jueves, 30 de mayo de 2013

Algo falla

 Porque lo de estos críos con la comida empieza a resultar insufrible. Si algo había repetido hasta la saciedad, en el tema hijos, era esto: "qué felicidad eso de que un chiquillo coma bien. Espero que no me toquen precisamente los tiquismiquis". Hala, por hablar. Dos de dos. Te jodes.
 
Los pediatras coinciden en afirmar que no hay niños que no coman, al contrario de lo que aseguran muchos padres. Lo que pasa, en general, es que somos unos histéricos (los padres) y nunca estamos satisfechos con lo que engullen nuestras criaturas. Ya. Seguramente esto es cierto en la mayoría de los casos. Pero, lo siento, no es menos cierto que hay guajes que no comen. Repito: que NO comen. Naturalmente, no se conocen casos de niños que hayan muerto de inanición habiendo comida disponible, lo cual es un enorme consuelo. No es que la inapetencia de mis gremlins me tenga sin dormir, no. Eso tampoco. Simplemente, me tiene hasta la peineta.
 
Cuando digo que estos dos no comen me refiero a que pueden pasarse días y días ingiriendo: un biberón por la mañana, nada a medio día, nada por la tarde, un yogur para cenar y un biberón por la noche. Especialmente, el Bastian. Atreyu, al menos, siente cierta inclinación por la sopa, la cecina y, a ratos, la tortilla de patata. Todo lo que se salga de ahí, es por mis cojones y peleando. Resulta absolutamente agotador, cargante, aburrido, un coñazo y una jodida pesadilla tener que luchar físicamente tres veces al día con dos bestias. Y es luchar, literalmente. Es llevarse una somanta de coces y guantazos y de andarse al loro si uno quiere conservar la dentadura sorteando los cabezazos. Es oír lloros y berrinches todos los malditos días. Lo detesto. Me duele todo el cuerpo y me pongo de una mala leche digna de estudio.
 
Lo hemos intentado todo, claro. Pasar, por ejemplo. Vale, no comáis. Pero no comáis nada, listos. Los petisuises de los huevos, tampoco. Paramos cuando Bastian empezó a dar grima, se le hundieron los mofletes y le llegaron a abultar más las rodillas que los muslos. Se salió de la tabla de percentiles. Por debajo, quiero decir. Hemos probado a forzarles. Te grapo, te inmovilizo y comes por encima la cara cristo. Frustrante, poco recomendable. Miedo me daba que terminaran asociando definitivamente comida con infierno. No quisiera ayudar a crear a dos futuros trastornos alimenticios con patas, gracias. Hemos probado entreteniendo, jugando, compartiendo todos la comida, dejándoles manosear los platos, tentándoles, suplicando, maldiciendo, rezando el ángelus... nada. Básicamente, ellos deciden cuándo comen. Hoy sí. Mañana no. Pasado, veremos.
 
Gracias a los mejunjes de abuela, al menos Bastian vuelve a parecer un niño, y no un espectro. Y algunas veces incluso cenan en abundancia! Pero así, en general, no les gusta comer. No les gusta la comida. Es más, la odian. No quieren purés, ni tampoco sólidos masticables. Todo les da asco, todo les provoca náuseas, todo lo rechazan ferozmente. Salvo la dichosa cecina (¿¿??) y yogures y similares. Pero, a veces, incluso a eso se niegan.
 
Actualmente, hemos adoptado el método "cuatro cucharadas". Es una especie de término medio entre el pasar y el obligar. Esos días en los que le hacen muecas incluso al danonino más delicioso, no se discute. Si rechazan esto es que, definitivamente, no tienen hambre. Esos otros días en los que se niegan al puré pero señalan al postre, se lleva a cabo el citado método. Vas a comer el puré, querido. Aunque sean cuatro cucharadas, pero lo vas a comer. Si quieres postrecito, es lo que hay. Tontadas, no. A veces sudamos para lograr esas cuatro cucharadas. A veces nos sorprenden y se comen veintitrés. Pero, joder. Joder, qué cansadísimo es esto. Qué envidia me dan esos padres de niños que se zampan lo que sea sin preguntar. Los míos, cerca ya de los dos años, no se han comido nunca un plátano. Por ejemplo. No me digáis que no es triste.
 
Cuando se pueda dialogar con ellos, veremos qué estrategia se nos ocurre. Por el momento, tiramos como podemos. Tiene narices esto de estar criando a un aspirante a modelo de Calvin Klein y a un (como diría el Pater) macrobióticu los cojones. Ay.

jueves, 16 de mayo de 2013

Y, estas de FEMEN... qué onda??

