sábado, 28 de febrero de 2009

Razones para ser amig@ o novi@ de un Educador Social

Enviado por El Emperador, que, como siempre, me adivina los días malos.
1. Si estás con él/ ella y le atraca un drogodependiente, no perderá los nervios... acabará hablando de buen rollo con el atracador.
2. Las sustancias que requisa a los menores no siempre van a la basura.
3. Si aguanta a los del trabajo aguanta a cualquiera.
4. Siempre le echas de menos.
5. Conoce la palabra empadronamiento en 5 idiomas.
6. En cuanto a renovaciones de DNI, permisos de trabajo, permisos de residencia, residencias de estudiantes... sabe latín!!!
7. Es muy eficaz en situaciones de emergencia.
8. En su agenda hay teléfonos para todos los gustos: atención a menores, servicios sociales, samur, imserso, teléfono de la esperanza, violencia doméstica...
9. Si tienes algún familiar conflictivo se puede recuperar.
10. Te escuchará por deformación profesional.
11. Te psicoanalizará.
12. Te ofrecerá todo tipo de recursos.
13. Stress = sexo.
14. Sabe cocinar para cuarenta, limpiar platos para cuarenta, pasar el aspirador en albergues, en casas, en el campo, hacer camas, literas, etc.
15. Está enterado de las últimas tendencias juveniles.
16. Es capaz de escuchar a Kamela y Reggaeton durante horas.
17. Siempre tiene algo que contarte.
18. Por la calle los marginales le saludan en lugar de atracarle.
19. Pase gratis para comer en los comedores sociales.
20. Tiene morbo, mucho morbo.
21. Tiene un hombro sobre el que llorar.
22. Sale del trabajo con la vida social hecha.
Gracias, corazón. Los inconvenientes de tener a uno de los míos cerca ya los debatiremos otro día! Ahora bien, respecto al segundo punto... no sé qué requisarán otros colegas, pero te aseguro que yo no tenía la menor intención de hacer acopio de disolvente, móviles robados, machetes ni fotos guarras. Palabrita!!

martes, 24 de febrero de 2009

Justicia ciega


Un señor entra en un bar de copas y, tras un buen rato de juega y diversión, se va, por su propio pie, con el camarero del local, al piso que éste comparte con un amigo. Tras seis horas más de fiesta en dicho piso (suponemos que no estuvieron viendo la tele), y, según la versión de nuestro protagonista, el camarero le propone mantener relaciones de una forma bastante... apasionada. Abalanzándose sobre él, concretamente, y, de nuevo según su versión, armado con un cuchillo. Entonces, el invitado sufre un ataque de pánico, teme ser "violado y asesinado", y, en defensa propia, le asesta al fogoso camarero dos puñaladas. Sale corriendo del inmueble? No. Pide socorro? No. Llama a la policía? Tampoco. Es el camarero apuñalado el que se encierra en su habitación e intenta llamar a la policía. Qué hace entonces la aterrorizada "víctima"? Tira la puerta abajo a patadas y asesta al camarero otras treinta y tres puñaladas. Del puro susto que le entra. El compañero de piso no corrió mejor suerte, ya que recibió veintidós dosis de la misma medicina.

No se puede negar que como defensa propia resultó de lo más eficaz. Bien. Han intentado agredirnos sexualmente, nos ha invadido el terror, nos hemos defendido y el resultado son dos hombres muertos. Qué hacer? El pánico sigue su curso? Chillamos, huímos, nos desmayamos, llamamos a los servicios de emergencia...? No tengo ni idea de qué haría yo en semejante situación. Lo que tengo claro es que no sería capaz de permanecer en semejante escenario ni un minuto más. Nuestro protagonista, en cambio, se da una ducha, se cura las heridas provocadas en la lucha, cierra las ventanas, abre el gas y prende fuego en cinco lugares distintos, cinco focos (dos de ellos sobre sendos cadáveres) para asegurarse. Luego coge una maleta, la llena con cosas de valor que encuentra por ahí y se va. Nueve de la mañana.

Semejante ensañamiento puede ser originado por el pánico? No pregunto si es justificable o no, sólo si resulta medianamente lógico. Y la frialdad posterior? El intento porque todo pareciera obra de unos ladrones? Miedo a las consecuencias, se supone. Una persona se siente en peligro (pongamos que sí, que así fue), se defiende (con excesiva contundencia, pero pongamos que eso es fruto del miedo) y, después, al ser consciente de lo que ha hecho, comprende las consecuencias de sus actos y trata de ocultar la verdad. No es tan disparatado. Me sorprende, eso sí, la capacidad de cálculo de alguien que se confiesa bajo los efectos del alcohol y la cocaína (ya tardaba la eterna excusa), que ha sufrido un ataque violento, que asegura haber sido arrastrado por el pánico y que ha matado a dos personas. Debo suponer que tras semejante trance y su perfectamente comprensible ataque de nervios, el tío recupera la calma y la lucidez de golpe. Asombroso.

Al día siguiente, este hombre, atemorizado, víctima de un ataque sexual, forzado por las circunstancias a cometer un crimen terrible, comenta alegremente a sus amigos que vean las noticias. Y añade: "a esos dos maricones me los he cargado yo". Impresionante, verdad? Mi versión de los hechos? Este hombre es un homosexual reprimido (y entiéndase "reprimido" literalmente, no como algo peyorativo o un simple insulto) que, por los motivos que sean, no acepta su sexualidad. Al parecer tiene un hijo pequeño y llevaba una vida "normal" (entiéndase lo que se desee por "normal"). Una noche salió de juerga, echó un polvo, o varios (cosa que él niega, a lo mejor su intención al irse con un hombre a su casa a las tantas de la noche y tras conocerlo en un bar era jugar con él al trivial, lo desconozco) y, tras el homenaje, sintió tal asco, o vergüenza, o ira, o vaya usted a saber qué, que se lió a puñaladas con "esos dos maricones". Es sencillamente mi hipótesis.

