domingo, 10 de noviembre de 2013

Mividita

 Hoy Obo habría cumplido, si no me fallan las cuentas, 94. Habría sido un día agridulce, recordando su sonrisa, su sabiduría, su bondad y su forma de ver la vida, con esa sana alegría suya que sabía regalar como nadie. Por desgracia, la parca ha decidido asestar un golpe, uno inesperado, injusto, prematuro. Nos ha dejado mudos y con el peor de los nudos en el estómago.
 
Era un loco genial, un maestro de ceremonias, un luchador infatigable, y, sobre todo, una persona inmensa. Por emularle soy en parte lo que soy, porque su vocación se me contagió siendo una niña cuando pude vivir en primera persona la magia que obraba en otros, en esos críos de ojos tristes que nacen con el pie cambiado, en entornos hostiles y sin el amor de quienes debieran amarles. Sé que hoy habrá muchos que le lloren, porque ese hombre que solo tuvo un hijo (al que veneraba), fue en realidad padre de familia más que numerosa.
 
Hemos perdido a un ser extraordinario, a un hombre sabio que se disfrazaba de bufón, a alguien que lo llenaba todo con su inagotable energía y hacía de cada reunión un disparate maravilloso. Hace apenas una semana, veía los últimos vídeos que grabé del clan, en los que, cómo no, él era protagonista absoluto con sus muecas y sus voces, haciendo reír a los chiquillos, a mis hijos, a los hijos de mis primos, a la segunda generación de críos que debían haber crecido disfrutándole. Es una crueldad que se nos haya ido tan pronto. Es una cabronada.
 
Dicen que la sangre tira más que nada. Estoy de acuerdo, sí, pero con matices. Tú no eras de mi sangre, pero te quise y te querré siempre tanto o más que si lo hubieras sido. Se nos viene encima un silencio que no nos apetece nada. Reunirse no será lo mismo sin tu vozarrón de fondo, sin los imprescindibles (e inútiles!); "Jaaaaavi, por favor". Es como si el telón hubiera caído con la función a medias. Siempre intento buscar una explicación bonita a las cosas. No sirve de nada, no es más que un mero ejercicio de cuentista, de tramposa a sabiendas que busca cómo consolarse. Hoy no consigo que sea bonito. Solo puedo pensar en tu Campana y en mi primo-gemelo, y no alcanzo a imaginar lo que sienten.
 
Buen viaje. Salúdanos a Obo, y echadnos un ojo de vez en cuando. Fuiste toda la alegría desatada, un espejo en el que mirarme, una inspiración deslumbrante, el ogro bueno de muchas infancias. Y así te recordaremos.