martes, 29 de enero de 2013

No sé por qué, pero es justo así



Pink?? Pink.
Pero, en serio?? Del todo.
Pink??? Sí.
Qué raro, no? Muy raro.
Pink???? Pink. Yo. Pink.
Qué cosas.

jueves, 17 de enero de 2013

Cosas que nunca entenderé

 Con la ley del menor en la mano, si un día antes de cumplir los 18 un becerro viola, apaliza, prende fuego y atropella hasta la muerte a una chica (por ejemplo) le caen un máximo de 5 años en un centro de menores de régimen cerrado. Lo que significa que a los 23 está en la calle. Con la ley del menor en la mano alguien que a los 18 menos un día hace tal cosa, no es del todo responsable de sus actos, por lo que no merece una pena excesivamente dura. Como soy del gremio social, no puedo decir ciertas cosas sin que me tachen de fascista. A los niños, claro, hay que protegerlos. Y quienes pensamos que permitir que todo les salga baratito, cuando no gratis, no es protegerlos, sino fomentar que sigan siendo unos tiranos indeseables, unos criminales y un peligro para ellos mismos y la sociedad, unos frustrados agresivos incapaces de gestionar sus sentimientos o admitir un "no", unos egocéntricos patológicos que creen merecerlo todo y unos amargados sin herramientas que les permitan empatizar, superar los problemas, asumir las consecuencias de sus actos y responsabilizarse de sus vidas, somos eso: unos fachas. Y, como fachas que somos, abogamos por las hostias como panes, la tortura, el maltrato, el abuso y esas otras perlas propias de otros tiempos. Es lo que pasa cuando todo se lleva al extremo.
 
Es decir, que con la ley en la mano, a los 18 menos un día no mereces que se te castigue duramente por haber masacrado a un ser humano. Pero, qué cosas, parece que con esa misma ley en la mano, un tipo de 24 años puede llevarse a una niña de 12 alegando estar enamorado de ella, no dar cuentas de su paradero en 40 días y enviarles a sus padres mails con fotos de ambos abrazados en la cama, pero las autoridades sólo pueden acusarle de no revelar dónde está la niña. Porque, claro, no hay pruebas que demuestren que esa niña no se fue con él voluntariamente. Es decir, a los 18 menos un día no eres responsable de violar, quemar y matar. A los 12 sí lo eres de largarte de casa sin más con un adulto voluntariamente y mantener con él una relación de igual a igual. Así es como protegemos a los menores.
 
Y, entre tanto, al director de un instituto de mi ciudad se le está cayendo el pelo a puñados por enviar a los padres de sus alumnos una circular en la que, en caso de salidas (viajes de estudios, excursiones y demás) se pide autorización firmada a esos padres para:
1º) Que los profesores (tutores y responsables de esos menores durante las salidas) puedan registrar ellos mismos a los críos si sospechan que llevan drogas, algún tipo de arma o similares y puedan, además, dar su autorización a los cuerpos de seguridad que quieran registrarles (en una frontera, a la entrada de un espectáculo, etc.)
2º) Que si las criaturas destrozan una habitación de hotel o hacen una pintada en el Louvre, sean sus padres quienes asuman los costes, multas, etc. Ellos, y no el colegio.
3º) Que si dichas criaturas se someten ellos mismos o a otros menores a cualquier peligro, agresión, delito o similar, los profesores puedan corregir física o verbalmente dichas conductas de riesgo.
 
Da igual que el documento especifique que por correcciones físicas y verbales se entiende: sujetar a un menor, apartarlo de una situación arriesgada, contenerle en una pelea o reprocharle su actitud. Cientos de progenitores bienpensantes y no menos políticos progres se han echado las manos a la cabeza hablando de palizas, tocamientos y demás burradas. Como si un docente con las manos muy largas fuera lo bastante imbécil como para escribir algo del tipo: "tengo la sana intención de darle de puñetazos a su hijo, violar a su hija y humillarlos públicamente. Firme en la línea de puntos si está de acuerdo". Cuando existen intenciones turbias, nadie pide permiso.
 
Todo esto empezó porque, entre otras movidas igual de surrealistas, un padre furibundo reprochó a este director de centro que hubiera agarrado a su niña del brazo en una ocasión. Al parecer, que el motivo de tal agarrada fuera evitar que la menor (a pesar de que se le advirtió del peligro) cruzara en rojo, es irrelevante. Has tocado a mi nena. Mal. Caca. Abuso de autoridad, denuncia, indemnización, recogida de firmas, entrevista en Antena 3, escándalo, dimite, cabrón. Y la próxima vez, so cerdo, te cruzas de brazos y dejas que a la nena le pase por encima el camión de la basura. A los menores ni se les toca, ni se les riñe ni se les coarta de esa manera, caramba.
 