Lo más insólito del caso? El tipo en cuestión reconoció el doble crimen, alegando eso sí lo del ataque, la defensa propia y la ingesta de sustancias (la justificación predilecta de todo criminal). Lloró durante el juicio y aseguró que todo aquello no era culpa de nadie, "es culpa de cómo yo soy". De los nueve miembros del jurado, tres llegaron a emocionarse. El resultado? Ha sido absuelto por los dos asesinatos, y condenado, eso sí, por provocar un incendio. Parece ser que, pese a la crisis del ladrillo, un piso vale más que la vida de dos personas. Máxime si son maricas. Es decir, que el pueblo se indigna cuando se produce un crimen, el pueblo clama penas duras, justicia, cadenas perpetuas, cambios en la ley y la constitución. Pero por lo visto hace falta ser una niña para que ese fragor popular se dé. Si eres adulto, vas perdiendo puntos. Si eres hombre, más. Si, encima, eres gay, se acabó tu derecho a la justicia y a la pena ejemplar. Quisiera señalar, como mero dato, que en dicho jurado había siete mujeres. Significativo? No lo sé. Pero normalmente somos nosotras las víctimas de los crímenes más salvajes, las supuestamente más indefensas, las que clamamos por la igualdad, por nuestra protección, las que etiquetamos cada asesinato de mujer como "crimen machista", "violencia de género". Si eres gay, te jodes. Hay géneros y géneros.

Quizá haya sido por las lágrimas del interfecto, o porque las señoras del jurado se sensibilizaran con el supuesto intento de agresión sexual sufrido por el susodicho. No lo sé. No me lo explico. De ninguna manera me explico que un asesino confeso haya sido declarado inocente de un crimen y condenado por su intento de ocultarlo. No tiene el menor sentido para mí. Semejante decisión tiene a gran parte de la sociedad boquiabierta, a las familias de las víctimas indignadas, a los profesionales de la ley haciéndose cruces. Es sensato, es positivo, es de fiar el sistema de los jurados populares? Poner decisiones tan complejas, asuntos legales, casos sacudidos por enormes presiones mediáticas en personas elegidas a sorteo y, la mayoría de las veces, sin la menor idea sobre leyes? No tenemos profesionales para eso? No tenemos cuerpos de seguridad, investigadores, científicos, abogados, fiscales y jueces? No se equivocan ellos muchas veces, o toman decisiones que no nos gustan, que incluso nos cabrean? Puede hacerlo mejor un jurado?

En el caso de Rocío Wanninkhof un jurado popular condenó y machacó a una mujer que resultó ser inocente. Hubo una presión social implacable, y muchas escenas de tristeza de una madre que se hartó de repetir que sí, que había sido aquella mujer (personalmente, creo que tales testimonios deberían estar radicalmente prohibidos). No quiero llegar a pensar que, además, este país en general y aquel jurado en particular condenó a una mujer porque era una lesbiana de aspecto huraño. No quisiera, pero a veces dudo si ese sería otro factor. Aquella mujer fue a la cárcel siendo inocente y sin pruebas de peso que demostraran lo contrario. Ahora, otro jurado deja en libertad a un tipo que se confiesa culpable de dos asesinatos. Las víctimas son homosexuales. Él ha negado que lo sea o que tuviera el más mínimo contacto sexual con ellos. A los ojos de la sociedad es un ciudadano hetero del montón, respetable, una víctima. Pese a su confesión, su intento de ocultar pruebas y sus fanfarronadas homófobas posteriores.

No entiendo nada. De verdad que no. No entiendo cómo nos tiramos de los pelos y exigimos el linchamiento en unos casos y cómo miramos a otro lado después. Confío en que la apelación sirva de algo y que la justicia arregle en lo posible este desaguisado. Y he perdido por completo la fe en los jurados populares. Creo, sinceramente, que si las dos víctimas se hubieran llamado Marta y Mari Luz, su asesino confeso oiría insultos por la calle, necesitaría protección, habría sido declarado culpable y nos lamentaríamos de la indulgencia de la pena (fuera la que fuese). Y si una vez entre rejas la ley del talego hubiera ejercido su poder sacándole las tripas, muchos, pública o secretamente, se alegrarían. Pensarían: "se ha hecho justicia".

martes, 17 de febrero de 2009

Desatada



Sencillamente, no puedo parar de escribir. Cada noche tecleo frénetica, un cuento tras otro y sin pensar. Antes de darme cuenta está amaneciendo, y corro a la cama para que no me pilles levantada, delante del ordenador, con cara de búho sonámbulo. Para que no me riñas con esa nula convicción tuya.

Imagino que se cumple la verdad universal, el mantra de todo escritor. Se escribe mejor cuando se sufre. Así que debo dar gracias a mis hormonas, mis neuras o mi estupidez, por las nubes negras de estos días que han tenido la gentileza de despertarme a las musas. Semejante tormenta ha resultado de lo más provechosa.

El caso es que ahora me siento bien, relajada. Pero mi cabeza bulle de ideas y de imágenes. Al final resulta que es cierto. La melancolía es buena si aprendemos a mantenerla a raya. Es útil. Es toda una fuerza creadora si se sabe canalizar. Así que menos quejas y más acción. Teclea, Lenka, teclea. Dioses!!! Las seis menos veinte!!!! Vuelo a la cama. Es un buen nido para arrullar amores... e historias nuevas.

sábado, 14 de febrero de 2009

XXX


En una ocasión de fiesta y jolgorio se lamentaba un colega de cómo somos las mujeres, y para dar solidez a sus argumentos (no entiendo muy bien cuáles ni cómo) preguntaba al auditorio a cuántos de los presentes varones les molaba el porno. Se alzaron todas las manos, todas. Cuando el tipo repitió la pregunta a las féminas, sólo se alzó mi mano. En aquel momento tendría que haber dado muchas explicaciones y matices que, dado el incalculable nivel de alcohol en sangre de la concurrencia, habrían caído en saco roto. Pero la cosa me siguió zumbando en la mollera, así que hoy, con tiempo y lucidez, creo poder explayarme.

