jueves, 26 de julio de 2012

Hace justo un año...

 ... llegaban al mundo mis dos enanos. Fue un día extraordinario, una experiencia que no olvidaré. Nunca pensé que parir pudiera ser tan divertido, tan intenso y agradable.

Ha sido un año duro y maravilloso, lleno de altibajos, de risas, de lágrimas a escondidas, de agotamiento y momentos irrepetibles. Mi vida nunca volverá a ser lo que era. Yo nunca volveré a ser la misma. Y esa certeza te ilusiona, te aterra, te supera a ratos, te aplasta o te eleva por los aires. De pronto muchas cosas han dejado de tener importancia, han pasado directamente al cajón de las tonterías. Otras que ni sospechaba se han convertido en prioridades.

Me había encontrado gracias a mi "autopsia" de hace unos años. Ahora siento que aquello ya no sirve del todo, porque hay dos nuevas variables (o dos nuevas constantes??) en mi vida. Las cuentas no salen, las ecuaciones han cambiado. Ser madre me ha dado cierto aplomo. Es como si hubiera asumido que ya soy adulta sin remedio, y eso te inclina a asumir ciertas responsabilidades, pero también te otorga (me las otorgo yo) ciertas libertades. Hay cosas que ya no tengo por qué soportar. Hay momentos en los que no tengo por qué callarme. Soy madre, ya puedo comer huevos, como dice el refrán. Me he permitido eso, al menos.

Curiosamente, descubro que ese aplomo, esa seguridad, te libera de cierto melodrama, de ciertas maneras quizá un tanto adolescentes. Ya no necesito alzar la voz ni justificarme. No necesito dar explicaciones ni me preocupa agradar a todo el mundo. Esta soy yo, soy así, pienso de este modo. Estoy abierta a debates, puntos de vista, consejos, a ver siempre las cosas de cuantas maneras sea capaz de imaginar. Pero, sobre todo, esta soy yo. Pienso de este modo. Y si no te gusta, te jodes. A partir de los 26 o 27 años empecé una metamorfosis que me hacía mucha falta. Necesitaba esa reafirmación. Comprendí que las cosas empezaban a resbalarme sobremanera. Que ya no me apetecía estar alerta, siempre preparada, coraza en ristre, púas afiladas. Me fui volviendo pasota, y ser madre me ha rematado en cuando a pasotismo. Esto es el pasotismo ilustrado. La última capa que me hacía falta para teflonizarme por completo. Sólo me quedan un par de detalles por pulir y estaré definitivamente renovada. Para conseguirlo he de exorcizar nuevos miedos que (no todo iba a ser bueno!) la maternidad me ha traído consigo (conmigo). Estoy en ello. Llegaré. Seguro.

De momento, Atreyu y Bastian son la mejor motivación para todo. Incluso cuando son la mejor desmotivación. Están aquí, mis pequeños milagros. Mucho mejor de lo que alcancé a soñarles. Mucho más difícil. Pero mucho más hermoso. Felicidades, nanos.

(Pintura de Josh)

