro la mar de sexy y glamouroso. Me gustan más los tíos que fuman, parecen más canallas. Se puede ser más imbécil? Me gusta fumar, me gusta tener un vicio, algo a lo que agarrarme, a lo que siempre puedo agarrarme cuando me venga en gana, sola, acompañada, aburrida o entre risas. Me gusta el humo, me gusta mirar cómo queda un cigarro en mi mano, me gusta incluso mi voz ronca de fumadora. Adoro fumar, es algo que me parece estético!

Sí, ya sé lo que me vais a decir. Es un asco, es malo para la salud, para el bolsillo, los fumadores no tenéis glamour, apestáis a tabaco, os afecta al olfato y al gusto, sois lerdos. Ya lo sé, pero me la sopla, es tremendo. Me encanta comer y distingo si un perfume lleva bergamota o cedro en menos de un segundo, me basta con que su portador pase caminando a mi lado. Madre mía, si no fumara sería como un perdiguero!! Sé todo lo que tiene de malo el tabaco y, pese a ello y con toda mi consciente imbecilidad, resulta que me da igual porque me parece bonito. Juas. Cómo se os queda el cuerpo?

Ni siquiera me cabrea que me llaméis tonta del bote, porque tengo asumido que lo soy. Es un vicio! Ya. Es asqueroso! Lo sé. Es caro! Y tanto. Te vas a matar! Buiiino. No tienes narices pa dejarlo! Nop. Y no te parece penoso? Es patético, de hecho. Nada le chafa la felicidad al vicioso confeso. Debemos ser desesperantes para los que no fuman. Lo bueno es que ellos lo son también para nosotros. Al final te queda sólo la pataleta. Ya sé todo eso, carajo. No lo dejo, no lo quiero dejar, olvídame! Y, además, tú no fumas, no molas nada. Jojojojo, es demencial. Sé que es malo y estúpido y sé que me hace daño. Y sigo fumando. Por la única razón de que me da la gana. Porque podría dejarlo, al final todo el que se lo propone puede (el que se lo propone de verdad). Pero es que yo no quiero, nunca he querido. Cobardía, pereza, dependencia, imbecilidad... o todo ello junto. Adoro fumar.

A qué viene todo esto? Lo estoy dejando (o algo así). Pásmense todos ustedes! Lo estoy dejando sin dejarlo. De hecho, fumo mientras tecleo esto. Con el año nuevo he empezado un plan radical de reducción de daños, que consiste en bajar paulatinamente la cantidad de cigarros a razón de cinco menos al mes. Por qué? Porque no quiero dejar de fumar, pero soy consciente de lo malo que es. Y como soy realista, y cobarde, perezosa, adicta, viciosísima y mujer de poca fe, he decidido (firmemente) minimizar el coste de mi enganche. El coste en salud, que el monetario nunca me ha dolido (qué triste!) Antes me quedo sin comer que sin fumar. La meta es llegar a cinco diarios (actualmente fumo casi dos cajetillas, a veces más). Llegado a esos cinco, quedarme a cero. O en esos cinco. Porque, en realidad, no quiero dejarlo. Soy de esas que fumará toda la vida, aunque lo deje en algunos períodos. Siempre volveré, o al menos eso creo. Porque me gusta. Pero conozco a gente (son los menos) que fuman dos, cuatro o cinco pitillos diarios desde hace siglos. Nunca suben la dosis. Es un vicio, es estúpido, es insano, pero al menos es moderado.

No sé si llegaré a dejarlo del todo, pero sí sé que llegaré a esos cinco. Y haré todo lo posible por quedarme ahí. O seguir bajando o ahí. Este es el buen propósito del año, la lucha, la cruzada. Este mes no puedo subir de veinte aunque se caigan los cielos. Para hoy sólo me queda uno. Esperaré un rato, me lo fumaré (si me apetece) y me iré a dormir. Y mañana será otro día.

Zafo, no soy tan valiente ni tan drástica como tú. Pero gracias por la inspiración.