Me gusta el porno como idea. Si podemos disfrutar viendo cómo otros aman, sufren, viven mil aventuras, cometen bajezas u obran prodigios, podemos disfrutar también viendo cómo otros gozan de los placeres de la carne. Por qué no? Es un goce que compartimos y entendemos. El sexo forma parte de la vida. Hasta ahí, todo estupendo. Ahora bien, lamentablemente no me gusta el porno tal y como es. Vaya por delante que hablaré por mí, daré mi opinión, teclearé en primera persona. En modo alguno pretendo ni voy a ser la voz de nadie, ni de mis amigas, ni del vecino del quinto ni del Santo Padre ni de las mujeres en general. Yo.

El porno, tal y como es, no me gusta por varias razones. La primera de ellas es que entiendo que está hecho por hombres y para hombres. Es decir, para su uso y disfrute. Es decir, desde un prisma totalmente masculino. Pero digo más, desde un prisma tan ostentosamente falócrata que pasma. Vayamos por partes.

El porno, en general, recrea fantasías masculinas. Y añado: pueriles hasta el paroxismo. Se repite todo. Se repite el esquema de la coyunda, véase, un minutejo de cunnilingus, una generosa felación, vaginal, anal y explosiva eyaculación sobre ansiosa anatomía femenina. Una y otra vez, con pocas variantes. Se repite el arquetipo femenino, véase, rubia neumática. Hasta el punto que lo que se salga de ahí se etiqueta adecuadamente: asiáticas, latinas, negras, gordas, lo que proceda. Como si no fueran mujeres, o fueran mujeres raras, ajenas, de otro tipo. Se repite la parafernalia, véase, uniformes absurdos, lencería hortera, uñas kilométricas, tacones imposibles, cueros, látex. Se repite la teoría: mujeres viciosas y siempre dispuestas, en cualquier situación o momento, no importa si con uno o con catorce, sin necesidad del menor estímulo, provocación o aliciente. De hecho, normalmente son ellas las que atacan al macho, quizá el súmun de la fantasía masculina.

Naturalmente, se repite la escena lésbica en toda película del ramo. Otra fantasía recurrente. Supongo que será una mera cuestión numérica (mejor cuatro tetas que dos). Pero claro, las lesbianas del porno no son lesbianas, porque el hombre siempre va incluido en el numerito, ya sea como mero espectador o incluso participando. La lesbiana no es lesbiana, es una señora calentona dispuesta a lo que sea por excitar al hombre. La lesbiana es cualquier mujer con ganas de cumplir las fantasías de su contrario, la posibilidad maravillosa del trío con la cuñada. Es más, la mujer que se excite con escenas o fantasías lésbicas es considerada por el hombre como abierta, chachi, moderna. Jamás hay escena entre hombres, porque da asco. Porque un hetero no debe excitarse con semejante marranada. Supongo que la conclusión entonces es que, en general, el hombre hetero que no se excite viendo sexo gay es carca, cerril y conservador. Y nunca será lo bastante moderno o abierto como para plantearse cumplir la fantasía del trío con el cuñado. A santo de qué tantas implicaciones? La fantasía es fantasía. El sexo es sexo. Es hermoso y es excitante, lo protagonicen macho y hembra, dos hembras, dos machos, una legión o la comunidad de vecinos en pleno. Por qué tanto miedo? Que me excite una escena entre féminas no me convierte en lesbiana, ni siquiera en bisexual, no soy más moderna ni más cool. Sólo empatizo con lo que transmite la escena, con lo que sé y conozco del placer, el mismo que ellas me dicen sentir. Es la misma empatía que siento cuando le río un buen chiste al villano, y eso no me convierte en sociópata. Cada cual sabrá qué le pone y qué no, pero esa repugnancia masculina ante lo homosexual y ese gusto tan normalizado por el rollo bollo me resulta de lo más curioso e incongruente. Supongo que la única explicación es la obvia: que las escenas tortilleras del porno son absolutamente masculinas y heteras en el fondo. Jamás veremos una escena lesbi sin falos, reales o plastificados. Siempre hay penetración. Pero es más, es que siempre hay falos insertados hasta la laringe. Y, por más que lo medito, no logro entender qué estimulación puede sentir una lesbiana chupando un dildo. Siendo penetrada quizá (las hay que lo disfrutan, las hay que se asquean con la idea), pero metiéndoselo en la boca y fingiendo una felación?? No les gustaría hacérsela a un ser vivo gozante, así que imaginaos a un cacho goma, que ni siente ni padece. A no ser, claro, que las tías tengamos otro punto G en la tráquea, y yo sin enterarme!!!

Ellas no importan mucho. Cumplen una función estética, de entrega total, de sumisión, de complacencia. Importa la eyaculación (que es el premio gordo). Ellas, al fin y al cabo, viven un contínuo y agradecido orgasmo, desde que el butanero abre la puerta y las mira. El placer de ellas es facilísimo, no requiere esfuerzo ni dedicación. Ellas gozan porque ellos gozan. Simplísimo. Y no hablemos ya de los planos!! Otra cosa que no comprendo. Dicen que la belleza está en el interior, pero cielos... tiene que ser tan literal? Por más que lo intento, no logro ver qué tiene de erótica una fosa abisal, un útero o un intestino. Y no me explico cómo es que no se venden en los Sex Shops vídeos de autopsias o de operaciones a corazón abierto. No me explico cómo es que no hay más tíos estudiando ginecología o patología forense. Semejante genitalidad me baja la líbido a los talones. Semejante devoción por el agujero (el que sea), por su capacidad de dilatación, por contabilizar cuántos objetos fálicos o falos de tomo y lomo caben por el mismo resquicio, me asombra. Pero resulta que es la esencia misma del porno. Tienen que enseñarnos que es real. De nuevo me resulta pueril y simplón. Cuando voy al cine no necesito que los actores palmen de verdad, ni que sangren de verdad, ni siquiera que lloren de verdad. Me basta con que me lo hagan creer de manera convincente.