miércoles, 18 de julio de 2012

Empezando la despedida


 
Porque sí, porque ya no puede negarse. Porque el tiempo se agota y los signos son evidentes.
Cuánto hace desde la última vez? Un mes? Mes y medio? Y desde entonces hasta ahora, qué diferencia. Tanta como doce kilos menos y un modesto susurro donde antes hubo un vozarrón de barítono.
Íbamos a llevar a los enanos a darse su primer baño en una piscina, pero algo me hizo cambiar de idea. La piscina no va a moverse de donde está. Ese primer baño puede aplazarse. Pero en el mismo barrio en el que está esa piscina, están mis abuelos más ancianos. Ellos sí van a moverse de donde están. Estar con ellos no puede, o no debe aplazarse. Sobre todo, con él. Pensé con una punzada de angustia que quizá fuese la última vez que lo viera. Que quizá fuera la última vez que mis hijos pudieran compartir una tarde con el más veterano de sus bisabuelos del que, sin duda, no guardarán recuerdos, pero sí conocerán a través de mí. Así que decidí cambiar los planes.
Mi abuelo se va. Poco a poco, pero inexorablemente. Llegó a los 90 años sano como una manzana y perfectamente lúcido, latines incluidos. A los 91 su privilegiada memoria se deterioró levemente, haciéndole despistado. Empezó a repetirnos las mismas historias mil veces. Con todo y con eso, siempre ha sido un lujo escucharle. Alcanzó los 92 y los achaques hicieron acto de presencia. Perdió peso. Su figura se encorvó. Comenzó a arrastrar los pies. Hubo sustos, caídas, tropiezos. Todo lo encajó con el humor de siempre, haciendo chistes de sí mismo, de su cuerpo, de su cabeza, de los dos telediarios que le iban quedando. Dejó de salir y se jubiló definitivamente de su flamante puesto de "corredor de bolsa" (de bolsa de la compra). Ahora permanece en casa, tranquilo y sonriente, recibiendo cada día a hijos, nietos y bisnietos en ese piso que es como el camarote de los Hermanos Marx.
Se va, y lo tiene asumido. No tiene miedo porque cree firmemente que El Jefe le espera. Considera que ha vivido más que suficiente (nunca pensó llegar a los 40) y, salvo por sus seres queridos, hace tiempo que perdió totalmente el interés por el mundo. Está tan sereno, tan amable, tan cariñoso y atento como siempre. Ha dado permiso a los médicos para que le hagan ciertas pruebas, pero se ha negado rotundamente a que le ingresen. Quiere morir en su cama, junto a la única mujer a la que ha amado, a la que ama como el primer día, con la que ha tenido once hijos y ha compartido más de sesenta años. Seguramente nadie le ha contado que su frágil cuerpo está siendo invadido por tumores, pero es lo bastante inteligente como para saber que la maquinaria está ya gastada, que llega el momento, que hasta aquí hemos llegado. Sé que sigue vivo esperando conocer al único bisnieto al que aún no ha podido abrazar, ese que nació lejos, demasiado pronto y que tanto luchó por vivir. Sé que sólo desea bendecirle y susurrarle que le quiere.
Reviso el calendario con un empeño obsesivo. Cuento los días una y otra vez. Tres semanas. Aún faltan tres semanas. No va a durar, no va a durar... Será demasiado tarde, no podrá resistir... Rezo para que aguante. Le pido al Jefe, a su Jefe, en el que yo no creo, pero él sí, que le permita quedarse un poco más, sólo un mes más. Qué puede importar un mes más? Por favor, Jefe, concédele un mes más a este hombre, el mejor sobre la faz de la tierra, el más honrado, el más cabal, el más bueno, este que tanto te venera, uno de los pocos que, si de verdad existes, salió a tu imagen y semejanza. Uno de los pocos que consiguió seguir tu ejemplo al pie de la letra, amando al prójimo como a sí mismo, poniendo la otra mejilla, incapaz de desear lo ajeno, de atormentarse con envidias, de un mal pensamiento para nadie. Concédele (concédenos) sólo un mes más. Entonces, con las fuerzas que le queden, podrá levantar en brazos a su bisnieto lejano y despedirse. Podrá irse en paz.
Aún no te has ido y ya te echo de menos.
Te quiero más de lo que jamás podría expresar.
Gracias.

miércoles, 11 de julio de 2012

Hermanos

 Por alguna razón que desconozco, todos los meses aparece en mi portal el número correspondiente del Muy Interesante, y nadie lo quiere. Imagino que se debe a la suscripción no cancelada de un antiguo vecino y el hecho de que absolutamente nadie en todo el edificio tenga el menor interés en dicha publicación me parece perfecto. Porque me la quedo yo. Mi padre estuvo suscrito como veintitantos años, y teniendo en cuenta que se pasaba media vida en un barco y la otra media sobre una moto, éramos mi hermano y yo los que disfrutábamos del Muy. Había tortas por leerlo. Al final, el Pater se los llevó todos juntos y quedó sepultado por más de dos décadas de ciencia. Se las leyó de cabo a rabo, por supuesto, y seguro que disfrutó como un enano. Lo malo es que para cuando él descubría que había aparecido una nueva especie de batracio amazónico, el bicho ya llevaba tiempo extinguido. Cuando cada mochuelo voló a su olivo, la suscripción se canceló. Echaba de menos la revista.