Si se les registra en el viaje de estudios, mal. Marranos, represores, fascistas. Si no se les registra y algunos terminan en una comisaría parisina por meter en el país cinco gramos de farlopa, mal. Ineptos, descerebrados, incapaces. Un poco de disciplina y de orden, cojones, que ponemos a nuestros ninios en vuestras manos para que les eduquéis!!! Eso sí, educadles a distancia, eh? Y sin pasarse ni un pelo. Si mi Kevin (que es un bendito, lo que pasa es que se junta con malas compañías y luego están esos videojuegos violentos, que yo no sé cómo los permiten) se agarra una kurda olímpica y se pone a hacer equilibrios en la barandilla del hotel al grito de: "cómo mola el balconning", el deber de los pedagogos es, con mimo, tacto, sensibilidad y al menos un metro de por medio, instarle respetuosamente a que deponga su actitud, por favor y gracias. Pero que no se le ocurra agarrar al crío por la brava, que eso es agresión. No te digo nada como, en el forcejeo, mi Kevin se haga un rasguño con el gotelé. Bueno, bueno, ahí ya es que monto el cristo completo, se le cae el pelo a ese animal, vamos hombre. Le saco al instituto un millón de euros en daños y perjuicios, por traumatizar de por vida a mi angelito, que está con psicólogos desde entonces y tiene pesadillas, la criatura. Oiga, pues nada. Le parece mejor que dejemos al artista hacer un doble carpado con tirabuzón? A mandar. Le advierto que igual la criaturita se le mata, pero por mis santos cojones que yo no le toco. Por curiosidad, si por una agarrada y un raspón en la rodilla me quiere inhabilitar forever y sacar una pasta gansa, a cuánto me sale la broma si el gilipollas de su vástago (que se ve que tiene a quien salir) se abre la puta cabeza?

miércoles, 9 de enero de 2013

Volviendo a las nadadas

 Es la primera vez en mi vida que me he hecho buenos propósitos para el año nuevo. Pensé que, con eso de que termina en 13, seguramente me traería suerte. Y aquí estoy, cumpliendo. Así pues, volvemos a las "nadadas", aunque, de momento, hemos decidido cambiar bañador y aletas por chándal y maquinaria pesada. Eso sí, iremos variando. Opciones hay para (no) aburrir.
 
Es curioso, pero entrar en el club me devuelve ipso flauta a los ocho años. A pesar de que lo han remodelado casi entero, ese olor a cloro de piscina me lleva volando a la escuela de nadadores y a los bocatas de metro que devorábamos después de la clase en la sala de la tele, viendo a Moffli el koala y aquello de "Hello, I´m Muzzy" mientras los papáes y mamáes tomaban algo en la cafetería. De hecho, el olor a cloro me da hambre. No digo más.
 
Los vestuarios son el triple de lo que eran y ahora hay incluso taquillas (oh my god). Continúa el mismo guirigay de niños corriendo en bolas mientras señoras sofocadas les persiguen armadas con una toalla, unas bragas de Hello Kitty, un par de chanclas o un gorro, procurando no resbalar en el suelo húmedo y acabar estampadas contra un banco. Siguen esas mismas abuelillas irredentas que no perdonan su hora diaria de largos. Algunas lucen cada tipazo como pa caerse de espaldas, tras veinte o treinta años de fidelidad piscinera. Otras pasean sus redondeces sin complejos, y las adoro por pasarse por el orto el pudor mojigato que sin duda les inculcaron y las memeces estéticas con las que nos bombardean. Conmueven esas adolescentes un poco desgarbadas que no saben dónde meter lo que Dios les dio, siempre perfectamente liadas en sus toallas y volviéndose de cara a la pared para esconder unos pechos tan firmes que nos hacen suspirar a las demás. Ganas paso de decirles: "enséñalos, reina. Paséate incluso, date una vuelta. Eso que llevas ahí es arte, tontorrona!"
 
Es un club de barrio obrero. Se fundó para hacer deporte, no para reunir a pijillos ociosos. La gente va a lo que va, y se nota. Da gusto que nadie te mire con asco y pena cuando tus lorzas se desparraman generosas. Da gusto ver que las tías no hacen aerobic maquilladas y el hecho de no toparte con calentadores fucsia ni demás indumentaria semi porno. Da gusto ver camisetas anchas de propaganda, setentonas con gorros de floripondios y críos zampándose media barra de pan con un filete empanao dentro. A muchos les daría grima tanta horterez, tanto michelín y tanto chopped. Pero a mí lo que me da grima es lo otro, esos gimnasios en los que, paradójicamente, los gordos estamos mal vistos. No digamos los viejos.
 
Total, que estoy feliz y en mi salsa. Pena que un pequeño episodio me haya amargado un pelín la tarde deportiva. El sainete lo protagoniza una chonimadre que le espeta a un crío lo vieja y maltrecha que tiene la mochila. "Tu madre no te piensa comprar otra? Porque, vamos, a mí se me caería la cara..." La madre pecadora no está presente, claro. El niño en cuestión se pone rojo hasta las orejas. Yo respiro hondo, aguantándome las ganas de pegarle a esa hijaputa una patada en el chumino. Y la escena la resuelve con providencial desparpajo la propia hija de la imbécil, que, al parecer, no ha salido a su mami en cuanto a falta de modales. "Jo, pues la mía está casi peor!", suelta la cría con toda su inocencia y una sonrisa de oreja a oreja. Yo también sonrío. Y el niño antes humillado mira a la chiquilla con fervor. No creo que la canija se dé cuenta de lo oportuna que ha sido. La gilipollas de su madre sí se da cuenta, y es ella la que se pone como un tomate. Lástima que, casi seguro, no aprenderá la lección. Puede que incluso castigue a su hija. Es lo que tiene: algunas personas no tienen arreglo y, encima, enmierdan todo lo bueno que tocan. Qué le vamos a hacer. Incluso en mi amado club de natación de toda la vida tiene que haber algún bocazas suelto. Al menos resistí la tentación de encararme con aquella MariJessy y soltarle una perla. Ten un poco de tacto, cacho zorra. Ay, Señor.