Para mí ninguna escena de cine porno puede superar jamás en erotismo, belleza y calentura de bajos a cualquier escena sexual de una peli normal y corriente. Jamás. Porque lo que yo quiero es ver caras de placer, gestos de placer, oír susurros, frases cochinotas, una caricia ruda, una ropa que se aparta con impaciencia, el sudor que te pega el pelo, el carmín que se emborrona. Conozco perfectamente los mecanismos fisiológicos de la penetración, me sobra imaginación y experiencia propia para evocarlos en mi mente, así que no concibo que sea de vital importancia mostrarme un cacho de carne meterse a empellones en otro cacho de carne con posturas imposibles y cámaras indiscretas. Ya sé lo que es. Ya sé que están fornicando. No soy cortita. Enséñeme usted la cara de nirvana que ponen, que ya me imagino yo el resto. Puestos a enseñar, enseñe usted algo que vaya más allá del ariete. Enséñeme que se puede tocar el sexo de alguien sin que parezca una zambomba o una batidora, enséñeme caricias, roces, juegos en la ducha, un pañuelo de seda, una pluma, dejarse la ropa puesta, hielos, bombones, nata montada, cojines, las mil posibilidades, y no sólo un martillo neumático taladrando a una tía con la pierna detrás de la nuca pa que veamos todos que es verdad, sí, sin trampa ni cartón, vamos, como que está la cámara tan cerca que le puedo contar las venas a la muchacha.

No hablemos de los diálogos, por los dioses benditos. De verdad, lo juro, no necesito que declamen a Shakespeare, no necesito que se casen al final y tengan hijitos. En serio. Pero cristo, por favor, cómo puede alguien excitarse con cosas del tipo: "mmmm, vaya, ya veo que eres una guarrilla!! Ay, sí, es que tengo aquí como un picor... rásqueme, Señor Director". Eso es, como poco, para espatarrarse, pero de la risa. Me juego lo que sea, a ojos cerrados, que en cualquier dormitorio, en la más corriente y moliente alcoba conyugal de matrimonio de toda la vida se pronuncian frases más excitantes y evocadoras que en estas desgracias guionísticas. Apuesto lo que sea a que el sueño tórrido de una novicia carmelita del medievo me resultaría más lascivo y provocador que cualquiera de estas escenas chorras e insulsas. Y es que esa es otra. Cuando se quieren poner originales, creativos, culturetas y exquisitos, aún la fastidian más. Porque vamos a ver, por favor, si a usted se le antoja contarme una historia erótico festiva basada en las andanzas de una frívola y siniestra princesa de Transilvania... pretende que me la crea encarnada en la típica y tópica tiparraca peliteñida, con uñas de porcelana, tanga de leopardo bajo los faldones, tacones de aguja, vello púbico en forma de corazón y pechugas de silicona??? Usted se cree que para trasladarme a los Cárpatos en plena orgía de vicio basta con agarrar a la Playmate de Febrero del dos mil y ponerle un corsé de plástico???

Un poco de realismo no vendría mal. A mí me encantaría. En el físico, para empezar. Estoy hasta la peineta de tías de goma y chorbos con pinta de marines depilaos. Y hasta el moño de situaciones inverosímiles que rozan el esperpento y rebasan la cutrez. Hasta las orejas estoy de escenarios casposos, de impedimenta ridícula. Harta del butanero con bronceado californiano recibido a puerta gayola por una penca en picardías, botas hasta el muslo y un plumero en la mano, así, fíjese, es que me había puesto cómoda para limpiar el polvo... ven pacá que te vi a dar yo polvo del güeno. Es que me escojono a mandíbula batiente. Por favor, cuéntenme algo que pueda creerme. Sáquenme a un chaval normalito, qué sé yo, un estudiante con sus vaqueros, su camiseta de Maiden y sus gafas trincando contra la pared a una chica con falda hippie y sin pintar, escondidos en el laboratorio de química. Cuéntenme la del fontanero si quieren, pero con una señora hermosa, normal, de carne y hueso, una que podría ser yo misma, o la cajera del super, poniéndose morada con el del quinto, pa que la próxima vez que nos crucemos en el portal se me escape una sonrisita tonta.

Hablen de sexo, puro sexo, sin argumento, sin moraleja, sin valses nupciales al final, pero de un sexo real, reconocible, empatizable, imaginable, de algo que suene y huela a sexo, que yo pueda fantasear que es posible, que le puede pasar a cualquiera. Cuenten historias de perversidad psicológica, de aventuras escabrosas, de fornicios prohibidos. Déjenme ver mujeres maduras, hombres con pelos, pecas, lunares, pechos de carne (para los que los hayan olvidado: son los que se mueven), zapatos bajos, bragas, bravos vikingos o monjas lujuriosas, pero que se pueda creer. Y, lo lamento, las monjas no usan ligueros. Ni carmín. Déjenme jugar a creer que esa podría ser una monja, oivá, flípalo, colega. Qué fuerrrrte. Déjenme creer que ellos no ven las cámaras, como en una peli cualquiera. Que estoy siendo la mirona de una escena privada. No me metan la cámara en la entrepierna de nadie, porque yo tampoco quiero pensar que hay cámaras con ellos.

jueves, 12 de febrero de 2009

Nubes extrañas


Es increíble el modo en que nos marca lo vivido. Tanto que, incluso cuando lo que quedó atrás era, y lo sabemos, negativo, poco satisfactorio, absolutamente opuesto a lo que precisábamos o deseábamos, nos sigue influyendo.

Durante muchos años no me sentí querida por mis parejas. Esto no quiere decir que no me amaran, ni que fueran malas personas, ni que me estuvieran engañando o aprovechándose de mis sentimientos. Sólo significa que su manera de amar (de amarme a mí) no correspondía con mi manera de amarlos a ellos. Lo fácil sería decir: "yo les quería más y mejor". Pero creo que lo justo es decir: "yo les quería de un modo diferente". Las maneras no encajaban y, cuando eso ocurre, normalmente no sale bien. Aparece la infelicidad, el vacío, las dudas. No es cuestión de culpas. Sólo de engranajes que no cuadran. Metas dispares, senderos que se bifurcan, expectativas opuestas. Lenguajes incomprensibles. Alguien que no puede, no sabe o no quiere darte lo que necesitas. Y tú, naturalmente, tampoco consigues darle lo que necesita.

