domingo, 3 de febrero de 2013

Godzilla en Londres

 Pues eso. Mi hermano ha decidido adoptar ese afán aventurero de los jóvenes que tanto gusta a nuestra casta política y, cansado de contratos infames y de un precario que te persigue más allá de los treinta, ha hecho la maleta.
 
Siempre es buena cosa tener amigos en todas partes, y me anima saber que en la capital del UK ya hay quien espera su llegada con guarida preparada y, seguro, cervezas en la nevera. A partir de ahí, será cosa de echarle morro e ir a por todas, pero dudo que la cosa esté peor que en esta patria querida nuestra, que se va por el desagüe sin remedio mientras los buitres de siempre se reparten los restos.
 
El clima no puede ser mucho peor que el de la tierrina. La comida, eso sí. Cielos. Qué será de tu sibarita paladar! Imagino que te consuelas pensando que, al menos, habrá mujeres exóticas ;)
Qué coño. A por ellos, Godzi. Leña a esos perros herejes. Y ve preparando el jabalí en salsa de menta, que ahora sí que tenemos una buena excusa para dejarnos caer por Londinium.
 
Suerte!!

sábado, 2 de febrero de 2013

Pero, en realidad, no es tan difícil, no?

 Pues sí, la verdad es que resulta bastante difícil. Cada vez más. Lo es desde que caminan, desde que abren puertas y cajones, desde que arrancan de cuajo las llaves de la lavadora o ponen el lavavajillas a funcionar, desde que te cuelgan el ordenador, desde que llegan a las encimeras, desde que te desprograman la tele o te agarran el móvil y llaman a ese ex tuyo del que ni recordabas tener el número todavía, desde que se pegan por las cosas, desde que te siembran la casa de zapatos o te vacían biberones de agua en la alfombra, desde que te apagan y te encienden la vitro, desde que se pillan los dedos y se amoratan las uñas haciendo el penco, desde que usan la rabieta como medida de presión, desde que deciden que es más divertido dar volteretas en la cuna y aporrear la pared que dormir, desde que se meten de cabeza en el cesto de los juguetes y luego no pueden salir, desde que descubren lo divertido que es rasgar las hojas de los libros. Resulta difícil, la verdad. Cocinar con un mico tirando del mantel y arrasando con media vajilla y con el otro colgado de sus pantalones tratando de agarrar el mango de la sartén. Fregar el suelo y evitar que acaben los dos esmorraos con sendos chichones porque te siguen a todas partes, suelos resbaladizos mediante. Termimar un trabajo pendiente mientras uno se ensaña con el teclado y el otro intenta descubir el tope de apertura de la pantalla. Sabes que la cosa se está poniendo chunga de verdad cuando te ves duchándote en dos minutos, con la mampara medio abierta y vigilando el pasillo. Cuando, a las doce y media de la noche, tienes que dar los últimos biberones y, para terminar con el escándalo de alaridos de ese al que le toca esperar turno, y medio histérica porque tu legítimo se levanta a las 4.30, terminas con un guaje en cada rodilla, un biberón en la siniestra enchufado en la boca A y preguntándote cómo narices vas a coger ahora el que te falta, cómo podrás maniobrar sin que se caigan los chiquillos al suelo, agarrar el utensilio lechero y enchufarlo en la boca B sin contratiempos. A más de un súperpadre y de un nopadre quisiera ver en tal situación. Lo que me iba a reír.
 
P.D: La solución es, mientras sostienes con la zurda un biberón en la boca de un nano (y de paso le sujetas a él), te inclinas suavemente en la silla y alcanzas el otro biberón con la diestra, para enchufarlo rápidamente en la boca del nano correspondiente. Y vosotros diréis: "vale, y cómo cuernos sujetas al segundo crío mientras te inclinas a por el biberón remoto??" Elemental, queridos míos. Le sujetas por el pijama. Con los dientes.