En este último número hurtado del portal encuentro un artículo curioso. Al parecer (lo cuento de memoria, conste) está prácticamente demostrado que el lugar que ocupes en tu familia al nacer será determinante en tu carácter, ideas y forma de vida. O, al menos, muy influyente. Resumiendo mucho, puede casi afirmarse que los hermanos mayores son autoritarios y conservadores. Se identifican más con "el jefe", así que son mandones y rígidos para defender su posición de privilegio (yo llegué primero). Los segundos, por el contrario, tienden a la rebeldía, a desafiar las normas y a pulverizar las costumbres familiares. Como ejemplo ilustrativo, afirman ciertos estudiosos del tema que la mayoría de los congresistas estadounidenses o de altos ejecutivos, son primogénitos. Mientras tanto, la mayoría de los arrestados por dirigir piquetes en las huelgas o de los famosos luchadores por los derechos civiles, son hermanos menores.

A los mayores les refuerza el haber llegado antes, haber acaparado durante cierto tiempo la atención paterna y el hecho obvio de que, cuando llegan nuevos hermanos, ellos (los primeros) son más grandes, más fuertes y han desarrollado más habilidades. Luchan por mantener su posición y sus parcelas, mientras que los pequeños cultivan el espíritu crítico, cuestionan las normas y se hacen más subversivos. Hay más doctorados, magnates, directivos y empresarios de éxito entre los hijos mayores, y más bomberos, artistas, aventureros y creadores entre los benjamines. Los primogénitos, en general, tienen mejores sueldos y posición que los hermanos siguientes. Incluso hay estudios que afirman que los hermanos mayores tienen, de media, un cociente intelectual superior a sus hermanos menores, lo que quizá se explique, sencillamente, en que sus padres pudieron dedicarles más tiempo y estímulos.

El hermano mayor tiende a ser el responsable, el buen estudiante, el obediente. Los que vienen detrás se las ingenian para aprender otras técnicas de seducción. Son los locuaces, los divertidos, los engatusadores. La lucha constante con el primogénito mandón hace que los pequeños sean más diplomáticos y estrategas. Los dictadores son primogénitos, los revolucionarios benjamines. Ejemplos de hermanos mayores serían: Stalin, Mussolini, Hitler, Churchill, Roosevelt, Colón, Robespierre, Bush o Botín. Ejemplos de hermanos pequeños serían: Gandhi, Luther King, Rosseau, Jefferson, Franklin, Darwin o Amenábar.

Qué pasa cuando eres hijo único? Que tiendes a un comportamiento y a unas ideas similares a las de un primogénito. Qué pasa cuando para nada encajas en estos perfiles? Qué ocurre si, siendo el primogénito, eres pacifista, progre, rojeras y más bien dado a cuestionar la autoridad? Los expertos te dicen que, en ese caso, provienes de una familia desequilibrada. Esto no quiere decir que estemos hablando de maltrato, abandono, adicciones o cosas así. No necesariamente. En casos de familias muy desestructuradas, el hijo o hija mayor asume el rol de los padres y trata de cuidar a sus hermanos menores mientras, al mismo tiempo, cuestiona a los progenitores por su negligencia. De este modo, el primogénito no será conservador, ambicioso ni mandón, sino que combinará como pueda su lado responsable y su lado rebelde. Newton o Kepler serían ejemplos de este caso. Pero no hace falta irse a los extremos. El primogénito tratará de coger las riendas del clan si uno de los padres trabaja lejos del hogar, o si muere, o si enferma. Aunque exista amor y respeto en el núcleo familiar, el primogénito intentará ocupar el lugar del adulto ausente, y en su vida adulta tendrá un carácter un tanto complejo y ambivalente: la rectitud del hermano mayor y la rebeldía del benjamín. Una especie de mezcla entre el papel de adulto que asumió y el del niño que querría haber podido ser.

No me negaréis que es interesante, admite miles de peros y da para debatir largo y tendido!

lunes, 9 de julio de 2012

Y luego me lo cuentas

Trasto: Qué hipócrita es la gente. Cuando comentas las maravillas de tus críos todo son sonrisitas, asentimientos y "oooohhhhhs" emocionados. Se te ocurre hablar de las jodiendas y te miran como si fueras un criminal sin corazón.
Len: Prueba a decir eso mismo en voz alta teniendo útero.