Como soy observadora y bastante intuitiva, nunca precisé demasiado tiempo, ni demasiadas pistas, para comprender cuándo una persona no encajaría conmigo. Como siempre fui vampira famélica, y ávida de entrega, y profundamente tullida en lo emocional, cerraba los ojos y me proponía llevar a cabo lo que consideraba una virtud: adaptarme. Adaptarme a lo que había, aun sabiendo que no había lo que yo deseaba encontrar. Moldearme ante las necesidades del otro y dar sin esperar, pero esperando secretamente, siendo muy consciente de lo inútil que es esperar que te entreguen lo que no pides, o lo que sabes que no te darían ni aunque osaras pedirlo.

Es un error. Sabes lo que quieres, pero no crees que exista, o dudas de poder encontrarlo. Así que te aferras a lo que haya, lo que sea, lo idealizas, cierras los ojos ante lo que no te gusta o no te hace feliz y confías, sin ninguna confianza, en que saldrá bien. Aceptas reglas que no te gustan. Las das por buenas y te repites que aprenderás a asumirlo tal y como es. O bien el otro terminará por proponer tus normas, las que tú sueñas sin atreverte a nombrarlas. Pero las adivinará, por ciencia infusa, por uno de esos milagros del amor mentiroso del cine. No sucede así, porque esto no es el cine, es la vida. Y no te han engañado, te has engañado tú todo el rato sabiendo que te mentías. No importa, la próxima vez saldrá mejor. Pero vuelve a salir mal, porque de nuevo, desde el principio, aceptas las normas que no deseas aceptar. De nuevo toleras y te conformas, de nuevo admites fundar un tipo de relación que no te apetece tener y por motivos que ya no te apetecen.

Y un día, de repente, decides que no volverás a engañarte con tanto descaro, que ya te conoces demasiado bien. Que sabes lo que quieres y eso es lo que pedirás. Que no empezarás una relación negociando y cediendo, ni caminando en contra de tus deseos, ni resignándote a mantras que te desagradan. Que no deseas fundar nada sobre las bases de las negativas. Que nunca más consentirás que algo nazca en base a lo que no somos y nunca seremos. Que, por una vez, sólo aceptarás un sí. Para variar. Y resulta que aparece esa persona, con todos los síes en la boca, sin pegas, sin objeciones, sin peros, sin mantras, sin miedos viejos, sin neuras, sin resentimientos con otros nombres y otras caras que tú debes pagar. Y apenas puedes creer que hayas tenido tanta suerte.

Pero, es suerte? O es que, de una maldita vez, supiste despojarte de la venda que te cegaba y buscar realmente lo que querías? Seguramente sea un poco de cada. Y entonces, en medio de tanta felicidad, de tanta paz, de la magia de poder ser tú, de que te aman por lo que eres y no por cuánto seas capaz de amoldarte a lo que te piden sin rechistar, permites, como una estúpida, que te acosen los nubarrones negros. Es increíble lo que hacen las viejas costumbres. Yo no estoy habituada a este estado de maravilla. La sabiduría popular asegura que a lo bueno se acostumbra uno pronto. Discrepo. Lo agradeces, lo celebras, lo disfrutas, lo vives, pero acostumbrarte... no del todo. Te asaltan las dudas de repente. Me está ocurriendo de verdad? Y te decubres comparando cosas con lo de antes. Y sí, sabes que lo de antes era peor para ti, infinitamente peor, pero es a lo que estabas acostumbrada, es lo que te resulta familiar, lo que durante toda tu vida constituyó la normalidad. Así que terminas por preguntarte si esto es normal, si no estará fallando algo.

No es absurdo? Por nada del mundo querrías volver a las andadas, por nada del mundo cambiarías lo que tienes ahora. Pero dudas. Te inquietas. Es real? De verdad puede existir algo así, de verdad puedo tenerlo? Te asombra que esté sucediendo, te asombra que él no actúe como otros lo hacían, te parece extraño, raro. Quizá cuando te acostumbras a conformarte te cuesta entender que haya otra realidad, que exista eso que te hace feliz. Dónde están los malos ratos? De verdad no hay letra pequeña? Cuándo me caerá el palo? Es normal toda esta calma? No sé si ocurre porque aún pervive cierta desconfianza, cierta tendencia pesimista que me empuja a creer que no puede ser, que no es posible que todo vaya tan bien. La falta de costumbre, como digo. No sé si es miedo a perderlo, la eterna pesadilla en la que te despiertas y nada es real. No sé si es ese diablillo malo de la poca autoestima que te recuerda que no lo mereces, que intenta volver a convencerte de ello, que trata de que vuelvas a creerlo, como antes, cuando realmente llegaste a asumir que no lo merecías y por eso no ocurría.

Quizá sean sólo las hormonas, esas estúpidas caprichosas que vienen tan bien para explicar todas esas pájaras inexplicables que nos asaltan. En cualquier caso, me lo repito una y otra vez: sí, es real. Sí, me lo merezco. No, ni en sueños quiero lo de antes. Sí, soy feliz y lo seguiré siendo. Pero, aunque lo sé, me asombra cómo me desquician a ratos las nubes negras. Una de las cosas que no soporto es a esa gente que se queja siempre, incluso cuando admite ser feliz. Esa gente que siempre tiene un pero y un suspiro lánguido. Estoy siendo así? Me espanta la idea. No quiero ser así. Peleo por no ser así. Y no te cuento nada de esto, porque, qué habría que contar? Que soy imbécil? Y esa es la explicación más lógica. Por nada del mundo quiero que pienses que es culpa tuya, que estás haciendo algo mal. No lo haces. Soy yo y mis paranoias. Y por eso no digo nada, por eso sigo guerreando conmigo misma.