 Reconozco que estas chicas me tienen despistadísima. Es tal la polvareda que han levantado que casi supone un esfuerzo rastrear cómo empezó todo. Caen sobre mí cientos de noticias, enlaces, vídeos, entrevistas y opiniones, a favor y en contra, sobre tan polémico movimiento. Hay quienes aplauden el valor de unas tipas que parecen no tener miedo a nada ni a nadie, plantándose medio en bolas delante de quien sea para ciscarse en el machismo, el patriarcado, la esclavitud sexual y lo que se tercie. Feminismo de guerrilla. Confieso que siempre he simpatizado con los iconoclastas. Por otro lado, me pregunto cómo se pasó de protestar contra la trata de blancas en Ucrania a acuñar el término "Día de la Jihad del Topless", desfilando en cueros ante imanes furibundos y atónitos o posando con lemas pintados sobre el pecho y velos islámicos en la cabeza.
 
He leído teorías que afirman que FEMEN es una patochada organizada por ciertos millonarios alemanes (varios de ellos judíos) que pretenden incomodar al Islam. Que las supuestas activistas son de pago, que viven mejor que bien, que son cuidadosamente elegidas por sus atributos (la verdad es que sorprende un poco lo buenas que están todas) y que se mueven de trifulca en trifulca con un séquito de estilistas y asesores de imagen. Circula la historia de cierta periodista anónima que logró infiltrarse en el movimiento y que afirma que así son las cosas: chicas guapas adiestradas para dar el cante y que reciben un sueldo por ello. Imposible confirmarlo o desmentirlo, al menos para mí.
 
Recientemente, el grupo ha echado brotes en España, y me llama la atención leer una entrevista a su nueva afiliada en la que ella misma cuenta que todas reciben una especie de instrucción en la que se incluye la norma de no sonreír durante las protestas (será que sonreír es machista?) y también la rutina de ir al gimnasio (para qué, me pregunto, pues no se aclara. Para estar en forma ante la respuesta policial? Para mantenerse lozanas?)
 
La mayoría de los movimientos de mujeres musulmanas critican ferozmente a FEMEN. Les indigna que se hayan erigido como representantes suyas. Les molesta que se apropien de su lucha. Les cabrea que fomenten el estereotipo de musulmana sumisa y aplastada, obviando que musulmanas hay a millones en el planeta, de Irán a Estados Unidos, con situaciones y realidades muy distintas. Les ofende que utilicen el velo como símbolo de sometimiento al macho, pasando por alto que si bien muchas musulmanas se ven forzadas a llevarlo, muchas otras eligen llevarlo. No comprenden por qué unas europeas pretenden decirles cómo deben luchar, sentirse o comportarse. Y, por supuesto, lo que más detestan son sus métodos. Una joven musulmana estadounidense lo explica así:
 
"Aunque las intenciones de FEMEN son buenas y admirables (garantizar la libertad de elección de toda mujer), el camino que han elegido está totalmente equivocado. Hacen que parezca que toda mujer que lleva el hijab está oprimida. Incluso ridiculizan a las mujeres que deciden llevar hijab o cubrir sus cuerpos, como si fueran demasiado tontas como para conocer algo mejor. Yo no llevo hijab, pero llevo pantalones, lo que me sitúa en una minoría dentro de mi familia. Ni mi madre, ni siquiera mi abuela usa hijab. Mis primas, sí. Ni ellas ni yo necesitamos alimentar el complejo de salvadoras de FEMEN siendo liberadas por ellas".
 
Un grupo de estudiantes de Reino Unido se pronuncian como sigue: "FEMEN opina que cuanto más te desnudas, más feminista eres. Esa es la ideología del feminismo occidental, pero no es esa nuestra idea de liberación. Básicamente, están diciendo que sólo las occidentales saben lo que es mejor para las mujeres de todo el mundo. No necesitamos a FEMEN hablando por nosotras. Nos han robado la voz".
 
Así que... aquí estoy. Por un lado, aplaudo el valor que le echan al asunto unas tías que, no lo olvidemos, se enfrentan a consecuencias muy serias protestando como lo hacen en según qué países (occidentales inclusive). Por otro, me choca un poco esa manera de gritar "no somos trozos de carne" mientras enseñan las tetas. Dando otra vuelta de tuerca, entiendo que son sus tetas, y por tanto son ellas las que pueden decidir cuándo, cómo y dónde enseñarlas. Si doy una vuelta más, pienso que también hay putas que eligen serlo (y musulmanas, y católicas, y judías, y menonitas, y actrices porno, y devotas madres, y amantes esposas, y ejecutivas agresivas, y portadas de Playboy), que no toda mujer es forzosamente esclava de un macho dominante o de un machismo que la oprime y que quizá FEMEN pasan por alto ese detalle, convirtiéndonos a todas en tontas del higo. Por una parte me chirrían las historias conspiranoicas y por otro creo que casi cualquier burrada es posible. Me rompe las narices leer comentarios profundos tipo: "esas son unas guarras que odian a los tíos", y ante tal alarde de simplicidad cavernícola no puedo evitar inclinarme hacia ellas. Por otro, me encuentro con gente cabreada asegurando que se inventaron pelopúnticas historias sobre chicas musulmanas secuestradas y maltratadas por sus fundamentalistas familias (el conocido caso de Amina, la chica de Túnez que colgó en las redes sociales una foto suya en topless con la frase "mi cuerpo es mío" pintada sobre el vientre, y que, a decir de FEMEN, llamó a la organización tras escapar de los suyos y les agradeció conmovida las movilizaciones que habían organizado en su nombre). Por qué inventarse tal culebrón? O mienten los que afirman que ese rollo truculento es un cuento chino absurdo, que Amina jamás fue martirizada por su propia familia, que nunca se ha puesto en contacto con FEMEN y que incluso las desaprueba?
 