Y es que, además, para confirmar mi estupidez, cada vez que me rodean esas nubes llenas de dudas e idiotez, actúas como en el amor mentiroso del cine. Sin una sola pregunta, por pura ciencia infusa, haces magia. Sacas flores de papel de la chistera, elaboras un plan perfecto, vienes con un abrazo oportuno o descorchas una botella de cava, con motivo o sin él. Y me desmontas sistemáticamente los esquemas y las paranoias. Y no sólo me demuestras lo que ya debería saber: que es posible. Encima tienes la osadía de anunciarme sin saberlo que hasta puedo creer en lo que jamás creí. Y eso, desde luego, es mucho más de lo que esperaba, mucho más de lo que jamás me atreví a soñar.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Namasté II

Vistas la tercera y la cuarta. Se desvelan ciertas incógnitas, se mantienen otras y aparecen algunas nuevas. Y de nuevo he descubierto algunos detalles que se me habían pasado, o que había olvidado ya.
- Lo mejor de esta fase de la serie es que al fin conocemos a Los Otros, descubrimos la realidad de Dharma y de los Hostiles, conflictos anteriores en la isla y cómo se solventaron, el origen de Ben... Todo enlaza a la perfección y es una gozada participar en la vuelta de tuerca, ver la historia desde el otro lado, comprobar que no es tan fácil la adjudicación de los roles "bueno" y "malo". Porque, en realidad, todos se defienden del enemigo, que es el contrario, el desconocido.
- Conocemos mejor a Ben y nos fascina la capacidad de manipulación de este villano genial al que es imposible no adorar. Como él mismo dice siempre, y lo demuestra, siempre tiene un plan.
- Pero qué hay de los Hostiles, del grupo de Richard? Cuándo y cómo llegaron a la isla? Cuánto saben? Quién es Jacob? Qué es la lista de Jacob y quiénes están en ella? Qué es el humo negro? De dónde vienen las increíbles capacidades de la isla? Por qué unos se curan y otros, como las embarazadas o el propio Ben, enferman y hasta mueren? Por qué esa estrecha relación con Locke y la isla, hasta el punto de que Richard ya se interesó por él en la infancia? Y por qué demonios los Hostiles son eternos??? Al final resultará que son vampiros, verás tú.
- También conocemos mejor al propio Locke, que continúa en su lucha por demostrarse a sí mismo y a todos que es un cazador, que puede ser un líder, que es especial y comprende a la isla. Increíble su relación con Sawyer, que encuentra por fin al estafador que arruinó su vida. Ben y su gente logran cuanto se proponen, ya nadie duda que se mueven libremente dentro y fuera de la isla y sus recursos son ilimitados. El cambio de Sawyer es impresionante. Poco a poco se termina eso de "sálvese quien pueda". Un Sawyer que mata a Tom por llevarse al niño de la balsa, que sale a buscar a Hugo para que tenga su lugar en el helicóptero, que arriesga su vida por Claire y que se lanza al mar por sus compañeros... no es el Sawyer que conocíamos!
- Juliet se pasa al bando de la playa y nos hace dudar mil veces de sus intenciones, pero nos gusta. A mí al menos. Es una mujer fuerte, decidida, endurecida a sí misma, aunque sin el talante histérico y caprichoso de Kate. No logro comprender por qué a los guionistas en general les chiflan tanto estos personajes femeninos. Kate es mentirosa y manipuladora, una metomentodo insufrible que siempre tiene que andar en medio de los fregados y muy voluntariosa cuando le da la gana (siempre que Jack emprende algo, porque si él no puede o no quiere, ella se hace la loca y permanece cerca, máxime cuando aparece Juliet. Es increíble ver cómo, desde la llegada de la rival, Kate se las apaña para no despegarse jamás del médico). Llega incluso a parecer mala de verdad cuando se dedica a meter cizaña en el grupo valiéndose del miedo y la desconfianza hacia los nuevos, sembrando dudas especialmente entre los coreanos, que, como bien saben todos, son siempre leales a Jack. El jueguecito que se trae con los dos machos alfa también es peliagudo. Utiliza a Sawyer cuando le conviene y es capaz de pasar de la sonrisita y la carantoña al bofetón y el insulto cuando le da la pájara. Naturalmente, los guionistas deciden premiar su conducta convirtiendo a los dos grandes hombres en peleles, siempre enamoradísimos y fieles a la pecosa consentida. Incomprensible, oiga. Cuando son rescatados se decide que Kate finja ser la madre de Aaron (un enorme riesgo, ya que en modo alguno podían saber que nadie en la familia de Claire supiera de su embarazo e hiciera preguntas, pero bueno). Kate está encantada con la idea, y hasta cree merecerse el honor por lo mucho que ha perdido en la isla (como si los demás hubieran estado en Disneylandia). La tipa acaba creyéndoselo, hasta el punto de, cuando Jack ya sabe que es el tío del niño, permitirse el lujo de chantajearle varias veces usando al crío (hasta que no quieras verle, no me verás; no te atrevas a mencionar al niño cuando soy yo la que le está cuidando). Pero lo asombroso no es eso, sino que Jack trague con todo lo que ella ordena y manda. Naturalmente el guión nunca pierde ocasión de mostrarnos lo honorabilísima que es cuando quiere, como cuando parece indigesta por las mentiras halagüeñas de Jack en el juicio, o cuando se niega a perdonar a su madre moribunda (no sé qué puede tener esto de honorable, pero en fin).
- Desmond nos sigue enloqueciendo con su complicada vida y sus viajes en el tiempo, con su intento por arreglar las cosas a pesar de su cobardía reincidente. Tenemos a una señora misteriosa que nos convence de la fuerza del destino (y cuya foto está sobre el escritorio del Abad) y la emotiva muerte de Charlie para salvar al grupo. Una conexión más: dentro de la lista que Charlie elabora con los mejores momentos de su vida, figura la ocasión en que ayudó a una joven que sufría un atraco. Una joven que no dudó en llamarle héroe. Una joven que resultó ser Nadia.
- No era el barco de Penny, desde luego. Era el barco de su padre. En él iban mercenarios malísimos con orden de encontrar a Ben y matar al resto. También iban científicos más amigables, como la Sosiroja (que no quiere dejar la isla porque, según ella "sigue buscando dónde nació"), Faraday, con sus experimentos y sus constantes, Frank, el que debía ser el piloto de Oceanic y muy convencido de que todo es un montaje (impresionante ver el falso avión lleno de cuerpos en el fondo del mar), o el curioso Miles, el médium borde.
- Michael no está ocioso ni mucho menos. Tiene bastante trabajo en su nuevo curro de espía de Ben. Walt sigue haciendo de las suyas, apareciéndose a Locke, por ejemplo. Pero sabemos que no es un fantasma, porque está tan pancho con su abuela. Genial el encuentro de Michael y Tom, por cierto. Curioso que la isla se empeñe incluso en cuándo debe morir o salvarse cada uno. Y también sabemos ya por qué Kate no era el tipo de Tom.
- Además de un pie con cuatro dedos, tenemos un esqueleto de oso polar en el desierto del Sahara, con un emblema de Dharma. El mismo desierto en el que aparece Ben tras mover la isla.
- A Widmore no le gusta Desmond, pero le gusta el whisky de cierta marca, los cuadros de osos polares y también pujar por objetos relacionados con La Roca Negra. Le gusta la isla, está claro. Ahora sabemos que hay una guerra abierta entre él y Linus, pero dice Ben la verdad cuando habla de él? Muchos damos por sentado que todo el montaje del falso avión es cosa de Widmore. Aunque también Linus tiene recursos para organizar algo así. Lo que parece indudable es que Widmore tiene un equipo, y Ben no parará hasta cargárselo, usando a Sayid. Quién se carga a Nadia? La gente de Widmore o el propio Ben para llevar a Sayid a donde quiere? Impactante el fin de Danielle y Alex. Y, lo que está claro, es que Widmore ha roto una norma al matar a la chica. Por lo que a Ben se refiere, la vida de Penny ya no vale nada. Qué pasará?
- El pobre Hurley está cada vez más loco. Charla con los muertos, juega con ellos al ajedrez y recibe mensajes suyos. Los muertos, al parecer, coinciden con Ben. Hay que volver a la isla para salvar a los que se quedaron.
- Quién es el misterioso hombre negro? Parece obvio que trabaja para Widmore, pero ya estaba en el ajo antes de lo que creíamos. No en vano visita a Locke en el hospital y le mete en la cabeza la idea de vivir una aventura.
- Sun sufre su gran metamorfosis. Antes de la isla era una chica temerosa y casi sumisa (con algunos arranques, cierto), pero tras la isla no parece ella. Vence a su padre en su propio terreno y se mete en plena guerra con un par. Si, como Jack insinúa, le culpa a él por lo de Jin... no sé qué será del doctor. Ha tenido a su hija, concebida en la isla. Será esa niña especial? Y Aaron, que nació allí?
- Qué será de los que se quedaron en la isla? Claire está viva o muerta? Por qué deja al niño y se va de paseo con su padre a la cabaña de Jacob?? Qué pretende este señor, que no para quieto ni muerto??
- Ahora no sólo viajamos al pasado, también al futuro. Los seis de Oceanic se montan su mentira sin contradecir demasiado la explicación oficial, dispuestos a velar por la seguridad de los que quedaron atrás. Pero irán haciendo mucho más que eso, cuando poco a poco se alíen a Ben. Claro que, primero tendrá que convencerles a todos, y eso no se le da mal. Sobre todo porque tarde o temprano empiezan las dudas, los mensajes de los muertos hacen que las fuerzas flaqueen, y también surge la culpa. El último susto nos lo da el funeral de Fulanitín Mosecuantitos, que resulta ser Locke en persona. Hay que volver a la isla, todos, incluso John. Qué pasará ahora?
- Lo poco que hemos visto de la quinta, promete y mucho. Mientras los de fuera tienen sus propios conflictos, los de dentro juegan a Desmond como pueden. Y nosotros intentamos no acabar más perdidos que ellos. De momento hemos podido conocer a gente de hace mucho, y algunos que se habían ido reaparecen. Ventajas de tanto flash! Cómo se las apañarán en la isla para volver a centrarse, recordar todo lo que tienen que recordar y sobrevivir? Cambiarán cosas, para bien o para mal? Qué intriga!!

lunes, 9 de febrero de 2009

Plagios telepáticos


No voy a hacerme la mártir, es cierto que la mayoría de mis historias inacabadas lo están por pura pereza. Por dispersión mental. Porque son demasiadas ideas para tan poco tiempo. Porque muchas veces ya sabes que el argumento en cuestión no merece mucho la pena. Porque sólo vislumbras una parte del cuento, pero no tienes ni idea de cómo seguiría. Mil razones. Pero también las hay, algunas incluso terminadas, que se quedarán para siempre en los fondos de algún cajón (o del PC, pero eso suena mucho menos romántico) por aquello de los plagios telepáticos.

Estoy segura de que le pasa a todo el mundo, a toda persona que se entretenga creando algo. No es cierto eso de que no hay nada nuevo bajo el sol pero, al fin y al cabo, somos muchos y muy diversos (abuelo dixit) y a lo largo de tantos siglos no es extraño que calquemos cosas que ya existen, incluso sin saberlo. Como muestra, varios botones:

- Uno de los títulos que más me gustó descubrir en mi cabeza. "El verdugo de Dios". Pues bien, ya nunca podré usarlo, porque existe una novela con ese nombre. Mi historia es anterior a su publicación, pero el que fue a Hispalis...

- Historia sobre extraños vampiros, que, en realidad, no son vampiros al uso. Son una especie de minoría étnica bastarda, mestiza. Engendros, parte vampiros parte otra cosa distinta. Son proscritos, porque los legítimos hijos de Caín los repudian, los persiguen y los exterminan. La historia cuenta las hazañas de un grupo reducido, sólo cuatro. Ni siquiera saben si quedan más como ellos en el mundo. Viven en Atenas y empiezan a languidecer de puro viejos. Necesitan encontrar a más de su clase para no extinguirse. Y, de repente, aparece un tipo curioso, vestido con gabardina gris, fumador compulsivo. Y empieza a darles pistas sobre su clan. No se me ocurría cómo llamarles. Tenía que ser algo que sonara a misterioso, a extraño. Algo ajeno, apartado, oculto. No se me ocurrió título mejor que "Los Otros". Vaya. Pues no.