Al final no llego a ninguna conclusión. O sí. No lo sé. Si tuviera que pronunciarme, diría que me parece grandioso luchar por las convicciones de uno como sea, máxime cuando no se usa más arma que el pellejo. Al mismo tiempo, diría que prefiero mil palabras a una imagen (mera opción personal) y que siempre he creído más en el argumento que en las tetas. Añadiría que las tetas al poder, como idea, mola. Matizaría que quizá sería buena idea usar las propias tetas para las luchas propias. Y que, a lo mejor, es cierto que el etnocentrismo nos ciega un poco, y que las pelis del Bruce Willis nos han hecho creer que tenemos que salvar a todo el mundo, incluso a los que nunca nos han pedido que les salvemos.

domingo, 5 de mayo de 2013

Trasnochando con Andrés

  Llega una de cenar con amigas, con agujetas en la barriga de reírse, y se encuentra con La Mamma enganchada a Tele5, con un debate sobre no sé qué cosas. Al menos la cosa no va de Grandes Hermanos, sino de leyes de dependencia, recortes y dramas personales que cabrean y ponen los pelos de punta. Con todo y con eso, y dado que no resisto dicho canal, me dispongo a pasar de largo cuando veo a Andrés Aberasturi y me choca. Me choca verle en esa casa y a esas horas. Y me quedo, precisamente porque es uno de tantos hombres a los que La Mamma ha amado siempre.
 
Cuenta el afable Andrés algo que yo jamás le había oído y que, por lo visto, casi nadie sabía. Obviamente este señor nunca ha ido por la vida aireando su intimidad. Pero esta noche cuenta que uno de sus hijos, de 33 años, tiene parálisis cerebral. Habla de su nacimiento, del enorme varapalo recibido, de la lucha constante, de los momentos en los que ese niño (se refiere a él siempre como "niño") ha estado a punto de morir por diversas complicaciones y de la decisión inapelable con la que la madre ha decidido siempre seguir adelante. Aplaude y admira el valor de las mujeres en estos casos y en general, asegurando que ciertas noticias, en relación con los hijos, provocan reacciones tan extremas en algunos hombres que más de uno desaparece del hospital, sobrepasado por la tragedia, y acaba buscado por la Guardia Civil. "Así de valientes somos los hombres", asegura, entre resignado y jocoso. Me conmueve el amor que destila al hablar de su niño eterno, de su compañera, de toda su familia. Me conmueven sus consejos: "que ningún padre se culpe por esto.  Culparse es terrible. Que se den tiempo para llorar cuanto quieran. Que se apoyen mutuamente, para que cuando uno caiga esté el otro para levantarlo. Y, si caen los dos, no pasa nada, que se queden un rato en el suelo. Ya se levantarán".
 
Cuenta Andrés, y resulta sobrecogedor, de aquella vez que, en un rincón de un hospital, su mujer, uno de sus hijos y él mismo, tuvieron que votar si pelear una nueva batalla por su niño o dejarle en paz para que la naturaleza decidiera. Cómo se plantea uno algo así? "Yo tenía claro que se haría lo que dijera la madre, por supuesto. Y la madre no dudó, había que seguir peleando". Cuenta Andrés que la primera lágrima del hijo fue para ellos un triunfo, y mucho más la primera sonrisa. Y, cuando el presentador le asegura que, pese a que el niño no habla, seguro que sabe bien quién es su padre, quién es su madre, quiénes son sus hermanos, Andrés asiente. "Por supuesto que para él no existe la palabra, ni el proceso mental de deducir que yo soy su padre, pero sí, creo que lo sabe". Y lo cree, sobretodo, porque recuerda a una tía suya que, en su vejez, padeció alzheimer. Recuerda que, cuando iba a visitarla, la anciana señora sonreía y le decía: "no sé quién eres, pero sé que eres mío".
Al oír esa frase que, con tal sencillez, explica algo tan grande y tan hermoso, me emociono y no puedo evitar las lágrimas. El amor es algo enorme, poderoso y arrollador. Tanto que, muchas veces, cuando ya ni siquiera la mente es capaz de escapar a la niebla y ordenar caras y nombres, seguimos sabiendo quiénes son los nuestros.