- Hace años, embebida por historias de reyes, reinos, brujas, dragones y profecías, me embarqué con una historia fantástica. Había un par de villanos que me encantaban. Se llamaban Isbeh y Olaigh. Ella estaba casada con el, digamos, Rey Bueno. Él era su guardaespaldas. Además, ambos eran rubios, guapísimos, hipnóticos, hermanos gemelos... y amantes. Os suena?? A mí también. Hala, otra idea condenada al cajón.

- Idea brillante. Un grupo de mercenarios son contratados para encontrar algo. Algo muy importante, claro, porque resulta que no para de aparecer gente buscando lo mismo. Tiros, persecuciones, traiciones y sospechas. Me harté de cavilar qué podría ser el objeto en cuestión, qué podía merecer tanto empeño, tanto lío, muertes y aventuras varias. Cuando me salía humo por la cabeza concluí: qué más da? Que sea simplemente un maletín y que no se sepa qué hay dentro. Genial, eh? Lo sería si DeNiro no lo estuviera buscando ya.

- En el instituto. Qué pasaría si unos tíos escaparan de la pasma y terminaran refugiándose en un bar... en el que todos son vampiros??? Fue una idea loca entre amigos que nos dio mucha risa. A Robert Rodríguez no le dio risa, le dio pasta. La verdad, a mí no se me había ocurrido lo del numerito de Salma, pero fijo que a mis amigos varones les pareció genial.

- Qué le ocurriría a una sirvienta de pueblo si la señora rica para la que trabaja muriera en extrañas circunstancias dejándole todo su dinero? Bueno, yo os podría dar mi versión de los hechos, pero os puedo asegurar que la versión de Stephen King es mucho mejor que la mía. Y con argumento paralelo, además. Mi sirvienta era más joven, y no se llamaba Dolores Claiborne. Era española. Y la anciana señora tenía dos hijas solteronas y siniestras. Ellas tres eran inglesas (de la vieja Inglaterra, no de la nueva), pero supongo que ya no importa demasiado.

Y podría seguir. Montones y montones de historias que una vez barrunté terminaron cayendo en mis manos o ante mis ojos, creadas por otros, y algunas con enorme éxito. Por una parte es como para tirarse de los pelos. Por otra, tiene su gracia. Y, además, te ayuda a creer que vales. Que tus ideas son buenas. Y que, alguna vez, conseguirás adelantarte con una historia sólo tuya y de nadie más. O, al menos, llegar la primera.

sábado, 7 de febrero de 2009

Y lloverán monos del Atleti...


... y se acabarán las tiritas en la farmacia, y cuando alguien se corte con el cuchillo del jamón le escocerá horrores... y de nuevo saldremos de Gordor recorriendo las Tierras de Sufror camino de Rivendel, que es donde viven los bellos y estilizados, todo pa que nos suba la cremallera del trapo que nos compremos, y nos saldrán juanetes por los tacones, se me rizará el pelo más que a Lenny Kravitz, y la Princesa Xana se agarrá la cogorza del siglo tras año y medio de abstinencia, al Emperador se le caerán los tucos, Tirurí nos cegará con sus flashes, la Rubia tocará el bombo y el Gaitero la gaita, y la Guaja nos pelará las gambas con cuchillo y tenedor, y todo será terrible, porque ese día, amigo mío, ese día... los cielos se abrirán y Menchín dirá: "que me caso".

Felicidades al Dalai y al Madriles!!!!!! Ayyyyyns, que se nos casa la niñaaaa... (otra!!!)

viernes, 6 de febrero de 2009

Palmas, palmitas


Vuelvo a tener mano!!! O lo que quedó de ella bajo las vendas!!! Yupi!!! No me desmayé cuando me quitaron los puntos ni hice el ridículo de ninguna manera, menos mal. Tengo unas heridas feísimas, pero la cosa promete. Siempre y cuando consiga no chocar contra todo y abrasarme a golpes, que es lo clásico. Y es que soy la reina de la torpeza en cuanto a las manos se refiere. No hay esquina, canto, manilla, contenedor o señal de tráfico contra la que no logre estamparlas alguna vez. Es un don!! Voy a hacerme una foto del desaguisado, a modo de recuerdo (somos morbosillos en esta familia mía). No podrá competir con la que se hizo el Trasto del costurón post caída motera, pero oye, una hace lo que puede con los medios de que dispone (léase: batidoras). Pero tranquilos, la imagen será para uso y disfrute personal. No pienso ponerla aquí, eso sería tortura. Y no se lo merecen compañeros tan estupendos. Es la hora del café. Se anima alguien? Eso sí, advierto que voy lenta, eh? Paciencia. No la vayamos a tener... otra vez!

domingo, 1 de febrero de 2009

Chan-chán: Le divorce!


Llegó. Llegamos. Te prometí que era posible, que, al final, te parecería que no había sido para tanto. Aquí está, finalmente. Y quizá haya quien se pregunte: de verdad era tan importante? En realidad, no. Nadie necesita mirar su carnet de identidad para saber quién es. No nos hace falta ninguna sentencia para saber qué queremos, a quién amamos, quién es nuestro compañero de viaje. Pero a veces, los papeles tienen su utilidad. Y no me refiero a cosas administrativas, ni siquiera a las legales. A veces, seres de poca fe, precisamos un pedazo de realidad que nos confirme ciertos finales para afrontar ciertos principios. A veces, incluso con parte del camino andado, no viene mal contar con una luz extra, sólo para confirmar que vamos hacia donde queremos ir. A veces no basta con cerrar una puerta: tenemos que oír el portazo. Y quitarnos lastre de encima, para seguir avanzando sin miedo, relajados, las manos en los bolsillos. No había nada que demostrar, ni siquiera a nosotros. Pero, algunas veces, somos así de simples y de complejos. Esto es lo que hay, para mí, para todos, para el mundo. Irrefutable. No dicen que hasta las almas se quedan apresadas en tierra de nadie si tienen asuntos pendientes? Ahora no queda ninguno. Y tenía que decirlo. Así que propongo un brindis en el Torreón por el alegre divorciado. Y porque, felizmente, ya no arderemos en el infierno, condenados por esta vida de adulterio, poligamia y concubinato. Amén.